El peso del imperio
Resulta significativo que, en pleno desaf¨ªo catalanista, algunas miradas se hayan vuelto hacia el viejo imperio hisp¨¢nico
Un pasado imperial suele acarrear profundas consecuencias a largo plazo. Deja v¨ªnculos culturales y econ¨®micos estrechos, poblaciones mezcladas, heridas abiertas y un imaginario dif¨ªcil de borrar. Ah¨ª est¨¢ el Reino Unido, que invent¨® la nueva Commonwealth para mantenerse vivo como gran potencia y a¨²n no se ha recuperado de la debacle colonial, algo muy presente en la espantada del Brexit. En el caso espa?ol, la monarqu¨ªa perdi¨® el grueso de sus posesiones en Am¨¦rica a comienzos del siglo XIX, pero Espa?a fue un imperio ultramarino hasta 1898. Despu¨¦s, y pese a los irregulares escarceos en ?frica, la identidad nacional se ha alimentado de cierta nostalgia imperial, esa que aspira a encabezar una gran comunidad transatl¨¢ntica, llamada la Raza, la Hispanidad o Iberoam¨¦rica. No es casual que el 12 de octubre haya celebrado en 2018 su centenario como d¨ªa festivo y, m¨ªnimo com¨²n denominador de la espa?olidad, sea hoy la fiesta nacional.
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As¨ª pues, parece significativo que, en plena crisis pol¨ªtica provocada por el desaf¨ªo catalanista, algunas miradas se hayan vuelto hacia el viejo imperio hisp¨¢nico, sin miedo a recuperar ideas de hace 100 a?os. Por ejemplo, se afirma, como hac¨ªan los intelectuales de la Restauraci¨®n, que Espa?a es un completo fracaso, una excepci¨®n dentro de Europa, y que el origen de sus males hay que buscarlo en la aventura imperial. Josep M. Colomer, un reconocido acad¨¦mico catal¨¢n, no duda en afirmar que Espa?a ¡°se jodi¨® en 1492¡± y establecer una secuencia determinista: el prematuro y ruinoso imperio desemboc¨® en un Estado d¨¦bil, lo cual condujo a una naci¨®n construida a medias y, por fin, a una democracia de baja calidad. Todo ello bajo el gobierno de ¨¦lites corruptas y con una ciudadan¨ªa ap¨¢tica y jaranera. La Espa?a de siempre, de la cual no sorprende que muchos quieran irse.
M¨¢s llamativo a¨²n resulta el ¨¦xito de quienes reivindican el buen nombre de la empresa imperial espa?ola. Mar¨ªa Elvira Roca Barea y sus seguidores han reflotado los antiguos llamamientos a luchar contra la Leyenda Negra, que tergiversa sin descanso lo ocurrido. Juli¨¢n Juder¨ªas, autor del primer best seller sobre el asunto en 1914, bailar¨¢ contento en su tumba. Seg¨²n estos estudiosos recientes, el imperio hisp¨¢nico sufri¨® m¨¢s que ning¨²n otro las invectivas propagand¨ªsticas, sobre todo por el encono contra el catolicismo de nacionalistas y protestantes, incapaces de reconocer la obra civilizadora realizada en la Am¨¦rica hispana, donde predominaron la integraci¨®n racial, la armon¨ªa y la prosperidad. Se reivindican el mestizaje y las Universidades, se ignoran en cambio las matanzas y revueltas. Una supuesta verdad que, lejos de avergonzarnos, vale para alimentar nuestro orgullo patri¨®tico en estos tiempos turbulentos, vivero de otras leyendas negras.
Espa?a es, nos guste o no, una naci¨®n posimperial, que comparte algunos problemas con otras de similar estirpe
El prestigio de los ensayos hist¨®ricos se pone, una vez m¨¢s, al servicio de los afanes pol¨ªticos inmediatos. De manera atractiva y apasionada, a menudo, con textos bien escritos. Pero sin evitar la reiteraci¨®n de argumentos esencialistas o anacr¨®nicos: hacer ver que los espa?oles de ahora se parecen m¨¢s a los del siglo XVI que a sus coet¨¢neos europeos, o hablar sin rebozo de nacionalismos en aquella ¨¦poca, no resisten cr¨ªtica alguna. Mejor ser¨ªa prestar atenci¨®n al trabajo de historiadores que han explicado la complejidad y la importancia del imperio en la trayectoria hisp¨¢nica, de John H. Elliott a Josep Maria Fradera. Tambi¨¦n en la ¨¦poca contempor¨¢nea, pues la Espa?a del XIX apenas se entiende sin Cuba y Filipinas, tampoco la del XX sin el trasfondo de Marruecos. Espa?a es, nos guste o no, una naci¨®n posimperial, que comparte algunos problemas con otras de similar estirpe.
Los juicios sobre el pasado imperial suministran, adem¨¢s, munici¨®n a las batallas partidistas candentes. Que Espa?a no tiene remedio, que nunca lo tuvo, es ya un lugar com¨²n en el independentismo catal¨¢n. Que posee una historia gloriosa y volver¨¢ a ser grande, un lema que toma fuerza entre las derechas espa?olistas, envalentonadas por el proc¨¦s. Como cantaban Los Nikis, ¡°Seremos de nuevo un imperio¡±. Sus sectores m¨¢s aguerridos combinan el apego a Hispanoam¨¦rica con un antieurope¨ªsmo rampante. Pero tal vez no hayan reparado en la paradoja que contiene ese empe?o apolog¨¦tico: si el imperio espa?ol ¡ªcompuesto, tolerante, aglutinador de varias partes en pie de igualdad¡ª fue tan ben¨¦fico como dicen, quiz¨¢ no sea una barbaridad pensar en una estructura del Estado espa?ol basada en alg¨²n sistema neoimperial. Ese era el sue?o del catalanismo moderado que tanto se echa de menos desde 2010, admirador del Imperio Austro-H¨²ngaro ¡ªdonde conviv¨ªan pueblos diferentes con sus propias lenguas y normas¡ª y abogado de una especie de imperialismo ib¨¦rico en el que Catalu?a constituyera la pieza fundamental. Pi¨¦nsenlo.
Javier Moreno Luz¨®n es catedr¨¢tico de Historia en la Universidad Complutense de Madrid.
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