La sabuesa
El olfato es tal vez el sentido m¨¢s enigm¨¢tico
?Has reflexionado sobre el olfato? Yo s¨ª, porque lo tengo tan deficiente que no puedo evitar interesarme sobre las maravillas que me cuenta el resto de la gente. Tomemos la fiebre de Malta (brucelosis, en la jerga), una enfermedad bacteriana de gran tradici¨®n en los pa¨ªses mediterr¨¢neos. Te deja un mes hecho polvo, y eso con suerte, porque hay quien palma. La pueden adquirir los animales de granja m¨¢s comunes y, por tanto, tambi¨¦n quienes se comen o se beben sus productos l¨¢cteos. Hoy se previene con pasteurizaci¨®n, higiene y vacunaci¨®n animal, pero mis amigos de pueblo todav¨ªa la sufr¨ªan en los a?os setenta, antes de que esas pr¨¢cticas preventivas se impusieran en las granjas. Los m¨¦dicos de Madrid no sol¨ªan diagnosticar bien la enfermedad. Sus colegas del campo, sin embargo, utilizaban un sistema muy fiable: oler la habitaci¨®n del paciente. Met¨ªan ah¨ª la nariz y dec¨ªan: ¡°Fiebre de Malta¡±.
El olfato es tal vez el sentido m¨¢s enigm¨¢tico. No forma geometr¨ªas, como hace la vista, ni pautas arm¨®nicas como hace el o¨ªdo. Pese a ello, el olor de un portal del casco viejo, tal vez infiltrado en su misma piedra por un siglo de sopas de ajo, te puede transportar a la infancia en una fracci¨®n de segundo, te puede aterrar si sus brisas fugaces evocan en tu c¨®rtex cerebral un episodio odioso de tu vida, un engranaje que no encaja en tu memoria narrativa.
Dada mi ineptitud para el olor, acabo de organizar un chat con tres hermanas de gran talento olfativo y origen pueblerino. Me han hablado de sinestesia: ¡°El coche de mi t¨ªo Sebasti¨¢n ol¨ªa a mareo¡±; tambi¨¦n de otros veh¨ªculos que huelen a nuevo, y de si se deval¨²an cuando dejan de hacerlo. De la fruta que huele a madura a cinco metros, del guiso que huele a que se te ha olvidado echarle la sal, del olor que presagia la lluvia, del aroma inconfundible del oto?o y de otras cosas de una ¨ªndole menos reproducible. A m¨ª todo eso me suena a ciencia ficci¨®n, porque yo distingo si huele bien o mal, m¨¢s o menos, pero todas esas troncas que te adivinan la marca de colonia, o la falta de ella, me parecen inteligencias alien¨ªgenas. Solo que existen entre nosotros.
Imagina mi sorpresa cuando he sabido que hay una mujer que huele el p¨¢rkinson. Literalmente. Se llama Joy Milne, es una enfermera retirada de Perth, Escocia, y he conocido su historia en The Economist. Su sentido del olfato es superdotado, casi en la frontera de lo sobrehumano. En 1974 percibi¨® en su casa un olor como a almizcle que nunca antes hab¨ªa conocido. Su marido fue diagnosticado de p¨¢rkinson 12 a?os despu¨¦s. Un d¨ªa, Joy Milne acompa?¨® a su marido a una sesi¨®n de un grupo de apoyo para pacientes de esa enfermedad neurodegenerativa, y comprob¨® con infinito estupor que todos ellos emit¨ªan el mismo inconfundible olor almizcle?o que su marido. A partir de esa percepci¨®n que solo ella podr¨ªa haber tenido, la se?ora Milne logr¨® interesar a la cient¨ªfica Perdita Barran, de la Universidad de Michigan.
Los resultados, publicados en ACS Central Science, son asombrosos. Confirman que la se?ora Milne no solo puede oler el p¨¢rkinson, sino tambi¨¦n predecirlo. El ¨²nico fallo que cometi¨® en una prueba a ciegas ¡ªdiagnostic¨® p¨¢rkinson a una persona control¡ª result¨® no ser un fallo en absoluto, sino un diagn¨®stico precoz: al hombre se le diagnostic¨® el p¨¢rkinson ocho meses despu¨¦s.
Y yo perdi¨¦ndome todo esto.
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