La rica, cat¨®lica y herm¨¦tica familia ducal de Luxemburgo
Los arist¨®cratas pierden al gran duque Juan, el gran referente de este poderoso clan, d¨ªas despu¨¦s del pol¨¦mico divorcio del pr¨ªncipe Luis
La familia ducal luxemburguesa vive un momento de duelo. La muerte ayer del gran duque Juan a los 98 a?os cierra definitivamente una p¨¢gina de la historia del pa¨ªs marcada por la personalidad del anta?o jefe del Estado, considerado en su pa¨ªs un h¨¦roe por su papel como mando militar en la Segunda Guerra Mundial.
Su p¨¦rdida no provocar¨¢, m¨¢s all¨¢ del dolor de sus allegados, grandes perturbaciones en el funcionamiento de la monarqu¨ªa luxemburguesa, pero deja hu¨¦rfanos de un referente a la familia en un momento en que no faltan problemas en una de las casas reales m¨¢s poderosas de Europa, con el divorcio de su nieto Luis ¡ªtercero en la l¨ªnea sucesoria¡ª oficializado hace menos de tres semanas tras dos a?os de lucha en los tribunales.
Hace tiempo que el gran duque Juan dej¨® bien atada su sucesi¨®n. Su hijo Enrique, de 64 a?os, asumi¨® su puesto como m¨¢xima autoridad del pa¨ªs hace m¨¢s de 18 a?os y, en ese tiempo, ha consolidado la instituci¨®n sobre la que apenas se alzan voces cr¨ªticas. Las posiciones republicanas son muy minoritarias en Luxemburgo, donde no existe debate sobre la supresi¨®n de la Corona, y solo un partido, La Izquierda, se proclama abiertamente republicano.
La oposici¨®n de la casa ducal a colaborar con los nazis durante la Segunda Guerra Mundial, cuando huyeron al exilio tras la invasi¨®n de Hitler, les dot¨® de legitimidad ante la opini¨®n p¨²blica para continuar al frente del pa¨ªs, pero pese al apoyo popular, en los ¨²ltimos tiempos se han abierto brechas en el interior de la familia. La actual gran duquesa, la cubana Mar¨ªa Teresa Mestre, esposa de Enrique, convivi¨® durante a?os con el rechazo de su suegra, Josefina Carlota, que recelaba de ella por su falta de ra¨ªces aristocr¨¢ticas pese a provenir de una familia rica exiliada del r¨¦gimen castrista.
Mestre conoci¨® a su marido Enrique mientras ambos estudiaban Ciencias Pol¨ªticas en la Universidad de Ginebra, y eligieron el d¨ªa de San Valent¨ªn de 1981 para casarse tras un fugaz noviazgo. Juntos han tenido cinco hijos, el pr¨ªncipe Guillermo, de 37 a?os, es el actual heredero.
Durante a?os, la inquina que le profesaba la madre de su marido qued¨® oculta tras los opacos muros de palacio, pero en 2002 todo estall¨® cuando Mestre inform¨® a varios medios locales del desencuentro, que inclu¨ªa bulos sobre que pretend¨ªa regresar a Cuba y referencias despectivas a sus or¨ªgenes al colocarle el sobrenombre de ¡°la criolla¡±. Los problemas de Mestre no solo fueron con su familia pol¨ªtica, varias informaciones apuntaron a infidelidades de Enrique, lo que gener¨® una tormenta en el interior del clan.
El ¨²ltimo rev¨¦s en esta familia tan cat¨®lica ha sido un divorcio. Luis de Luxemburgo, tercer hijo del gran duque Enrique, de 32 a?os, rompi¨® su matrimonio con Tessy, una soldado a la que conoci¨® en Kosovo.
En medio de ese enrarecido ambiente familiar, el papel de Enrique como gran duque tambi¨¦n ha sido cuestionado. Trat¨® de vender joyas reales heredadas de su madre, pero el esc¨¢ndalo generado entre los ciudadanos al descubrirse la subasta le hizo rectificar. El intento produjo sorpresa, m¨¢xime cuando la familia real est¨¢ entre las diez m¨¢s ricas de Europa. En 2019, el Estado dedic¨® m¨¢s de 11 millones de euros a los gastos de la casa ducal, un aumento del 1,1% respecto al a?o anterior. Ello supone que a cada habitante de Luxemburgo la monarqu¨ªa le cuesta 18,40 euros.
Otro caballo de batalla ha sido su intervencionismo en la pol¨ªtica interna, que contrasta con el papel secundario jugado por su padre. En 2008, Enrique se neg¨® a ratificar una ley sobre eutanasia aprobada por el Parlamento luxemburgu¨¦s, lo que degener¨® en una pol¨¦mica que llev¨® al Gobierno a cambiar la Constituci¨®n para reducir su poder. ¡°No estoy seguro de que sea muy consciente de los l¨ªmites de su poder. Busca intervenir de un modo no siempre honesto. Aunque no est¨¢ habilitado para hacerlo, utiliza su influencia, algo que no suced¨ªa con su padre¡±, acusa el historiador Henri Wehenkel, autor de varios libros sobre la familia.
El rol que la monarqu¨ªa constitucional otorga al gran duque es sobre todo simb¨®lico: ostenta la jefatura de las fuerzas armadas y tiene una agenda de relaciones exteriores, pero el poder ejecutivo corresponde al Gobierno.
De fuerte impronta cat¨®lica, la resistencia a los avances ha sido otro de los signos de la casa ducal. Enrique fue gran duque pese a tener una hermana mayor porque todav¨ªa reg¨ªa la ley que otorgaba preferencia al primer hijo var¨®n para ocupar ese puesto. Y mientras familias reales como la belga acababan con ese privilegio masculino en 1991, la norma no se suprimir¨ªa en Luxemburgo hasta 2011. En Espa?a todav¨ªa est¨¢ vigente.
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