El trabajo del cuidado
La OIT y la OCDE han dado el paso de considerar los cuidados como una ocupaci¨®n. Con una proporci¨®n creciente de personas mayores apartadas, hay que revisar la idea del trabajo como sin¨®nimo de empleo
El 8 de marzo del a?o pasado se produjo una novedad en las manifestaciones. En los carteles y pancartas aparec¨ªa por primera vez de modo masivo la reivindicaci¨®n del cuidado y se llamaba trabajo al hecho de cuidar. ?Qu¨¦ ha sucedido para que se produjera este cambio, despu¨¦s de tantas d¨¦cadas en las que apenas lograba reconocimiento? No es solo un cambio en el ¨¢mbito de la calle, tambi¨¦n la OIT y organizaciones tan poderosas como la OCDE han introducido el trabajo del cuidado en su agenda. Ya llaman trabajadores a quienes cuidan y se preocupan por estimar el valor del cuidado producido y los costes de su sustituci¨®n.
Desde que Adam Smith public¨® en 1776 su famoso ensayo La riqueza de las naciones, la ciencia de la econom¨ªa hab¨ªa acotado como tema propio la producci¨®n de bienes para el mercado, dejando fuera los servicios autoconsumidos en los hogares por considerarlos no productivos. El pensamiento surgido desde esta corriente, que ha sido la mayoritaria y sigue si¨¦ndolo, se ha desentendido del cuidado, excepto del producido por el mercado. Sin embargo, los hogares actuales se parecen poco a lo que fueron y las mujeres reclaman una revisi¨®n a fondo de su papel en la econom¨ªa y en la sociedad, dentro y fuera de casa. A eso se suma un cambio demogr¨¢fico decisivo: con proporciones crecientes de personas mayores apartadas definitivamente y durante d¨¦cadas del mercado laboral, hay que revisar el concepto de trabajo como sin¨®nimo de empleo. Hay que innovar.
Otros art¨ªculos de la autora
Toda la poblaci¨®n produce y consume cuidado, aunque en cantidad y calidad muy variable. Su distribuci¨®n es heterog¨¦nea y en muchos casos injusta. El cuidado se ha internacionalizado, es una de las causas de los flujos migratorios y del trasvase de recursos monetarios a trav¨¦s de las remesas. Aparte del cuidado que requieren los ni?os, seg¨²n la encuesta de salud, un 25% de la poblaci¨®n adulta tiene limitaciones funcionales por problemas de salud que requieren alg¨²n cuidado; un 5% tiene problemas graves de salud, y estos requieren mayor cantidad de cuidados aunque no sean dependientes. No toda la necesidad de cuidados logra convertirse en demanda expl¨ªcita, hay bolsas invisibles de necesidades no satisfechas. Como se dice entre los especialistas, existe una ley de hierro del cuidado, por la que quienes m¨¢s lo necesitan (los muy pobres, marginales, iletrados, indocumentados, sin familia, residentes en lugares inaccesibles, contagiosos, etc¨¦tera) tienen menores posibilidades de conseguirla. Las mujeres tienen menos cuidadores potenciales a su disposici¨®n y peor cobertura de los beneficios vinculados al empleo porque los varones no tienen la tradici¨®n de cuidar y se emparejan con mujeres m¨¢s j¨®venes que ellos.
Puesto que el tiempo de dedicaci¨®n es un recurso escaso susceptible de usos alternativos, ha de ser tenido en cuenta tanto si se aplica al mercado como si no. Las estad¨ªsticas son palancas imprescindibles para la planificaci¨®n y para la confrontaci¨®n pol¨ªtica. Lo que no se mide no existe. ?Merece el nombre de riqueza o desarrollo un crecimiento que destruya el cuidado o margine a la poblaci¨®n que cuida, el cuidatoriado?
Existe una ley de hierro de la atenci¨®n: quienes m¨¢s la necesitan tienen menores posibilidades de conseguirla
La necesidad de cuidado no va a reducirse en el futuro sino a aumentar; durante algunas d¨¦cadas disminuy¨® por los avances tecnol¨®gicos y la menor demanda de cuidados para ni?os dentro de los hogares, pero ya ha alcanzado el punto en que aumentar¨¢ por la demanda para personas muy mayores. Si el sujeto pol¨ªtico tradicional era un individuo en plenas facultades f¨ªsicas, habr¨¢ que hacerle sitio a una nueva imagen del ciudadano medio entrado en a?os, semisano y con la perspectiva de seguir viviendo todav¨ªa durante varias d¨¦cadas.
