Vox: un partido a la carta
El partido de Abascal ocupa cada vez m¨¢s espacio atrayendo nichos, gremios y minor¨ªas
El oportunismo con que Santiago Abascal define a Vox no como un partido sino como un movimiento se resiente del estupor sem¨¢ntico que implica el ¡°movimiento¡± en la memoria de tantos espa?oles que padecieron el franquismo. Puede que sea premeditada la provocaci¨®n de Abascal, igual que se antoja elocuente la pretensi¨®n de convertir Vox en una criatura heterog¨¦nea, provista de valores b¨ªblicos y de moralismo decimon¨®nico, pero tambi¨¦n sensible a la aspiraci¨®n megal¨®mana del populismo.
Abascal y sus evangelistas recelan de la marginalidad. Les incomoda que se los perciba como expresiones de un partido friqui, oscurantista y estrafalario. Necesitan expandirse. Y parecen estar consigui¨¦ndolo como bandera estimulante de muchas minor¨ªas. Vox es el orden contra el caos. La soluci¨®n providencial a los problemas abstractos y los desgarros viscerales, pero tambi¨¦n la respuesta al desasosiego de los desamparados.
Abascal ha conseguido representarlos desde una ins¨®lita solidaridad gremial. Vox identifica la discriminaci¨®n de los taurinos y de los cazadores, apela a la conciencia de los ultracat¨®licos, sintoniza con la beligerancia de los reaccionarios, empatiza con las pulsiones islam¨®fobas de la sociedad, conecta con el cabreo de los currantes, se echa al hombro la angustia de la Espa?a rural, aglutina el fervor de los patrioteros, fomenta la testosterona del macho alfa, se recrea incluso en la adhesi¨®n de un p¨²blico universitario que recela del sistema y de las convenciones.
El movimiento es la soluci¨®n a la propia indefinici¨®n del mosaico. Santiago Abascal y sus costaleros enfatizan la idiosincrasia espa?olista y muscular, pero son conscientes de haberse convertido en la expectativa polifac¨¦tica de los nichos desatendidos. Se trata de aplicar una terapia quir¨²rgica, localizada, que no parece exigir a los votantes un ejercicio de responsabilidad general.
No es igual la clandestinidad de un aficionado a los toros que la p¨®lvora h¨²meda de un cazador, pero el descaro, el entusiasmo de Vox en la reivindicaci¨®n de una y otra campa?a desdibuja las obligaciones del elector con la identificaci¨®n de la causa absoluta.
M¨¢s all¨¢ del lenguaje desacomplejado y del rechazo a la correcci¨®n, inequ¨ªvocos en todos los nervios del recetario voxista, Abascal satisface una suerte de men¨² a la carta. Minor¨ªa a minor¨ªa, el movimiento cataliza una realidad electoral que puede rebasar ampliamente el bautismo del parlamento andaluz.
Se ha perdido el miedo a votar a Vox.? Se ha normalizado, homologado. No ya porque el partido se ha legitimado en las instituciones y porque se ha arraigado en el h¨¢bitat pol¨ªtico-medi¨¢tico-, sino porque contribuyen a blanquerarlo el Partido Popular o Ciudadanos cada vez condescienden con la extrema derecha en las fotos, en las plazas y en las ideas sentimentales sobre Espa?a.
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