La ¡°Gran Cosa Mala¡±
El mejor combate contra Vox es no hablar de Vox
El mejor combate contra Vox es no hablar de Vox. Dicho esto, y para evitar entrar en una contradicci¨®n performativa, deber¨ªa cambiar de tema o callarme. Y sin embargo, como tantos otros, siento que ¡°necesito¡± hacerlo, que no me basta con recurrir a una indiferencia estrat¨¦gica. Y no es porque los tema. Me ocurre como a tantos otros, que no puedo resistirme a la fascinaci¨®n por eso que Rorty denominara la ¡°Gran Cosa Mala¡±, la anomal¨ªa que se introduce en nuestro cuerpo pol¨ªtico y amenaza con contaminarlo. Por eso no podemos dejar de hablar de ellos. Porque, como bien observara Rafael del ?guila, el mal siempre es objeto de una expectaci¨®n inusitada, no podemos evitar la urgencia por rastrearlo y tratar de conocerlo. Acaso ¡ªnos dice¡ª, en el fondo lo veneramos sin saberlo.
Pero esto equivale a otorgar a Vox un car¨¢cter ¨¦pico-sat¨¢nico del que seguramente carece. No, el esc¨¢ndalo que ha mostrado la izquierda desde la fulgurante entrada de este partido en la C¨¢mara andaluza es exagerado. Igual que es irresponsable la indiferencia, mezclada con un reprimido regocijo, con el que ha sido saludado por la derecha. Ni es la Gran Cosa Mala, ni es un partido m¨¢s. Supone m¨¢s bien el afloramiento de algo que siempre ha estado ah¨ª, un sector de la derecha tradicional que nunca consigui¨® ajustarse del todo a la democracia. M¨¢s que significar la entrada de algo nuevo y rupturista, en realidad representa algo muy viejuno que hasta ahora estaba reprimido.
Puede que su ¨¦xito lo deba precisamente a eso, a la extra?a combinaci¨®n entre l¨ªder a caballo ¡ªa lo Putin¡ª con entrega nacional-identitaria, marchas militares y discoteca, simbolog¨ªa que record¨¢bamos en blanco y negro puesta al d¨ªa con memes y glyphs en las redes, sonrientes j¨®venes que se codean con militares jubilados en las listas. Todo es anacr¨®nico y a la vez vintage, mola porque es antiguo y moderno a la vez. Y porque, como en los dem¨¢s populismos, se da le?a a lo pol¨ªticamente correcto, a la asepsia y contenci¨®n liberal, y se glorifica el ardor patri¨®tico bien envuelto en ¨¦xtasis emocional.
En realidad es un partido reaccionario en su sentido cl¨¢sico, de resistencia frente a la Espa?a constitucional y su Estado de las Autonom¨ªas, la revoluci¨®n de la mujer y todo cuanto huela a progresista. Pero tambi¨¦n, y esto es lo curioso, frente a la propia derecha del consenso del 78.
Hay algo que quiz¨¢ no hemos observado adecuadamente, la superposici¨®n y el estallido en nuestro presente de los tres grupos que perdieron la batalla de la Transici¨®n: el nacionalismo radical vasco-catal¨¢n, la extrema izquierda republicana y, obviamente, el franquismo sociol¨®gico. Los dos primeros ya hab¨ªan asomado la cabeza, ahora lo hace el tercero. Cada uno con sus importantes diferencias, pero conjuntamente est¨¢n actuando como una pinza que presiona y contribuye a emborronar el anterior dibujo de nuestra democracia. Ahora han vuelto a distribuirse las cartas y ya no sabemos bien qui¨¦n acabar¨¢ llev¨¢ndose la nueva partida. El nuevo ciclo todav¨ªa carece de rostro.
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