El deslumbrante Cadillac que le sobrevivi¨® al genial m¨²sico cubano el B¨¢rbaro del Ritmo
El viaje espiritual de la m¨²sica de la isla en el fabuloso coche estadounidense de Benny Mor¨¦, que hoy sigue rodando por las calles de La Habana
En la m¨²sica popular cubana hay muchos hombres ilustres. Pero solo uno se llam¨®?Bartolom¨¦ Maximiliano Mor¨¦ y fue conocido por Benny Mor¨¦. Le apodaban el B¨¢rbaro del Ritmo y no estudi¨® en ning¨²n conservatorio, aunque su sentido de la melod¨ªa marc¨® dos d¨¦cadas de oro de la m¨²sica cubana, en especial los m¨¢gicos a?os cincuenta, cuando se lo rifaban los cabar¨¦s m¨¢s famosos de la capital, desde el Sans Souci al Tropicana. Actuaba tambi¨¦n en el Al¨ª Bar y de vez en cuando en clubes como Las Vegas, en la calle de Infanta, donde cantaba boleros, mambos y sones como Mata Siguaraya, tema que habla sobre un ¨¢rbol sagrado en Cuba que alberga?orishas como Chang¨®, que en la religi¨®n afrocubana de la santer¨ªa es el dios del trueno, de la belleza viril y de la m¨²sica, equivalente a Siete Rayos en el culto de Palo Monte. ¡°En mi Cuba nace una mata?/?Que sin permiso no se puede tumbar?/?no se puede tumbar¡?/?porque son orishas¡±, cantaba Benny Mor¨¦, en tributo a aquellas divinidades venidas de ?frica de las que era devoto. Igual lo es el m¨²sico Jos¨¦ Luis Cort¨¦s, director de la orquesta NG La Banda, quien hoy conduce en La Habana el mismo Cadillac que us¨® Benny hasta el d¨ªa de su muerte prematura, el 19 de febrero de 1963, debido a una cirrosis de tanto beber ron.
Benny ten¨ªa al morir cuarenta y cuatro a?os, pero en el imaginario de la m¨²sica popular cubana qued¨® situado en lo m¨¢s alto, junto a Miguel Matamoros, Arsenio Rodr¨ªguez y otros grandes soneros. Mor¨¦ era seguidor de la regla de Palo Monte y fan de los coches norteamericanos de lujo. Tuvo una decena, el ¨²ltimo de ellos un Cadillac Fleetwood 1958 modelo Sixty Special, importado por la Ambar Motors antes de que el enfriamiento de las relaciones entre Washington y La Habana se congelara hasta el punto de que lleg¨® la invasi¨®n de Bah¨ªa de Cochinos y luego la Crisis de los Misiles, en 1962, cuando el mundo estuvo al borde de una guerra nuclear. A aquel hermoso Cadillac cola de pato pintado de azul Benny le cogi¨® un cari?o especial.
Un mes antes de fallecer, el cantante recibi¨® a un periodista del diario Revoluci¨®n en su casa del barrio del Caballo Blanco, y le ense?¨® la cr¨ªa de animales que ten¨ªa en el patio, a los que les pon¨ªa nombres de m¨²sicos ¡°Estos bichos est¨¢n alimentados con lo que les traigo en el Pup¨²¡±, cont¨® Mor¨¦ al reportero se?alando al Cadillac azul. Fue la ¨²ltima entrevista de su vida. Tras su muerte, aquel cola de pato con faros traseros psicod¨¦licos y aletas de nave espacial pas¨® a manos de un familiar que lo tuvo mucho tiempo guardado. El Cadillac apareci¨® de pronto en la provincia oriental de Las Tunas y un d¨ªa, a?os atr¨¢s, alguien se lo propuso a Cort¨¦s, que adem¨¢s de ser flautista es hijo de Chang¨®, divinidad tambi¨¦n due?a del baile y el rel¨¢mpago y que, cuando pelea, echa fuego por la boca y de ese modo vence a sus enemigos.
