Un legado de arte y memoria
La regi¨®n alberga m¨¢s de 260 bienes de inter¨¦s cultural en 160 localidades que son clave para impulsar el turismo y asentar la poblaci¨®n
El sonido rompe el aire. El repicar de campanas hiende el silencio. Extremadura exhala espiritualidad como la fotos¨ªntesis genera clorofila. Procede de sus monasterios, iglesias, abad¨ªas, ruinas romanas y tartesias, cuevas prehist¨®ricas. Llega de todas partes. El patrimonio cultural, ese ininterrumpido di¨¢logo del paso del hombre y sus obras, es una presencia continua en el territorio. El casco hist¨®rico de C¨¢ceres, los vestigios ¨¢rabes de Badajoz, el centro monumental de Plasencia, el ayer romano de M¨¦rida. La enorme levedad del peso de la historia se vuelve tangible. En 2017, seg¨²n un trabajo de la revista de geograf¨ªa Pol¨ªgonos, hab¨ªa en la regi¨®n 261 bienes declarados de inter¨¦s cultural (BIC) repartidos por 160 localidades.
Estos n¨²meros, sin duda, hoy habr¨¢n aumentado, porque el legado extreme?o resulta profundo y extenso. Aunque tenga sus anclajes. La ciudad vieja de C¨¢ceres, desde 1986, y M¨¦rida y Guadalupe (1993) forman parte del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO. Tres poblaciones con las que delinear un paisaje cultural. A la vez f¨ªsico, a la vez intangible. Imposible asir la m¨ªstica de la Semana Santa cacere?a, la belleza rota de los bancales de cerezos en flor del Valle del Jerte, la algarab¨ªa del carnaval de Badajoz o la Pasi¨®n de M¨¦rida y Jerez de los Caballeros (Badajoz). Ni, desde luego, retener las notas del Festivalino de Pescueza (C¨¢ceres). Una partitura que tiene su propio r¨¦cord: es el festival de m¨²sica m¨¢s peque?o del mundo.
Todo est¨¢ conectado con todo en el patrimonio extreme?o. Desde lo minoritario a lo colectivo. Neuronas en una continua sinapsis cultural. Es una experiencia escuchar el sonido telegr¨¢fico de a fala, una lengua hablada solo por 5.000 habitantes en la frontera natural entre C¨¢ceres, Salamanca y Portugal. Otra, muy distinta, es sentarse en el teatro romano de M¨¦rida y contemplar los grandes mitos grecolatinos. Su Festival Internacional de Teatro Cl¨¢sico acumula 64 ediciones, miles de visitantes y un declamar que se esparce por el planeta. En 2011 acudieron 50.000 espectadores, en la ¨²ltima edici¨®n; 175.577. "El p¨²blico se ha triplicado", valora Jes¨²s Cimarro, director del certamen. "Pero su importancia no solo reside ah¨ª. Por cada 30 euros invertidos en el espect¨¢culo se revierten 150 a la regi¨®n. Creamos empleo, generamos econom¨ªa y hacemos ciudad".
Cuesti¨®n de equilibrio
Pero, a veces, el ¨¦xito conlleva tambi¨¦n una parte de olvido. "El excepcional arte romano de Em¨¦rita Augusta est¨¢ dificultando el conocimiento de otras presencias y momentos hist¨®ricos, como, por ejemplo, los yacimientos de la m¨ªtica civilizaci¨®n tart¨¦sica", admite Francisco P¨¦rez Urban, director general de Bibliotecas, Museos y Patrimonio Cultural. Extraordinario, por ejemplo, el sitio de Turu?uelo de Guare?a, en las Vegas Altas del Guadiana, en Badajoz.
El reto de Extremadura pasa por encontrar el equilibrio en el fiel de la balanza. Bilbao lo hall¨® con el Guggenheim de Frank Gehry. M¨¦rida parece buscarlo con su Museo Nacional de Arte Romano (MNAR), una joya de Rafael Moneo. Desde 1993 forma parte del Patrimonio de la Humanidad. Sin embargo, muy pronto, cuando se inaugur¨®, en 1986, ya era memoria de la identidad de una regi¨®n. "El Museo se ha convertido en un im¨¢n del turismo cultural pero tambi¨¦n tiene una proyecci¨®n internacional de primer orden que nos sit¨²a como una de las instituciones arqueol¨®gicas m¨¢s importantes del mundo", apunta Trinidad Nogales, directora del MNAR. El recuerdo de las civilizaciones antiguas son sus ruinas y la instituci¨®n necesita m¨¢s espacio para contar ese relato. Por eso ampliar¨¢ un 20% su superficie. M¨¢s talleres educativos, m¨¢s actividades did¨¢cticas, m¨¢s lugar para los investigadores; m¨¢s museo.
