C¨®mo sentirse James Bond conduciendo sobre el hielo
Seat celebr¨® el primer aniversario del Cupra Ateca en pleno pirineo andorrano. El resultado: la sensaci¨®n real de formar parte de un rodaje cinematogr¨¢fico
Estamos acostumbrados a ver campa?as publicitarias de coches donde los veh¨ªculos dejan los ambientes urbanos para adentrarse por carreteras monta?osas, someterse a condiciones climatol¨®gicas adversas o circular por carreteras m¨¢s bien extremas. Y en cada caso siempre el mismo mensaje bajo la pantalla: ¡°Im¨¢genes rodadas por especialistas en circuito cerrado¡±.
Y lo cierto es que para celebrar el primer cumplea?os del Cupra Ateca, Seat organiz¨® una experiencia de conducci¨®n en un circuito de hielo en la estaci¨®n andorrana de esqu¨ª del Pas de Casa, y el resultado fue sentir que, por una vez, t¨² eres el especialista que conduce en circuito cerrado. Es parte de la propia idiosincrasia del Cupra: un ¡°todocamino¡± de cuerpo poderoso, 300 caballos de potencia y un sistema de tracci¨®n integral que te da el control completo de cada parte del coche.
Todo ayuda a la experiencia cinematogr¨¢fica. En primer lugar, el marco: un sol espl¨¦ndido reflejado en las laderas nevadas de la estaci¨®n de Grandvalira, en plena frontera entre Andorra y Francia. Tambi¨¦n ayuda la compa?¨ªa: el embajador de Cupra, Sa¨²l Craviotto, con sus cuatro medallas ol¨ªmpicas y su t¨ªtulo de vencedor de Master Chef Celebrity, tambi¨¦n est¨¢ a los mandos de otro coche. Y ¨¦l s¨ª que parece sacado de un anuncio conduciendo sobre la pista de hielo, con su imponente presencia f¨ªsica y esa sonrisa t¨ªmida con la que siempre parece que le d¨¦ verg¨¹enza estar siendo el centro de atenci¨®n. Y, por supuesto, el propio logo de Cupra: dos ¡°ces¡± entrelazadas que podr¨ªan pasar por la se?al identificadora de unos ¡°transformers¡±.
El probador de Seat se coloca en el asiento del copiloto y va dando las indicaciones con tranquilidad pero sin dejarse ning¨²n detalle atr¨¢s: ahora vas a sentir que las ruedas traseras se bloquean, ahora pisa a fondo, gira el volante todo a la izquierda. Las ruedas se resbalan en el hielo y parece que el coche se va a abalanzar contra las barreras de nieve pero la tracci¨®n integral funciona como un reloj y el veh¨ªculo se endereza. La risa de alivio se escapa y el probador gui?a un ojo y pregunta: ¡°?Damos otra vuelta m¨¢s? Pero ahora vamos a poner el control manual en vez del autom¨¢tico¡±.
Los esquiadores bajan en fila por las laderas de Grandvalira. El telesilla gira con parsimonia y el coche delante del nuestro se pone en marcha. Sa¨²l se ajusta las gafas de sol, saca su m¨®vil y comienza a grabarnos, mientras nos hace un gesto afirmativo con el pulgar. ¡°?Vamos?¡±, pregunta el probador. Y, por una vez, el coche que va por carreteras imposibles en los anuncios y las pel¨ªculas es el que estamos conduciendo nosotros.
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