El poder performativo de las encuestas
Los sondeos se han convertido en elementos centrales de la pol¨ªtica por su capacidad para generar acciones y transformar la realidad
Cuando en 1955 el fil¨®sofo John L.?Austin dict¨® la primera de una serie de conferencias en Harvard sobre el valor performativo de las palabras seguramente no imagin¨® que el t¨¦rmino tendr¨ªa tanto recorrido. Se titulaba C¨®mo hacer cosas con las palabras y versaba sobre la capacidad de ciertas expresiones para convertirse en acciones y transformar la realidad. El discurso pol¨ªtico se ha llenado de este tipo de expresiones. Los candidatos juran, prometen, apuestan y act¨²an esperando que sus palabras tengan valor performativo. Pero no solo las palabras pueden crear realidad. Tambi¨¦n las encuestas tienen ahora poder performativo, hasta el punto de que se han convertido en un elemento central de la pol¨ªtica.
En la medida que reflejan un estado de opini¨®n, los sondeos re¨²nen las caracter¨ªsticas que el fil¨®sofo Roland Barthes considera esenciales para generar un efecto performativo: la capacidad de producir subjetividad, una forma de entender la realidad, y una convenci¨®n social que les otorgue credibilidad. El ¨²ltimo del CIS es un excelente ejemplo. Las reacciones que ha suscitado por parte de Pablo Casado y Albert Rivera son una demostraci¨®n de ese valor performativo. El hecho de aparecer como perdedores y el dato de que el tripartito de la derecha no logra mayor¨ªa, les perjudica. En el otro lado, no est¨¢ tan claro: una victoria tan segura del PSOE puede desmovilizar al electorado de izquierda abstencionista si no percibe la amenaza de un triunfo de la derecha. Pero tambi¨¦n puede generar un fuerte efecto bandwagon, que consiste en subirse al carro del ganador. Habr¨¢ que ver cu¨¢l predomina, pero las ins¨®litas matizaciones del presidente del CIS, Jos¨¦ F¨¦lix Tezanos, poniendo en duda los resultados atribuidos al PP y a Vox parecen destinadas a contrarrestar la posible desmovilizaci¨®n, aun a cosa de poner en duda la credibilidad de la encuesta y su propio trabajo.
No sabemos el alcance exacto del efecto performativo sobre el electorado, pero s¨ª sabemos que lo tiene sobre los actores pol¨ªticos, que se apresuran a modificar sus estrategias. El efecto es tan indiscutible como parad¨®jico: precisamente por su capacidad de incidir sobre los estados de opini¨®n, tan pronto como se publica la encuesta deja de expresar la realidad. Su impacto sobre el electorado puede modificar los resultados que acaba de ofrecer, especialmente cuando hay un 41% de electores indecisos.
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