No podemos esperar

Comenz¨® delante del Parlamento sueco el 27 de agosto, un d¨ªa de colegio como cualquier otro. Greta se sent¨® con el cartel y los panfletos que hab¨ªa hecho en su casa. Era la primera huelga escolar. Desde entonces, los viernes dejaron de ser d¨ªas lectivos normales. Los dem¨¢s, muchos de nosotros, recogimos el testigo en Australia, Alemania, B¨¦lgica y, pronto, en todo el mundo. Sab¨ªamos que hab¨ªa una crisis clim¨¢tica. No solo porque hubieran ardido los bosques en Suecia o en EE?UU o por los bruscos cambios entre inundaciones y sequ¨ªas en Alemania y Australia. Lo sab¨ªamos porque todo lo que le¨ªamos y ve¨ªamos nos dec¨ªa a gritos que algo andaba muy mal.

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Ese primer d¨ªa de negarse a ir al colegio fue un d¨ªa de soledad, pero, desde entonces, el movimiento de huelguistas por el clima ha barrido el planeta. Hoy, j¨®venes de m¨¢s de 90 pa¨ªses dejar¨¢n sus aulas para exigir medidas frente a la mayor amenaza que afrontamos. Hoy hacemos huelga, desde Londres hasta Kampala y desde Varsovia hasta Bangkok, porque los pol¨ªticos nos han defraudado. Hemos presenciado a?os de negociaciones, acuerdos lamentables sobre el cambio clim¨¢tico, empresas de combustibles f¨®siles con carta blanca para abrir y perforar nuestras tierras y quemar nuestro futuro en beneficio propio. Hemos visto que contin¨²an las fracturas hidr¨¢ulicas, las perforaciones en aguas profundas y las extracciones de carb¨®n. Los pol¨ªticos saben la verdad sobre el cambio clim¨¢tico y han entregado voluntariamente nuestro futuro a especuladores cuyas ansias de dinero r¨¢pido ponen en peligro nuestra existencia.

El Panel Intergubernamental de la ONU sobre el Cambio Clim¨¢tico del a?o pasado dej¨® muy claros los enormes peligros de que el calentamiento global sobrepase 1,5 grados cent¨ªgrados. Si queremos evitarlo, las emisiones deben disminuir a toda velocidad, para que, cuando nosotros tengamos entre 20 y 30 a?os, podamos vivir en un mundo transformado. Si los que ahora ocupan el poder no act¨²an, ser¨¢ nuestra generaci¨®n la que sufrir¨¢ las consecuencias. Los que hoy tenemos menos de 20 a?os quiz¨¢ vivamos en 2080, y tendremos que afrontar un mundo que se ha calentado en 4 grados. Los efectos de ese calentamiento ser¨ªan desastrosos.

No se trata solo de reducir las emisiones, sino de justicia; el sistema actual no sirve, porque solo beneficia a los ricos. El lujo del que disfrutamos unos pocos en el norte del planeta depende de los sufrimientos de la gente que vive en el sur. Hemos visto a los pol¨ªticos titubear y dedicarse a juegos pol¨ªticos en vez de reconocer que las soluciones que necesitamos no pueden hallarse en el sistema actual. No quieren afrontar los hechos: para intentar hacer algo ante la crisis clim¨¢tica debemos cambiar el sistema.

Cuando nuestra casa est¨¢ en llamas, no podemos dejar que sean los ni?os los que las apaguen; necesitamos que los adultos se responsabilicen

Este movimiento era inevitable, no ten¨ªamos m¨¢s remedio. La inmensa mayor¨ªa de los que hacemos hoy huelga por el clima no podemos votar a¨²n. A pesar de ver la crisis clim¨¢tica, a pesar de conocer la realidad, no estamos autorizados a elegir qui¨¦n va a tomar las decisiones al respecto. H¨¢ganse esta pregunta: ?no har¨ªan huelga tambi¨¦n ustedes, si pensaran que podr¨ªa ayudarles a garantizar su futuro? Por eso hoy vamos a abandonar las aulas, a olvidarnos de nuestras clases, y vamos a salir a las calles para gritar ¡°Basta ya¡±. Los adultos no dejan de decir: ¡°Tenemos la obligaci¨®n de dar esperanza a los j¨®venes¡±. Pero nosotros no queremos su esperanza. No queremos que tengan esperanza. Queremos que sientan p¨¢nico y que hagan algo.

Nos hemos fiado de que los adultos tomar¨ªan las decisiones apropiadas para garantizar el futuro de la pr¨®xima generaci¨®n. Es indudable que no tenemos todas las respuestas. Pero lo que s¨ª sabemos es que necesitamos mantener los combustibles f¨®siles en el subsuelo, eliminar gradualmente los subsidios a la producci¨®n de energ¨ªas sucias, invertir seriamente en las renovables y empezar a hacer preguntas inc¨®modas sobre c¨®mo estructuramos nuestras econom¨ªas, qui¨¦n sale ganando y qui¨¦n sale perdiendo.

Es muy importante que hagamos todo eso ya. Los cambios necesarios requieren que todo el mundo sea consciente de que esta es una crisis y se comprometa a hacer transformaciones radicales. Creemos firmemente que podemos salvar el planeta, pero tenemos que actuar ya.

No hay zonas grises cuando lo que est¨¢ en juego es la supervivencia. No hay un mal menor. Por eso hoy los j¨®venes hacen huelga en todos los rincones del mundo, y por eso pedimos que los mayores se unan a nosotros en las calles. Cuando nuestra casa est¨¢ en llamas no podemos dejar que sean los ni?os los que las apaguen; necesitamos que los adultos se responsabilicen de haber prendido la chispa. De ah¨ª que, por una vez, pidamos a los adultos que sigan nuestro ejemplo: no podemos seguir esperando.?

Firman este art¨ªculo: Greta Thunberg (Suecia), Anna Taylor (Reino Unido), Holly Gillibrand (Reino Unido), Luisa Neubauer (Alemania), Kyra Gantois (B¨¦lgica), Anuna de Wever (B¨¦lgica), Ad¨¦la?de Charlier (B¨¦lgica) y Alexandria Villasenor (Estados Unidos).

Traducci¨®n de Mar¨ªa Luisa Rodr¨ªguez Tapia