Libre-mente
Para defender nuestro libre albedr¨ªo necesitamos un nuevo ¡°contrato social¡± m¨¢s global, m¨¢s europeo. Este es nuestro desaf¨ªo, inmenso, pero tambi¨¦n inevitable y urgente
?No lo not¨¢is? Vivimos sin parar, desenga?ados, desorientados, preocupados. El miedo nos domina y hemos estado a punto de tirar la toalla y regresar al tiempo de las banderas y los magos. Pero no nos conformamos, y aunque no sabemos muy bien ad¨®nde vamos, s¨ª sabemos que podemos llegar muy lejos si el camino lo elige el cerebro y la cultura.
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Sobre todo la ¡°corteza prefrontal¡± una zona plagada de detectores neuronales y redes que conforman nuestra libertad y, con ella, la facultad de perfeccionarnos. All¨ª descansa nuestra alma diferenciadora, nuestra humana conditio. All¨ª se fabrican nuestros pensamientos y decisiones y se realizan las acciones con objetivos (Joaqu¨ªn M. Fuster). All¨ª escogemos los medios y los fines para ser humanos cada uno a nuestro modo.
As¨ª es la persona y ahora lo sabemos. La libertad no cae del cielo, no es un valor absoluto, ni una ideolog¨ªa, ni una promesa eternamente diferida. Mi libertad soy yo. La liberty es un proceso fisiol¨®gico en el que cientos de millones de neuronas conectadas y culturalmente alimentadas producen las decisiones, elecciones, equivocaciones y rectificaciones. ?Qui¨¦n puede negarlo? Es la libertad la que habla, grita y aplaude, y?esta libertad ps¨ªquica que nos define es contingente, variable, muy previsible y tiene grados.
Nuestro libre albedr¨ªo depende de que dispongamos de la salud suficiente para gobernarnos a nosotros mismos, para controlar el sistema l¨ªmbico, la parte m¨¢s animal de nuestro cerebro, situada justo debajo de nuestra corteza, que toma las decisiones emocionales, instintivas, que no decide, s¨®lo act¨²a, que no escucha ni respeta nada, pero condiciona nuestra percepci¨®n de los hechos hasta anular nuestra libertad si no oponemos resistencias.
Adem¨¢s, las neuronas para funcionar necesitan que estemos juntos, conectados. Necesitan estar en sociedad para alimentarse de los impulsos exteriores e interiores, presentes y pasados, que recibimos de la familia, la educaci¨®n, los medios... Un conjunto de conocimientos necesariamente plurales, en ocasiones muy t¨®xicos y a veces imperceptibles a la vista y al tacto, pero indispensables, insustituibles. Un conjunto de informaciones que se acumulan, diluyen y consolidan en nuestro interior y a partir de las cuales pensamos. No hay nada equiparable, pero cuidado, porque lo que percibamos, lo que atraviesa nuestra piel y se incrusta en nuestras neuronas, sin poder remediarlo, ni impedirlo, sin quererlo, conquista la mente, dirige nuestras decisiones y determinar¨¢ nuestras vidas.
La convivencia est¨¢ en las redes sociales y las apariencias no enga?an: el que miente triunfa
Y ah¨ª est¨¢ el problema, porque ahora la convivencia est¨¢ en las redes sociales y las apariencias no enga?an: en las redes el que miente triunfa, esta es la realidad. Cuando nos conectamos nos realizamos, incluso sentimos el mundo en nuestras manos, pero tambi¨¦n nos desnudamos y nos hacemos m¨¢s vulnerables, m¨¢s previsibles, m¨¢s manipulables.
Entonces, mucho cuidado con los chismes y rumores y con las informaciones falsas, porque, como hemos visto, destilan rabia y son el instrumento de los fabricantes de fake news para conquistarnos a trav¨¦s de nuestro ¡°cerebro reptil¡±, la parte l¨ªmbica que nos somete a las m¨¢s fuertes ataduras. ?Qui¨¦n combate contra qui¨¦n?
