La sombra islamista sobre Argelia
En la protesta argelina pesa el recuerdo del c¨ªrculo vicioso de revuelta popular, recuperaci¨®n del islamismo y guerra civil. El islam est¨¢ desprestigiado y sin l¨ªderes, pero tiene implantaci¨®n local y apoyo internacional
Buteflika no va a ser candidato a un quinto mandato presidencial y quiere administrar una transici¨®n r¨¢pida, pero la calleargelina rechaza esa pr¨®rroga. Argelia afronta un futuro desconocido y suscita ya la pregunta que inquieta en Occidente: ¡°?Cree usted que los islamistas van a adue?arse de esta rebeli¨®n?¡±. Esta es la obsesi¨®n oculta de numerosos medios extranjeros, sobre todo los europeos. Es f¨¢cil adivinar que el s¨ªndrome de Egipto, Siria y Libia ha dejado huella en las opiniones. Mientras millones de manifestantes siguen esperando el gran cambio que el r¨¦gimen intenta negociar de manera ventajosa, la opini¨®n p¨²blica occidental se resiste a utilizar la palabra ¡°primavera¡± y parece estar tan pendiente, desde lejos, de los flujos migratorios como de los gritos de los islamistas.
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¡°Primavera¡± ha dejado de designar el entusiasmo ante las democracias incipientes. El fervor de Occidente, que quiere ser modelo universal de desarrollo y gobernanza, se ha enfriado desde que los levantamientos del denominado mundo ¡°¨¢rabe¡± en 2011 acabaron fracasando. Ahora, la palabra ¡°primavera¡± significa caos, flujo migratorio, represi¨®n, guerra y recuperaci¨®n islamista, ISIS y n¨¢ufragos en el Mediterr¨¢neo. Pero, de pronto, parece que en Argelia hay una ¡°primavera¡± retrasada, y nos lo pensamos un poco antes de aplaudir. ?Es leg¨ªtima esta prudencia?
El c¨ªrculo vicioso de revuelta popular, seguida de recuperaci¨®n islamista y guerra civil, es ya viejo. Naci¨® precisamente en Argelia. El 5 de octubre de 1988, dentro de la marea que llev¨® a la ca¨ªda del muro de Berl¨ªn y el bloque sovi¨¦tico, cientos de miles de argelinos salieron a las calles para exigir reformas, pluralismo, el fin del partido ¨²nico y del control de la polic¨ªa pol¨ªtica sobre la vida p¨²blica. La represi¨®n militar se tradujo en centenares de asesinados en una semana. Pese a todo, hubo una breve apertura pol¨ªtica y un principio de democratizaci¨®n que, al final, benefici¨® a un partido: el Frente Isl¨¢mico de Salvaci¨®n (FIS), una gran nebulosa islamista y yihadista. Ese es el origen de Al Qaeda e ISIS. La formidable ola de rebeld¨ªa argelina se convirti¨® en un proyecto de califato y provoc¨® dos tragedias: el golpe de Estado militar en 1992 y una guerra civil atroz. Doscientos mil muertos, millones de desplazados, ¡°desaparecidos¡±, torturados y exiliados. Durante un decenio, Argelia sufri¨® en soledad lo que el resto del mundo no comprendi¨® hasta los atentados del 11 de septiembre en Estados Unidos: el yihadismo.
¡°Estaremos vigilantes¡±, dicen los j¨®venes. ¡°En el 90 nos tendieron una trampa, pero hoy no ser¨¢ as¨ª¡±
Este c¨ªrculo vicioso se reprodujo en Egipto, en Yemen, en Libia. En Siria, Bachar el Asad dej¨® que los islamistas actuaran a sus anchas entre la muchedumbre y as¨ª acentu¨® la islamizaci¨®n de la revuelta, para poder criminalizar la protesta y reproducir el escenario ganador. De ah¨ª naci¨® un monstruo, el ISIS, hijo a la vez de la guerra de Irak y Arabia Saud¨ª. Esta fatalidad influye todav¨ªa m¨¢s en el ¨¢nimo actual y hace que las simpat¨ªas internacionales respecto a lo que ocurre en Argelia sean vacilantes. De ah¨ª esta pregunta que se oye una y otra vez: ¡°?Volver¨¢n los islamistas a adue?arse de esta revoluci¨®n, aunque el r¨¦gimen quiera administrar y controlar la transici¨®n como ha anunciado?¡±.
