Todos deber¨ªamos ser ecologistas
Alexandria Ocasio-Cortez no est¨¢ loca, como no lo est¨¢ Greta Thunberg
El anhelo de igualdad ha venido para quedarse. Los que reniegan de este nuevo discurso que al fin est¨¢ asumiendo la izquierda, los que a?oran aquella clase trabajadora de corte monol¨ªtico, ignorante de que las singularidades individuales influyen poderosamente en el lugar socioecon¨®mico que cada uno ocupa, est¨¢n condenados a la anacron¨ªa. Acabar¨¢n modificando su discurso enfurru?ado, estoy convencida, porque, dada la distancia emocional del ciudadano con los partidos pol¨ªticos, est¨¢ siendo hoy el activismo el dinamizador de la contestaci¨®n social. Cuando el 8 de marzo particip¨¢bamos en las grandes movilizaciones feministas, este a?o mucho m¨¢s frecuentadas por los hombres, pudimos observar que esta fecha est¨¢ poco a poco haciendo confluir, bajo el lema de la igualdad, reivindicaciones sociales de diferente ¨ªndole. ?Por qu¨¦ no habr¨ªa de abanderar la mujer, si cuenta ahora con este poder de convocatoria, la necesidad urgente que tiene parte de la ciudadan¨ªa de mejorar el mundo?
Eso es, desde mi punto de vista, lo que representa el fen¨®meno de la congresista neoyorquina Alexandria Ocasio-Cortez. Fue su condici¨®n de activista lo que la impuls¨® a la pol¨ªtica, pero de su compromiso no est¨¢ exento el hecho de ser mujer, tener un origen puertorrique?o (el colectivo m¨¢s feamente se?alado en Nueva York) y provenir de clase trabajadora. La chica del Bronx. Lo extraordinario es que el desprecio y la mofa que provoca en los trumperos y la fascinaci¨®n que despierta en los j¨®venes se ha contagiado a nuestro pa¨ªs. En las redes irrumpen las burlas que provoca; como siempre, no se puede concebir que una mujer joven y guapa sea adem¨¢s tan osada como para hacer un discurso articulado, un brillante interrogatorio sobre las financiaciones de las campa?as en la C¨¢mara de Representantes. Las cr¨ªticas van desde la ofensa habitual, que se resume en tacharla de descerebrada, a lo pueril, resaltando el hecho de que a la chica que serv¨ªa bebidas en un bar se le est¨¢ despertando una tendencia peligrosa por la ropa elegante. Y ya se sabe que la elegancia es incompatible con ser de izquierdas. O bailar con gracia, como suelen hacerlo, por cierto, las muchachas de barrio. Esas p¨¢ginas idiotas se comparten tambi¨¦n aqu¨ª, como si se temiera que el fen¨®meno Ocasio pudiera tener su r¨¦plica.
Pero tambi¨¦n nos llega su influjo. Ante el negacionismo del cambio clim¨¢tico de la derecha, apoyado por un capital sin escr¨²pulos, los partidos de centro-izquierda o izquierda no hab¨ªan reaccionado hasta ahora con la urgencia y la firmeza que esta amenaza acuciante requiere, e incluso sosten¨ªan el viejo discurso de que por encima de la limpieza del ambiente estaban los puestos de trabajo. El presente por delante de un futuro catastr¨®fico. Pero el futuro ya est¨¢ aqu¨ª. Y es ah¨ª donde la discutida, vapuleada y admirada congresista se ha sacado de la manga eso que ha llamado el Green New Deal, un nuevo acuerdo que descarbonizando la energ¨ªa no haga recaer las consecuencias del cambio sobre la clase trabajadora, sino que esta sea la principal beneficiaria del nuevo acuerdo social. En Espa?a no contamos con un nombre tan evocador como Green New Deal, porque este hace referencia a las medidas econ¨®micas con las que Roosevelt salv¨® a su pa¨ªs de la Depresi¨®n, pero al menos es esperanzador que nos dejemos contagiar por este impulso. Ocasio-Cortez no est¨¢ loca, como no lo est¨¢ Greta Thunberg. Al lema aportado por Chimamanda Ngozi Adichie: ¡°Todos deber¨ªamos ser feministas¡±, es urgente a?adirle ¡°y ecologistas¡±. Solo sobre estos dos movimientos cabe la posibilidad de reducir el infierno.
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