Conversadora
Me amparo en el conocimiento y la pol¨ªtica ¡ªmejor que en Dios¡ª, porque no quiero estar sola ante las fieras
Tras una presentaci¨®n en la vallecana librer¨ªa Muga, Igor, el librero, me regala ?C¨®mo conversar con un fascista? de la fil¨®sofa, artista pl¨¢stica y cr¨ªtica M¨¢rcia Tiburi, que ha tenido que salir precipitadamente de Brasil por culpa de uno de esos Gobiernos tan democr¨¢ticos que nos estamos ganando a pulso con actitudes como la que suscita en m¨ª el t¨ªtulo de esta colecci¨®n de ensayos: primero pienso ingenuamente que no, que eso que ella llama fascistas ser¨¢ otra cosa; que a lo mejor abusamos del eufemismo para atenuar la presencia fascista en lo real y estilizarla; que, si verdaderamente existen y no son elfos o trolls, por qu¨¦ vamos a tener que conversar con esa gente. Tiburi apuesta por el di¨¢logo en un estado de democracia amenazada que es, a la vez, una utop¨ªa posible: el di¨¢logo crea comunidades frente al peligro homogeneizador del ruido, la visceralidad y las microverdades subjetivas que se erigen en gran verdad del sentido com¨²n ¡ªinvisible cartilla del poder¡ª. Tiburi, en un soberbio art¨ªculo, escrito en colaboraci¨®n con Rubens Casara, titulado El arte de escribir para idiotas, acota los procedimientos ret¨®ricos utilizados por la prensa reaccionaria para cumplir con su agenda contaminante: tratar a quien lee como idiota, escribir mal, hacer sensacionalismo, utilizar clich¨¦s, atacar a alguien, emborronar la capacidad de relaci¨®n conceptual hasta que se pueda practicar, con soltura gimn¨¢stica, esa inversi¨®n perversa mediante la que los individuos ¡°normales¡± se unen para no renunciar a su normalidad ¡ªprivilegios¡ª porque se consideran ¡°v¨ªctimas¡±. Los hombres, practicantes heterosexuales, ricas y ricos empresarios, patriotas nacionales, son las v¨ªctimas de individuos diferentes, anormales y discriminados, que alzan su voz para reivindicar sus derechos ¡ªmujeres, homosexuales, trans,proletariado, inmigrantes¡ª. En las sociedades capitalistas, tras el rodillo del pensamiento positivo, las v¨ªctimas de pobreza y enfermedad tienen la culpa, y ese presupuesto abre un flanco al exterminio: cada d¨ªa, j¨®venes negros, trabajadores esclavos, son asesinados en el nuevo Brasil de Bolsonaro, que conf¨ªa en Dios y le da gracias. Tiburi enarbola la alegr¨ªa como forma de lucha, porque el fascismo sobrevive a la animosidad; recuerdo la pel¨ªcula de?Sorrentino sobre Berlusconi, quien, ante cualquier ataque ¡ªuna chica le dice que su boca huele a viejo¡ª, siempre reacciona de la misma manera: ¡°Lo que dices no me afecta¡±. Impermeables, impenetrables, imbatibles, dentro de su c¨¢scara acorazada de huevo de serpiente y siniestro Humpty Dumpty.
Sin embargo, lo m¨¢s interesante de este libro es la conversi¨®n del fascismo en un posfascismo, deudor del mito ideol¨®gico fundacional, pero normalizado en distintos planos de nuestras vidas cotidianas: discurso del odio, xenofobia, circulaci¨®n automatizada del fascismo en los nodos de las nuevas tecnolog¨ªas, aporofobia¡ Tiburi, autocr¨ªtica, reveladora e insultantemente, nos ayuda a descubrir la mol¨¦cula de ADN fascista que llevamos dentro y nos invita a recuperar la democracia, a trav¨¦s del honesto ejercicio de la pol¨ªtica, para desenmascarar el odio bajo la polifon¨ªa falsa del perfecto diapas¨®n del dinero y el mercado. La expulsi¨®n de la vida de quienes no consumen o producen. Pese a que las autoridades del conocimiento ya no est¨¢n de moda ¡ªfrente al nuevo ¨¦xito de caballeros cruzados y otras autoridades del golpe sobre la mesa¡ª, me amparo en Marx, Luxemburgo, Adorno, Horkheimer, L¨¦vinas, Deleuze, Guattari, Tiburi, me amparo en el conocimiento y la pol¨ªtica ¡ªmejor que en Dios¡ª, porque no quiero estar sola ante las fieras.
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