Seg¨²n la encuesta de empleo del tiempo m¨¢s reciente del Instituto Nacional de Estad¨ªstica, el tiempo dedicado por los hogares para producir servicios de cuidado, sin remuneraci¨®n, equivale a 28 millones de empleos a tiempo completo, un 30% m¨¢s que todo el tiempo de trabajo remunerado dedicado al mercado laboral seg¨²n la misma encuesta. Si se emplea una definici¨®n restringida de cuidado, la cifra se reduce, pero sigue siendo una cantidad enorme de tiempo que cuesta esfuerzo a quienes lo aportan. Las luchas sindicales han mejorado las condiciones de vida de los trabajadores asalariados; gracias a ellas se han creado leyes laborales, instituciones, tribunales, una cultura de la redistribuci¨®n. Sin embargo, lo que suceda de puertas adentro se ha considerado asunto privado, y la mayor¨ªa del cuidado sucede de puertas adentro. Habr¨¢ que recordar que lo privado tambi¨¦n es pol¨ªtico, que cientos de miles de cuidadores en dedicaci¨®n exclusiva y no remunerada no lo son por elecci¨®n voluntaria, sino porque las condiciones sociales no les dejan otra opci¨®n. En muchos casos, sus jornadas diarias y semanales, sus condiciones de trabajo, su aislamiento, su falta de cobertura para el futuro ser¨ªan rechazados como intolerables en cualquier convenio colectivo.
Cientos de miles de cuidadores en dedicaci¨®n exclusiva y no remunerada no lo son por elecci¨®n voluntaria
Hay un trasvase permanente entre el cuidado no remunerado que se produce en los hogares, principalmente por mujeres, y el que se produce a trav¨¦s de las Administraciones P¨²blicas, las empresas y las organizaciones sin ¨¢nimo de lucro. Es un trasvase en las dos direcciones, no solo hacia afuera de los hogares, como bien se ha mostrado durante la reciente crisis econ¨®mica. Afecta pr¨¢cticamente a todos los sectores productivos: a la educaci¨®n, la sanidad, la alimentaci¨®n, la vivienda y el urbanismo, el ocio y el turismo, la seguridad, el transporte. El cuidado afecta al empleo, al nivel de ingresos, a las pensiones, a la capacidad de ahorro, a la inversi¨®n.
Como cualquier otro servicio, los cuidados no remunerados ofrecen una gama de calidades que van desde la mediocridad a la exquisitez. Desde los imprescindibles para la supervivencia hasta los refinados que podr¨ªan considerarse de lujo. No obstante, la mayor¨ªa est¨¢n m¨¢s pr¨®ximos a la subsistencia que al lujo y quienes los reciben no pueden prescindir de ellos sin que afecte severamente a su calidad de vida. Es dif¨ªcil mejorar la productividad del cuidado manteniendo la dispersi¨®n espacial: la escuela, el hospital, el centro de ocio solo han logrado ¨¦xito concentrando a los usuarios en un mismo entorno. Aguarda por tanto el desaf¨ªo innovador de nuevas f¨®rmulas de cuidado que disminuyan los costes sin afectar a la calidad. Nuevas soluciones cooperativas para el cuidado de personas mayores, intercambio de servicios, nuevos dise?os urban¨ªsticos y residenciales.
A menudo, el efecto del cuidado y el no cuidado no se percibe inmediatamente y eso los hace m¨¢s dif¨ªciles de medir. Si lo que se mide es el valor de lo producido, ha de aplic¨¢rsele un precio, pero no hay precio en los servicios no remunerados. ?El m¨ªnimo legal, por debajo del m¨ªnimo, el medio del mercado, con o sin impuestos, con o sin Seguridad Social? Hasta ahora, el cuidado ha generado poca atenci¨®n te¨®rica y carece de indicadores sistem¨¢ticos y consensuados. Hace falta mucha innovaci¨®n y coraje intelectual y pol¨ªtico para integrar los recursos monetarizados y no monetarizados en el pensamiento y en la pr¨¢ctica.
Hay que repetirlo hasta que no se olvide: en Espa?a el cuidado no remunerado que se produce y consume equivale a 28 millones de empleos a tiempo completo. Ya es hora de que esta situaci¨®n cambie. Demasiado importante para no prestarle la atenci¨®n que se merece.
Mar¨ªa ?ngeles Dur¨¢n es catedr¨¢tica de Sociolog¨ªa e investigadora especializada en el an¨¢lisis del trabajo no remunerado.
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