Desde que empec¨¦ con esto del sexo, no hay reuni¨®n que se precie en la que alguien no me pregunte, aunque sea de refil¨®n, si s¨¦ de alguna pastillita que provoque deseo. El estupefaciente deseado, lo llamo.
En realidad, ser¨ªa la panacea de cualquiera. Un bote en el que cupieran cincuenta pastillitas y que cada una de esas pastillas te generara un subid¨®n que te lanzara a los brazos de la persona con la que compartieras el momento, ni siquiera tu vida. Ese estupefaciente deseado, aviso, se vender¨ªa m¨¢s que cualquier otro f¨¢rmaco. Hablamos de cancaneo amigos. Es probable que si existiera, lo querr¨ªamos aunque fuera de contrabando ?Por qu¨¦? Porque la falta de deseo es la causa de que no tengamos m¨¢s relaciones sexuales y esto nos trae de cabeza. De todas las demandas de consultas que recibimos en mi programa en la SER, Contigo Dentro, siempre emerge algo relacionado con la falta de deseo. Casi siempre, hombres reclamando alguna soluci¨®n para la falta de deseo de sus mujeres.
Lo malo del sexo es que ninguno de sus problemas pueden solucionarse con una pastilla. Las ¨²nicas pastillas que entran en el juego son o las bolas brasile?as, que, introducidas en la vagina permiten que entre lo que sea necesario (disfruten, se?oras), o la p¨ªldora anticonceptiva, que bien que permite tener el sexo deseado con tu pareja. Pero una gragea que nos haga desear al de enfrente, no. Ya lo siento. El deseo, l¨¢stima, se genera en el cerebro. Y para provocarlo hace falta haber disfrutado del sexo y echarlo de menos. Esto funciona as¨ª. Lo que no ha sucedido no genera ninguna nostalgia, dejen de inventarse melodramas.
La anorgasmia, por ejemplo, se trata en consulta. Carol Armero, sex¨®loga y orientadora sexual es una experta en el tema, "la anorgasmia es una insensibilidad genital; cuando se tiene anorgasmia no se siente siquiera un pellizco en la vulva. Hay personas que creen que es una cuesti¨®n de deseo, pero no. Por eso cuando vienen a consulta siempre les pregunto ?tienes insensibilidad genital? Y a partir de aqu¨ª, del grado de insensibilidad que se tenga, se empieza a trabajar". Efectivamente, muchas de las mujeres que van a consulta aquejadas de anorgasmia, en realidad lo que tienen es una sexualidad nefasta. Muchas no se han masturbado siquiera. O cuando lo han hecho, no lo han hecho todo lo bien que se podr¨ªa hacer. Y a hacerlo se aprende.
"Cada pareja pierde el deseo por una raz¨®n personal", argumenta Carol Armero, "pueden bajar las ganas por dolor o molestia en las primeras relaciones sexuales o despu¨¦s de un parto.? Puede que el estr¨¦s nos consuma, puede que estemos preocupados por alg¨²n asunto familiar... Otras veces, no queremos afrontar que no disfrutamos de nuestras relaciones sexuales. Si para m¨ª el sexo fuera pescado, me gusta, pero puedo vivir sin ¨¦l. Terminan por olvidarse del tema y ni se preocupan en mejorarlo. Pero ocurre, tambi¨¦n, que no queremos aceptar que el placer ha sido menospreciado en nuestra relaci¨®n sexual de pareja." E igual que no aceptamos esto, queremos solucionar nuestros problemas de cama as¨¦ptica y farmacol¨®gicamente, a ser posible.
Cuando aprendemos a masturbarnos hasta llegar al orgasmo, podemos explicarle c¨®mo hacerlo a nuestra pareja
Algunos hombres empiezan a ser valientes y a reconocerse con escasez de libido. No es lo habitual. A¨²n hay mucho estigma de que somos nosotras las que no tenemos ganas. Pero la falta de deseo afecta lo mismo a unos que a otras y siempre por dos motivos: la ignorancia sobre c¨®mo conseguimos provocarnos placer. Y que para que algo nos guste, primero tenemos que haberlo disfrutado. En consulta, Carolina Armero recurre a tablas de masturbaci¨®n. "Los ejercicios de la tabla exploran diferentes t¨¦cnicas de masturbaci¨®n hasta concretar qu¨¦ gusta y c¨®mo. Cuando aprendemos a masturbarnos hasta llegar al orgasmo, podemos explicarle c¨®mo hacerlo a nuestra pareja". Despu¨¦s de uno de estos tratamientos, una mujer, con pareja desde hac¨ªa treinta a?os le confes¨® "?A ver c¨®mo le explico ahora a mi marido que llevo todo este tiempo fingiendo los orgasmos!".
Que acudiera a la consulta ya significa que quer¨ªa solucionarlo.
Silvia Gismera Neuberger, doctora en psicolog¨ªa de la salud reflexiona sobre por qu¨¦ queremos encontrar una pastilla para solucionar nuestros problemas de deseo. Por lo mismo que las usamos para los problemas de peso, para poder comenzar el d¨ªa, para dormir... Una pastilla, como dice ella, que nos resuelva la vida. "Frente al esfuerzo que supone llegar a metas sin pastillas buscamos el camino f¨¢cil, sin esfuerzo. Es el principio por el que funcionan, mejor dicho venden, las dietas milagro: prometen resultados sin esfuerzo. Estamos saturados de exigencias, as¨ª que si nos facilitan el trabajo mejor. El deseo requiere tiempo y cuidados diarios, es posible que solo est¨¦ en las prioridades de algunos; qu¨¦ f¨¢cil es saber que con una pastilla puedo tenerlo cuando quiero".
Dicho lo cual, m¨¢s le vale a amantes venideros aprenderse que para recordar algo, antes debe haber sucedido. No vayan a dar por hecho, con un polvo de mierda, que lo tienen todo vendido.
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