Agradecidos
Las im¨¢genes de Carlos y Camilla demuestran lo bien que sienta el estilo colonial
Estoy en desacuerdo con la petici¨®n del presidente mexicano, Andr¨¦s Manuel L¨®pez Obrador, al Rey de Espa?a, exigiendo que se disculpen por lo acaecido en la conquista de M¨¦xico hace 500 a?os. No nac¨ª mexicano sino venezolano, pero desde muy peque?o, cuando ve¨ªa esas im¨¢genes en el libro de Historia de los conquistadores atravesando nativos con sus lanzas y agarrando mujeres entre sus gruesos antebrazos rubios, renegaba de esa manera de conocerse tan poco seductora. Pero luego mi padre me cont¨® que, al menos en el Orinoco, se trat¨® de un ¡°encuentro de culturas con un explosivo contenido sexual: los espa?oles, cuando vieron a las nativas desnudas y ba?¨¢ndose en el r¨ªo, descubrieron que sin tetas ya no hab¨ªa para¨ªso¡±. A lo que despu¨¦s agregaba: ¡°Y las nativas, cuando vieron a los espa?oles sin las armaduras, descubrieron armas desconocidas para ellas¡±.
L¨®pez Obrador deber¨ªa hablar con mi padre. Su visi¨®n ayud¨® a que yo considere la conquista y la colonizaci¨®n como algo que ha abierto mi mente. Y, sobre todo, me ha regalado un idioma estupendo en el que escribir, so?ar y tambi¨¦n seducir. No podr¨ªa sobrevivir en guaran¨ª perdi¨¦ndome el riqu¨ªsimo mundo de los adjetivos en castellano. Quiz¨¢s porque me imaginaba lo de L¨®pez Obrador, he empezado a tener un sue?o recurrente en el cual estoy sentado entre Isabel Preysler y Mario Vargas Llosa en una cena de Estado e Isabel empieza una conversaci¨®n preciosa en espa?ol y yo, incompresiblemente, le respondo en guaran¨ª. Vargas Llosa me pregunta qu¨¦ me est¨¢ pasando y yo contin¨²o hablando en guaran¨ª y entonces Preysler me ofrece agua y pide ayuda m¨¦dica. Entonces me despierto sudoroso y mi marido me dice: ¡°Otro mal sue?o en guaran¨ª¡±. Es asustante. L¨®pez Obrador y su esposa historiadora deber¨ªan plantearse lo de la disculpa de otra manera. Est¨¢ bien reconocer que la relaci¨®n cogi¨® a todos y todas por sorpresa y empez¨® un tanto violenta, pero es que nosotros, los colonizados, somos pel¨ªn violentos y con facilidad asumimos una posici¨®n de v¨ªctima que intenta excusar lo que nos sale mal responsabilizando a otros. A m¨ª todav¨ªa me pasa. Yo atajar¨ªa este desencuentro cantando en el Teatro Bellas Artes de Ciudad de M¨¦xico: ¡°Agradecida y emocionada, solo puedo decir: ?Gracias por venir!¡±
Mientras L¨®pez Obrador y su esposa agitaban la pol¨ªtica espa?ola con su ocurrencia, Letizia y Felipe VI viajaban a Argentina, lo que antes fue el virreinato de La Plata, donde fueron tratados como reyes. Aunque la visita real empez¨® con una hora de retraso porque no encontraban una escalerilla adecuada para el avi¨®n de nuestra Fuerza A¨¦rea. Al parecer, el avi¨®n resultaba demasiado grande y alto y tuvieron que traer la del avi¨®n presidencial argentino para que los Reyes descendieran. Cosas que pasan entre monarqu¨ªas y rep¨²blicas y que siempre resuelve una escalera. Bien es cierto que la ¨²nica monarqu¨ªa reinante en Latinoam¨¦rica es la de las reinas de belleza, que son coronadas mediante votaci¨®n popular y supone una escalera social por la que las m¨¢s afortunadas pueden subir y bajar con gracia.
Aunque graciosa, a Theresa May no le ha funcionado ninguna de sus estrategias para defender el Brexit. Mientras May naufragaba y L¨®pez Obrador gesticulaba, Carlos y Camilla, los duques de Cornualles y herederos de la corona brit¨¢nica, navegaban en un Caribbean Royal Tour, que no es el nombre de un crucero sino la de la gira oficial por las islas del Caribe. El gobierno brit¨¢nico llama a estas visitas una demostraci¨®n de ¡°poder suave¡±, que es el que manejan los herederos de la corona. La gira caribe?a del pr¨ªncipe de Gales compite directamente con la que hizo su hijo Enrique con Meghan por Ocean¨ªa. Las im¨¢genes de Carlos y Camilla ba?¨¢ndose en las aguas de Barbados dan mucho rollo, ense?¨¢ndonos que a partir de los 70 tambi¨¦n hay actitud en la arena. Y que el yodo reactiva y mejora cualquier articulaci¨®n. All¨¢ en La Habana, el pr¨ªncipe Carlos recuper¨® el caqui para la atm¨®sfera colonial y relajada en la que arist¨®cratas y revolucionarios compartieron el c¨®ctel oficial. Es que L¨®pez Obrador deber¨ªa ver las felices fotos hechas en Cuba y reconocer que, pese a todo, y sin caer en exotismos facilones, el estilo colonial sienta muy bien. Y darse cuenta de que en Cuba, cuna y meca de la revoluci¨®n izquierdista latinoamericana, no le hacen ning¨²n asco a las coronas ni a los pr¨ªncipes. Presidente, nada de disculpas, sino un picante: ?Gracias por venir!
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