Mar¨ªa, ma?a

El 30 de marzo de 1900, 38 d¨ªas despu¨¦s de que en Calanda, Teruel, naciera Luis Bu?uel, en Paniza, Zaragoza, vino al mundo Mar¨ªa Moliner, otro ser muy extra?o nacido en Arag¨®n. No dej¨® de protagonizar rarezas. Cuando su padre les abandon¨® y huy¨® a Argentina, ella, casi una ni?a, se puso al frente de la familia para sacarla de la miseria. A los 21 a?os se licenci¨® en Historia, en un tiempo donde una chica universitaria era un bulto sospechoso. Se empap¨® del esp¨ªritu de la Instituci¨®n Libre de Ense?anza, colabor¨® con las Misiones Pedag¨®gicas de la Segunda Rep¨²blica y comprendi¨® la urgencia de inyectar educaci¨®n y cultura en la Espa?a profunda para que este pa¨ªs tuviera alg¨²n remedio. Pero no lo ten¨ªa: ella fue denigrada por el franquismo en la posguerra.

En su DNI pondr¨ªa que era archivera o bibliotecaria, pero lo que la encumbr¨® fue una delicia ling¨¹¨ªstica: el Diccionario de uso del espa?ol, de cuya primera edici¨®n se cumple el 50? aniversario. Se volc¨® en ¨¦l durante 15 a?os. Esa Mar¨ªa es la que retrataba la ¨®pera que se estren¨® en Madrid. Era brava y obstinada hasta extremos c¨®micamente baturros. Admiti¨® que si no hubiera sido tan tozuda nunca habr¨ªa concluido su tarea. Abr¨ªa una ficha para cada vocablo y las acumulaba en una caja de zapatos. Manten¨ªa los ojos y los o¨ªdos muy atentos para absorber los matices y la riqueza de las palabras, que ella defini¨® con finura y, a menudo, con un salero que dejaba en rid¨ªculo la solemnidad del diccionario de la Real Academia Espa?ola. Esa instituci¨®n la rechaz¨® entre sus miembros, c¨®mo no. Demasiado roja, demasiado artista, demasiado indomable. Demasiado mujer.