Mientras esto sucede en M¨¦rida, el sonido rompe, de nuevo, el aire y las campanas repican en el Real Monasterio de Santa Mar¨ªa de Guadalupe. Santuario de la virgen morena que se convirti¨® en la patrona de M¨¦xico. No es de extra?ar si recordamos la historia de los conquistadores. Sus nombres evocan el desierto y la pobreza de quienes huyeron de estas tierras para ganar imperios, selvas, plata, oro y muerte. Pero Extremadura ya no es aquella tragedia que film¨® Luis Bu?uel en su documental Las Hurdes, tierra sin pan, de 1933. Ya no es pobreza ni di¨¢spora. "Hoy la prosperidad y la cultura son parte central del discurso pol¨ªtico", comenta Carmen Hern¨¢n, presidenta de la Asociaci¨®n de Gestores Culturales de Extremadura (AGCEX). "La comunidad ha apostado por asentar la poblaci¨®n en el territorio. Es una prioridad que se refleja en que no se ha cerrado ning¨²n pueblo. Esto ayuda a conservar el patrimonio material e inmaterial".
Sin embargo, la regi¨®n todav¨ªa es una gran desconocida. Pese a los avances (existen dos vuelos diarios de ida y vuelta que conectan con la capital de Espa?a), y su geograf¨ªa a medio camino entre Madrid y Portugal. "Las comunicaciones con la capital son escasas y nos falta el AVE", reconoce Miriam Garc¨ªa, secretaria general de Cultura de Extremadura. A pesar de todo, "el mundo cada vez nos presta m¨¢s atenci¨®n". Solo el Gran Teatro de C¨¢ceres ha reunido a 222.787 espectadores. Los festivales ocupan un lugar central en una regi¨®n que mima las artes esc¨¦nicas. De hecho, ser¨¢ la primera comunidad que tendr¨¢ una ley propia.
Porque las normas construyen tambi¨¦n el patrimonio. Extremadura mira a los ojos de la memoria hist¨®rica. Trabaja en la creaci¨®n de un censo de v¨ªctimas de la Guerra Civil y un mapa de fosas. Quiere dar sepultura digna a los muertos de la represi¨®n franquista. La lucha contra el olvido resulta tan importante como la conservaci¨®n del Monasterio de Santa Mar¨ªa de Guadalupe. Pues ambas son imprescindibles en el narrar de la historia. Aunque no ser¨¢ f¨¢cil proteger el recuerdo. Ni inmaterial ni material. En una comunidad tan rica en patrimonio, el expolio resulta una tentaci¨®n. El Gobierno extreme?o vigila, especialmente, las cuevas de Maltravieso (C¨¢ceres), de unos 66.700 a?os de antig¨¹edad, el Castro de Villasviejas del Tamuja (Botija, C¨¢ceres), el yacimiento arqueol¨®gico La Cimurga (Navalvillar de Pela, Badajoz), la ermita de Bel¨¦n (Cabeza de Buey, Badajoz) o el Castillo de Miraflores (Alconchel, Badajoz).
La Administraci¨®n conoce el valor de esos, y otros, sitios. "Esta legislatura hemos creado la Unidad de Protecci¨®n del Patrimonio para proteger los espacios arqueol¨®gicos y culturales", observa Francisco P¨¦rez Urban. "Pero existen tal cantidad de lugares que resulta imposible vigilarlos todos continuamente. Por eso estamos haciendo una labor de concienciaci¨®n entre agricultores y ganadores, que son quienes, generalmente, conviven con estos yacimientos, para que conozcan su valor y se impliquen en la protecci¨®n". Tiene que fraguar una idea: el patrimonio es la memoria de todos; si se pierde, el hombre se queda hueco.
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