Claro que navegar por las redes es necesario y divertido porque te pierdes y te encuentras. El problema es que nuestras estructuras pol¨ªticas, con sus polic¨ªas y tribunales, con sus agencias de protecci¨®n de datos, no pueden hacer casi nada para protegernos. No nos enga?emos, el viejo Estado se est¨¢ quedando peque?o para defender nuestros derechos en la Red. Somos un juguete en manos de los tel¨¦fonos esp¨ªa, los altavoces y aspiradoras inteligentes y los modernos algoritmos que ocupan nuestra mente sin necesidad de tocar nuestro cuerpo.
Estamos al descubierto y no hay nadie a quien llamar para que nos ayude. De manera que no tenemos m¨¢s remedio que aprender a cuidarnos nosotros mismos. Claro que tenemos que vivir conectados, pero hay que hacerlo de otra forma. De vez en cuando hay que conectarse de manera imprevisible y poner entre par¨¦ntesis las noticias recibidas, las lecciones escuchadas, los consejos pedidos y contar hasta tres antes de seguirlos. Los tuits y los rumores nos entretienen, pero no podemos tomarlos en serio ni hacerles mucho caso. No debemos creer en lo que dicen sin antes mirar a todos lados para no caer en la tentaci¨®n.
El problema es que nuestras estructuras pol¨ªticas no pueden hacer casi nada para protegernos
Pero no termina ah¨ª la cosa. Al parecer ¡ªnos dijo hace poco el cient¨ªfico Rafael Yuste, ide¨®logo del Proyecto Brain, en una singular conferencia¡ª, la bioingenier¨ªa junto con la inteligencia artificial descubrir¨¢n el funcionamiento del cerebro y descifrar¨¢n las bases f¨ªsicas de la libertad. Nos alert¨® de que dentro de unas d¨¦cadas se podr¨¢n ¡°manipular los pensamientos, dirigir los sentimientos, alterar los recuerdos o falsear las emociones¡±. ?Qu¨¦ os parece? En unas d¨¦cadas podr¨¢n mapear y controlar mis patrones neuronales como lo hacemos ya con el ADN. Y entonces lo celebraremos como es debido, porque podremos curar enfermedades mentales terribles y eliminar el dolor, incluso prever los comportamientos delictivos y disolverlos. Pero la ciencia no tiene voluntad, nos hace mejores, pero tambi¨¦n nos deja sin defensas frente a las intrusiones maliciosas que podr¨¢n programar y hackear el funcionamiento de nuestro cerebro.
?Y qu¨¦ podemos hacer? Lo ¨²nico seguro es que las antiguas melod¨ªas ya no sirven. No tenemos m¨¢s remedio que fijar nuevas reglas, nuevos derechos (freedom right) que protejan nuestra alma diferenciadora, la integridad ps¨ªquica de nuestra corteza, la incolumidad del funcionamiento fisiol¨®gico de la libertad.
Pero para obstruir la puerta del infierno y dejar abierta la del para¨ªso los derechos fundamentales no sirven de nada si no disponen de garant¨ªas, de instrumentos jur¨ªdicos y estructuras pol¨ªticas eficaces para controlar, limitar y democratizar la fabricaci¨®n y el uso de los descubrimientos cient¨ªficos que lo est¨¢n cambiando todo. Y este es nuestro gran problema, porque mientras los mercados y los imperios, visibles e invisibles, son globales, nuestras estructuras pol¨ªticas de garant¨ªa son locales, y los enemigos, inmunes a ellas.
Entonces, ?c¨®mo podemos protegernos? La pol¨ªtica es la ¨²nica salida. La democracia es un sistema que se adapta a las situaciones y para defender nuestro libre albedr¨ªo necesitamos fortalecer sus estructuras, reforzar el Estado democr¨¢tico con un ¡°contrato social¡± m¨¢s global, m¨¢s europeo. Nunca Europa ha sido tan necesaria para garantizar los derechos, y este es nuestro desaf¨ªo, inmenso, pero tambi¨¦n inevitable y urgente si queremos seguir siendo lo que somos: libre-mente.
Antonio Rovira es catedr¨¢tico de Derecho Constitucional, director del m¨¢ster en Gobernanza y Derechos Humanos (C¨¢tedra Jes¨²s de Polanco. UAM / Fundaci¨®n Santillana).
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