Son millones los argelinos que se han manifestado contra Buteflika, asentado en el poder desde hace casi 20 a?os. Anciano y enfermo, gobierna exclusivamente por medio de una familia en la que incluye a sus hermanos, el jefe del Estado Mayor del Ej¨¦rcito y varios empresarios. El anuncio de que buscaba un quinto mandato provoc¨® una inmensa ola de protestas que a¨²n no encuentra salida, a pesar de las promesas del presidente saliente. Durante esta revoluci¨®n suave hemos visto desfilar por las calles a mujeres, j¨®venes, familias, hombres, ni?os. En la multitud se distingue a hombres de la cultura, alg¨²n que otro rostro de la oposici¨®n tradicional rechazada por la calle y l¨ªderes estudiantiles o medi¨¢ticos. Ninguna figura del islamismo. ¡°Estaremos vigilantes¡±, repiten muchos j¨®venes. ¡°En 1990 nos tendieron una trampa, pero hoy no ser¨¢ as¨ª¡±, aseguran otros. Es la referencia a la espiral militares-islamistas de la ¨¦poca de la guerra civil. La calle ha mantenido al margen a los islamistas, sospechosos de connivencia con el r¨¦gimen, considerados culpables de los cientos de miles de muertos durante la guerra. Las j¨®venes generaciones recorren las calles con el recuerdo prudente de los a?os noventa y de lo sucedido en los dem¨¢s pa¨ªses denominados ¡°¨¢rabes¡± desde 2011. Este cord¨®n emocional puede impedir hoy que los islamistas se presenten como salvadores. Uno de los esl¨®ganes esgrimidos es significativo. ¡°No queremos ni barbudos (islamistas) ni kamis (sus t¨²nicas) ni polic¨ªa¡±. La guerra civil dej¨® un trauma que no va a facilitar el regreso de los islamistas.
A este factor pueden a?adirse otros: en Argelia, los islamistas ya no son un partido ¨²nico, grande y poderoso como en los a?os noventa o como los Hermanos Musulmanes en Egipto. El r¨¦gimen ha conseguido fraccionarlos, dispersarlos y dividirlos en una decena de micropartidos que rivalizan por un ministerio, un bloque parlamentario o cualquier beneficio social y econ¨®mico. El dinero del petr¨®leo ha servido para acallar las posibles primaveras desde que Ben Ali huy¨® de T¨²nez, pero tambi¨¦n para comprar a los islamistas. La supuesta pol¨ªtica de reconciliaci¨®n nacional llevada a cabo por el r¨¦gimen desde el fin de la guerra civil en el a?o 2000 ha sido sobre todo una pol¨ªtica clientelar para con los islamistas. Estos se encuentran hoy divididos, desacreditados y carentes de l¨ªderes influyentes. La revuelta de Argelia puede prescindir de ellos, y los islamistas no parten como favoritos en esta ocasi¨®n, pese al apoyo de la Turqu¨ªa de Erdogan a la rama local de los Hermanos Musulmanes y el firme y tradicional respaldo de las monarqu¨ªas del Golfo a los salafistas e islamistas radicales.
La crisis est¨¢ abierta a un final entre la f¨®rmula de Al Sisi, la represi¨®n de El Asad, el fin de Gadafi y la transici¨®n tunecina
?Tienen perdida la batalla, entonces? ?Habr¨¢ democracia en Argelia? Puede que no. Para empezar, el r¨¦gimen sigue siendo rico y poderoso y tiene un sistema de regencia eficaz. Enfrente hay millones de manifestantes, pero ¡°no son m¨¢s que esl¨®ganes¡±, dir¨¢ alg¨²n pol¨ªtico. A la larga, la falta de liderazgo ser¨¢ fatal. Y esa es la brecha que los islamistas locales pueden ahondar. Son la familia pol¨ªtico-religiosa m¨¢s implantada en las zonas rurales de la Argelia profunda, y utilizan los espacios de las mezquitas y las redes de los predicadores, los medios islamistas conservadores a los que el r¨¦gimen ha dejado vivir para inmovilizar a la sociedad y paralizar a los progresistas dem¨®cratas. Los islamistas cuentan adem¨¢s con el beneficio de la experiencia, con redes internacionales, con abundantes recursos humanos y con el prestigio de la ortodoxia religiosa en Argelia. Son una familia prudente que nunca se sit¨²a en primera l¨ªnea durante las revoluciones, sino solo cuando el equilibrio de fuerzas favorece ya a los manifestantes. Es posible que los islamistas secuestren la revuelta por estos motivos, pero tambi¨¦n eso beneficiar¨ªa al r¨¦gimen, que los enviar¨ªa de nuevo a la clandestinidad y se presentar¨ªa como el salvador del pa¨ªs, igual que en Egipto y en Siria. La crisis argelina est¨¢ abierta a un final entre la f¨®rmula de Al Sisi, la represi¨®n de El Asad, el final de Gadafi y la transici¨®n tunecina.
De momento, permit¨¢monos tener la esperanza de que Argelia llegue a una conclusi¨®n diferente a la de ese c¨ªrculo vicioso y fatal de los ¡°¨¢rabes¡±. Pero seamos prudentes. Esta primavera es joven y est¨¢ encerrada entre el invierno islamista y el oto?o del viejo r¨¦gimen.
Kamel Daoud es escritor y periodista argelino.
Traducci¨®n de Mar¨ªa Luisa Rodr¨ªguez Tapia
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