Lazoamarillolog¨ªa
Los fundamentos del argumentario de Torra y del nacionalismo catal¨¢n resultan de una pobreza conceptual a veces hasta el infantilismo
La l¨®gica circense de Torra no se va a agotar en la exitosa operaci¨®n de los lazos amarillos, con la que ha prolongado durante d¨ªas su rebeld¨ªa de titulares, ocupando portadas con menos esfuerzo que Bel¨¦n Esteban y regal¨¢ndose un protagonismo barato como l¨ªder insumiso a sabiendas de que el garantismo de las instituciones le daba margen para estirar el show. Todo en Torra es gestualidad primaria, aunque lo inquietante no es tanto ese instinto para el espect¨¢culo como la literatura de acompa?amiento. El circo, de hecho, est¨¢ descontado. El proc¨¦s debe mucho a las performances, las diadas masivas, esa inclinaci¨®n a los coros&danzas que ha sido caracter¨ªstica de todos los grandes nacionalismos incluyendo el franquista. Pero m¨¢s all¨¢ de ese perfil festivo, consustancial al proc¨¦s, es f¨¢cil constatar c¨®mo los lazos han arrastrado consigo un argumentario como si tuvieran realmente un fundamento democr¨¢tico de entidad.
D¨ªas atr¨¢s, en la reuni¨®n de Macron con decenas de intelectuales en el El¨ªseo para evaluar la crisis de los chalecos amarillos, la polit¨®loga Dominique Schnapper, a la que debe mencionarse no como hija de Raymond Aron sino autora de La Communaut¨¦ des citoyens o L¡¯Esprit d¨¦mocratique des lois, record¨® que ¡°la democracia es respetar las instituciones democr¨¢ticas y el Estado de derecho¡±. La primera l¨ªnea de defensa de la democracia est¨¢ ah¨ª, o no est¨¢. Y de ese principio elemental trata el pulso indepe con la Junta Electoral; no de lazos, sino de su resistencia a las instituciones democr¨¢ticas y al cumplimiento de la ley. Claro que si Torra reuniese a los intelectuales del proc¨¦s, probablemente no escuchar¨ªa eso, sino algo tipo ¡°?Hagamos una cal?otada en un submarino amarillo!¡±.
El soci¨®logo Julien Damon, en ese encuentro del presidente franc¨¦s con intelectuales, se refiri¨® a la chaleco-amarillolog¨ªa, concepto sugerido por el hartazgo de ver a unos y otros a diario en televisi¨®n diciendo ¡°los chalecos amarillos son esto¡¡± o ¡°los chalecos amarillos son aquello¡¡± . Y aqu¨ª estamos enredados en la lazoamarillog¨ªa. Llevamos demasiado tiempo debatiendo sobre su valor, su presencia p¨²blica, su legitimidad... El triunfo de la impostura de los lazos est¨¢ precisamente ah¨ª. Por obvio que sea que en Espa?a no hay presos pol¨ªticos, no hay persecuci¨®n de las ideas ni represi¨®n censora como en Turqu¨ªa, hay un debate constante en torno a algo que lleva adherido ese relato. Y no desaparece con los lazos y pancartas: el abuso de su presencia deja ah¨ª la sombra de su ausencia.
Los fundamentos del argumentario de Torra y del nacionalismo catal¨¢n resultan de una pobreza conceptual a veces hasta el infantilismo. Se trata, claro est¨¢, de una formidable impostura. El ¨¦xito, sin embargo, es que su clientela haya perdido por completo la noci¨®n de la realidad; y asuman que efectivamente las instituciones, en lugar de practicar la neutralidad democr¨¢tica en campa?a, ejercen derechos individuales como la libertad de expresi¨®n y otros derechos fundamentales representados en los lazos. En definitiva, al comprar el s¨ªmbolo, compran el relato. La lazomarillolog¨ªa ha servido para olvidar que los lazos no simbolizan la libertad, sino un proceso ilegal contra la mitad de la poblaci¨®n.
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