En Cuba las historias de los coches estadounidenses antiguos suelen entrelazarse. La raz¨®n es sencilla: durante d¨¦cadas los autos prerrevolucionarios fueron los ¨²nicos que pod¨ªan traspasarse y venderse libremente entre cubanos, ya que adquirir un Lada o un Moscovich ruso no era un derecho sino un m¨¦rito revolucionario. Por ese motivo, aquellos viejos autos renqueantes fabricados en Detroit iban y ven¨ªan, cambiaban de propietario una y otra vez y volv¨ªan a veces al mismo due?o en varias ocasiones, uniendo sus biograf¨ªas en rocambolescas filigranas. En el caso del Cadillac de Benny Mor¨¦, su historia se conecta con la de un Pontiac 1958 que Cort¨¦s tuvo durante a?os.
Una noche de bohemia desenfrenada, el director de NG La Banda estaba tomando unos tragos de ron con un grupo de amigos en el soportal de Las Vegas cuando vio c¨®mo un autob¨²s se acercaba a toda velocidad y se le iban los frenos. La guagua se abalanz¨® sobre un viejo Chevrolet del portero del club, un hombr¨®n de ciento diez kilos de peso al que todos quer¨ªan y que al ver su coche destruido se ech¨® al suelo a llorar. Se dice que los hijos de Chang¨® re¨²nen al mismo tiempo las mayores virtudes y las imperfecciones m¨¢s grandes; son mujeriegos, jactanciosos y jugadores, a la vez que valientes y buenos amigos. ¡°Aquel chevy para ese hombre era la vida, y cuando lo vi llorando desconsoladamente en el piso ni lo pens¨¦: le regal¨¦ el Pontiac¡±, recuerda Cort¨¦s, a quien todo el mundo en la isla conoce como El Tosco por sus letras y maneras.
Al poco del accidente la vida le devolvi¨® el favor, pues alguien se cruz¨® en su camino para ofrecerle aquel incre¨ªble Cadillac que para ¨¦l es mucho m¨¢s que un veh¨ªculo sin alma. Chang¨® y Siete Rayos no creen en casualidades: si Cort¨¦s tiene hoy ese veh¨ªculo es por algo y porque alguien quiso ponerlo en su camino. O al menos as¨ª lo piensa ¨¦l. ¡°Este coche no es m¨ªo sino del Benny, yo solo se lo estoy cuidando¡±, afirma. Y a?ade El Tosco mirando al cielo: ¡°En la otra vida, Benny, cuando quieras puedes venir por ¨¦l, que te lo voy a dejar nuevo¡±.
El motor del Cadillac Fleetwood de Mor¨¦ se conserva en aparente buen estado. Muchas de sus piezas son originales, aunque tiene alg¨²n que otro invento. En diferentes viajes le ha tra¨ªdo el parabrisas, los espejos y algunos repuestos y adornos, si bien, explica, mantenerlo en buen estado es una angustia debido a las condiciones de Cuba. ¡°Uno no puede dejar que le canibaleen impunemente¡±, afirma, mientras llena el dep¨®sito de gasolina por dentro del maletero, un sistema patentado por los mec¨¢nicos cubanos para evitar el robo de combustible.
Pese a alg¨²n que otro disgusto, a Cortes el veh¨ªculo le ha tra¨ªdo suerte. La terraza de su casa en Santa Fe, al lado del garaje donde duerme el viejo Cadillac, se convierte muchas tardes en una improvisada escuela y all¨ª ¨¦l ense?a a cantar y prepara a j¨®venes talentos. Todo el mundo le venera y le llama maestro, pero ¨¦l dice que el maestro es Benny Mor¨¦, el B¨¢rbaro del Ritmo, a quien ya ha dedicado varios discos en su carrera. En ocasiones, no siempre, Jos¨¦ Luis Cort¨¦s coge el Cadillac y aparece con ¨¦l en uno de sus conciertos. En cierto modo, ¨¦l recibe la energ¨ªa y el esp¨ªritu del Benny a trav¨¦s de ese autom¨®vil. Cuando llega, la gente se queda con la boca abierta al verlo bajar de esta fabulosa m¨¢quina azul de seis metros de largo, con sus zapatos blancos y la chaqueta roja, los colores de Chang¨®. En la mu?eca lleva tambi¨¦n una pulsera de cuentas que lo identifica como hijo de ese orisha mayor, due?o del trueno, del baile y de las tempestades.
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