Una nueva era... intraducible
Los seres humanos no hablamos una lengua, vivimos en ella, y la compartimos con un mundo infinito de signos no verbales
Jap¨®n acaba de entrar en una nueva era. Se trata de un momento hist¨®rico, que precede a la entronizaci¨®n del nuevo emperador, Naruhito, despu¨¦s de la renuncia de su padre, Akihito, que se convirti¨® en el primer ocupante del Trono del Crisantemo en abdicar en 200 a?os. El ¨²nico problema reside en que, antes de abrir los libros de historia, primero es necesario conocer el significado de la nueva era. Y nadie se acaba de aclarar.
El nombre, anunciado ayer, es Reiwa, que une dos kanji traducibles como ¡°agradable¡± u ¡°orden¡± y ¡°armon¨ªa¡± o ¡°paz¡±. El desaf¨ªo de comprender lo que esto quiere decir no parece sencillo. De hecho, el primer ministro, Shinzo Abe, ha considerado necesario ofrecer alguna pista y ha se?alado que en realidad se refiere al ¡°nacimiento de una civilizaci¨®n donde los seres conviven en armon¨ªa¡±. Algunos analistas lo interpretan como un mensaje nacionalista, otros al rev¨¦s, como una llamada a la paz y la convivencia. Est¨¢ claro lo que quieren decir las palabras por separado, pero otra cosa es juntas y, sobre todo, sin contexto.
El gran fil¨®sofo franc¨¦s Roland Barthes escribi¨® un ensayo sobre Jap¨®n que se titulaba El Imperio de los signos (Seix Barral), en el que analizaba los abismos de lo intraducible en los que sumerge cualquiera que haya viajado al pa¨ªs asi¨¢tico. El problema no es que no se entienda el lenguaje, sino que no se comprenden tampoco las sutilezas de muchos signos que no necesitan palabras. Barthes habla del ¡°descenso en lo intraducible¡±. ¡°En Jap¨®n, el imperio de los significantes es tan vasto, excede hasta tal punto la palabra, que el intercambio de signos alcanza una riqueza, una movilidad, de una sutileza fascinante, a pesar de la opacidad de la lengua, incluso a veces gracias a esa opacidad¡±, escribe.
Los seres humanos no hablamos una lengua, vivimos en ella, y la compartimos con un mundo infinito de signos no verbales. Sumergirnos en otra lengua es, en gran medida, cambiar de vida, como le ocurre por ejemplo a la escritora estadounidense Jhumpa Lahiri, que acaba de publicar su primera y bell¨ªsima novela escrita en italiano, Donde me encuentro (Lumen), un viaje ling¨¹¨ªstico que relat¨® en un breve y fascinante ensayo anterior, En otras palabras (Salamandra). Abrirse a una nueva lengua es empezar una nueva vida. Y ese camino no tiene fin porque, como demuestra la era Reiwa, no todo es traducible.
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