"En esta 'chaise longue' me dijo que me quer¨ªa". Visitamos la m¨ªtica Glass House con el amante de su arquitecto
Es el ¨²ltimo hombre vivo que habit¨® la casa de cristal de Philip Johnson, que tantas veces se ha catalogado de imp¨²dica e indiscreta: "Un d¨ªa de lluvia en su interior era una absoluta belleza"
La Glass House de Philip Johnson cumple 70 a?os sin que el mundo se haya convencido a¨²n de que era posible vivir en ella. Pero la realidad es que el hist¨®rico arquitecto convirti¨® este cubo de vidrio y acero de 168 metros cuadrados, rodeado de naturaleza, en su para¨ªso personal. Lo fue hasta que muri¨® en su interior a los 99 a?os, en enero de 2005, y desde entonces el mito qued¨® congelado. Desaparecido el arquitecto, primer premio Pritzker de la historia y nombre clave tanto del estilo internacional como del movimiento posmoderno, solo queda una persona viva que habitara la Glass House. Su nombre es Robert Melik Finkle, tiene 82 a?os y tambi¨¦n es arquitecto, aunque ya no vive en un cubo de vidrio sino en una antigua granja en el estado de Vermont donde ni siquiera hay cobertura. Llevaba cuatro d¨¦cadas sin pisar la casa de cristal, hasta que volvi¨® con ICON DESIGN: "La gente dice que era fr¨ªa, indiscreta y ruidosa, pero un d¨ªa de lluvia en su interior era una absoluta belleza". Su defensa resulta ser premonitoria. Es una fr¨ªa ma?ana de noviembre cuando llegamos a nuestro destino en New Canaan (Connecticut), a hora y media en coche desde Nueva York. Y llueve a c¨¢ntaros.
Nada m¨¢s entrar, la casa le da la raz¨®n. No hace fr¨ªo, no se oye el chaparr¨®n que cae fuera y la vista quita el aliento. "Ni en mis sue?os m¨¢s salvajes imagin¨¦ estar aqu¨ª otra vez", suspira. Finkle y Johnson se conocieron en 1956. Johnson, de 50 a?os, qued¨® prendado de aquel joven de 20, un estudiante de arquitectura con talento para el dibujo y guapo como una estrella de Hollywood. Enseguida le invit¨® a la Glass House, aunque, como cualquier otro hu¨¦sped, Finkle pasara sus primeras noches en la Brick House: el edificio de ladrillo enfrentado a la casa de cristal que soporta los sistemas de funcionamiento de ambos. En su interior estaba el cuarto de invitados, la biblioteca y la famosa "habitaci¨®n del sexo", como la llamaba su propietario, con paredes cubiertas de algod¨®n rosa. Est¨¢ cerrada y pendiente de restauraci¨®n desde 2008.
Como la vida personal del propio Johnson, la vivienda era un monumento a la provocaci¨®n. Copi¨® sin pudor la Casa Farnsworth, de su amigo y mentor Ludwig Mies van der Rohe, que, enfadado, se neg¨® a pasar la noche en la Glass House cuando la visit¨®. Su sencillez la hizo en apariencia inhabitable. E instant¨¢neamente ic¨®nica. "Era un hombre gay con un pasado fascista viviendo en una casa de cristal", afirma Mark Lamster, cr¨ªtico de arquitectura del Dallas Morning News y autor de la ¨²ltima biograf¨ªa sobre el arquitecto, The man in the Glass House.
Johnson ten¨ªa 43 a?os cuando la construy¨®. Su carrera como arquitecto arrancaba, pero ya era una celebridad. Fue el primer director del departamento de Arquitectura y Dise?o del MoMA neoyorquino, instituci¨®n que abandon¨® en 1934 para convertirse en agitador de las ideas nazis en Estados Unidos, y a la que volvi¨® casi una d¨¦cada despu¨¦s, arrepentido. Se fue a estudiar arquitectura a Harvard con Marcel Breuer. Recuper¨® su puesto. Y decidi¨® hacerse una casa donde no hubiera nada que ocultar.
La caja de madera sobre el escritorio, la ¨²nica concesi¨®n a la nostalgia
La radical simplicidad era un tributo al car¨¢cter de su autor. "Philip no ten¨ªa cosas, no guardaba nada. Solo coleccionaba libros", explica Finkle. La ¨²nica concesi¨®n a la nostalgia era una cajita de madera, un recuerdo de infancia que hoy sigue sobre el escritorio. Johnson prefer¨ªa la elegancia a la comodidad. Prueba de ello es el sal¨®n, lac¨®nicamente decorado con un conjunto de muebles Barcelona que le hab¨ªa encargado a Mies en 1930 para su apartamento en Nueva York. "Fue aqu¨ª", murmura Finkle, divertido, cuando atravesamos la estancia. Fue all¨ª, recostados sobre la recta chaise longue de cuero marr¨®n, donde una noche, acarici¨¢ndole el tobillo, el maestro le confes¨® que estaba enamorado de ¨¦l.
A partir de entonces, cada fin de semana, cada ma?ana, tras la usual carrera desnudos alrededor del cilindro de ladrillo visto que es el ancla de la casa, se met¨ªan en la ducha alicatada con piel de cerdo (fr¨¢gil material que no ha resistido el paso del tiempo). De las tareas m¨¢s mundanas se encargaban "los sirvientes", como dec¨ªa ¨¦l. "Nunca le vi hacer la comida", recuerda Finkle. La cocina solo se utilizaba para servir los platos que se preparaban en la casa de servicio, construida en el camino a la Glass House.
La pareja dedicaba las tardes a trabajar en la mesa de m¨¢rmol del comedor. Johnson no era buen dibujante, as¨ª que ¨¦l hac¨ªa bocetos y de los planos se encargaba su disc¨ªpulo. Cuando ca¨ªa la noche les serv¨ªan un c¨®ctel frente a la chimenea, principal fuente de calor de la vivienda, adem¨¢s de un suelo radiante que siempre se manten¨ªa a 16 grados. "And¨¢bamos abrigados por la casa", reconoce Finkle. Una reforma del techo realizada en 2015 descubri¨® que Johnson termin¨® instalando placas radiantes. El arquitecto naci¨® y vivi¨® rico, as¨ª que el elevado gasto de energ¨ªa no era un problema: solo cerr¨® la vivienda en el invierno de 1973 por la crisis del petr¨®leo. En verano, unas cortinas, ahora desaparecidas, proteg¨ªan el interior del sol. Aunque casi nunca las utilizaba, porque no le importaban las miradas indiscretas. Las cuatro puertas sim¨¦tricas funcionaban como un aire acondicionado natural que provocaba verdaderos vendavales.
Una noche, Finkle, jud¨ªo e ignorante del pasado de su amante, encontr¨® unos recortes de prensa sobre sus actividades pol¨ªticas. Le pregunt¨® qu¨¦ eran y Johnson los lanz¨® a la chimenea. Al d¨ªa siguiente, le llev¨® a ver una sinagoga que hab¨ªa construido sin cobrar. Tras su a?o inici¨¢tico en la Glass House, el joven se march¨® a Yale con la matr¨ªcula pagada por su mentor y unos cuantos muebles de su colecci¨®n. Se vieron por ¨²ltima vez en 1978 ¨Cun a?o antes de que Johnson ganara el Pritzker¨C, en su oficina del edificio Seagram de Park Avenue. All¨ª, la estrella de la arquitectura le ense?¨® a su exdisc¨ªpulo la maqueta del rascacielos AT&T (hoy, Sony), un gigante coronado por un front¨®n grecorromano que iba a construir en Manhattan. Finkle no entendi¨® aquel remate cl¨¢sico copiado de Robert Venturi, pero el edificio, inaugurado en 1984, legitim¨® el viraje de la arquitectura hacia la iron¨ªa posmoderna. Fue uno de los mayores golpes de efecto de un arquitecto que disfrutaba dando bandazos. De un hombre lleno de paradojas. Nada las refleja tan bien como su casa de cristal.
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