¡®Spain is not different¡¯
La fragmentaci¨®n y polarizaci¨®n de la pol¨ªtica est¨¢ afectando a todas las democracias y frente a los retos que plantea es preciso que la ciudadan¨ªa sea capaz de reaccionar y asumir responsabilidades
En pocos a?os la pol¨ªtica espa?ola ha cambiado de manera radical. Pero en casi nada Espa?a es diferente. Las elecciones del domingo reflejan algunos de los elementos presentes en otros pa¨ªses de nuestro entorno. La fragmentaci¨®n, la polarizaci¨®n asim¨¦trica y afectiva amplificada por las redes sociales, y las amenazas a la democracia liberal son algunos de estos aspectos que podemos reconocer en Espa?a al igual que en otros contextos muy diferentes.
La fragmentaci¨®n refleja el grado de diversidad de una sociedad. Tambi¨¦n es producto del sistema electoral que se aplica, que puede contribuir a simplificar la representaci¨®n parlamentaria de la heterogeneidad social. En toda Europa, la fragmentaci¨®n ha crecido como resultado de la aparici¨®n de nuevas l¨ªneas de conflicto, y en el caso de Espa?a especialmente por la dificultad de los viejos partidos para gestionar la crisis econ¨®mica. De un sistema articulado en torno a dos grandes partidos de ¨¢mbito estatal, hemos pasado en 2015 a cuatro, que muy probablemente se convertir¨¢n en cinco a partir del domingo. Por un lado, la existencia de muchos partidos implica un men¨² de opciones pol¨ªticas m¨¢s amplio y variado, lo que a priori es bueno en t¨¦rminos democr¨¢ticos, aunque no est¨¦ claro que eso sea especialmente atractivo para los electores. Un exceso de oferta puede generar l¡¯embarras du choix y dificultar la decisi¨®n de a qui¨¦n votar. Por otro lado, la fragmentaci¨®n dificulta la aparici¨®n de mayor¨ªas parlamentarias monocolores y hace necesarios los acuerdos entre partidos para formar gobierno. Esto, que es muy habitual en niveles auton¨®micos y locales, ser¨¢ una novedad en el Gobierno de Espa?a que, en caso de darse, nos aproximar¨¢ a la norma en Europa. La derecha se enfrenta por primera vez a este escenario de elevada fragmentaci¨®n. Est¨¢n por verse las consecuencias que esto puede tener, que quedar¨¢n seguramente matizadas por su clara predisposici¨®n a llegar a acuerdos, seg¨²n muestra la reciente formaci¨®n de gobierno en Andaluc¨ªa.
Algunos partidos despliegan estrategias de campa?a negativas en las que el eje es la cr¨ªtica virulenta
Junto a la fragmentaci¨®n, la polarizaci¨®n parece ser otra de las caracter¨ªsticas de los sistemas de partidos contempor¨¢neos. Los partidos, sean muchos o pocos, pueden estar m¨¢s o menos distanciados entre s¨ª y la variaci¨®n en niveles de polarizaci¨®n entre pa¨ªses es enorme. La sensaci¨®n es que la distancia ideol¨®gica entre partidos ha aumentado en las ¨²ltimas d¨¦cadas, en parte por la irrupci¨®n de esos nuevos partidos desafiantes, y en parte tambi¨¦n por el desplazamiento de algunos partidos tradicionales.
Esto puede resultar parad¨®jico si consideramos que la capacidad de los gobiernos para llevar adelante los programas electorales con los que ganan las elecciones se topa cada vez con mayores dificultades. La soberan¨ªa nacional palidece frente al control que pueden desplegar sobre la econom¨ªa de un pa¨ªs los mercados financieros, cuyo funcionamiento nadie parece entender o ser capaz de explicar. El enfado y la desconfianza en las instituciones se han agudizado y no faltan razones. Esta limitaci¨®n es m¨¢s evidente para las pol¨ªticas tradicionalmente consideradas de izquierda, constre?idas en la UE por techos de d¨¦ficit y deuda p¨²blica. Es sobre todo la derecha, desatada en algunos pa¨ªses, la que se mueve hacia posiciones cada vez m¨¢s duras, generando una situaci¨®n de polarizaci¨®n asim¨¦trica.
Con una frecuencia creciente algunos partidos despliegan estrategias de campa?a negativas en las que el eje principal no es la propuesta sino la cr¨ªtica virulenta al adversario. Aunque las consecuencias de estas estrategias son objeto de discusi¨®n acad¨¦mica, es posible intuir c¨®mo, al calor de las campa?as negativas, la polarizaci¨®n trasciende la discusi¨®n ideol¨®gica y se vuelve sobre todo emocional. El fen¨®meno es amplificado por las redes sociales a trav¨¦s de dos mecanismos. Por un lado, las redes se alimentan de emociones negativas como la rabia y el enfado, que son las emociones movilizadoras que pretenden generar las campa?as negativas. Los mensajes con carga emocional negativa se viralizan m¨¢s y son m¨¢s influyentes que los mensajes neutrales o con emociones positivas. En la l¨®gica de funcionamiento de las redes sociales hay incentivos para usar emociones negativas dirigidas a un culpable. De aqu¨ª es f¨¢cil pasar a la extensi¨®n de sentimientos negativos hacia los simpatizantes de otros partidos (o a los miembros de otros grupos), es decir, hacia una mayor polarizaci¨®n afectiva. Por otro lado, hay evidencia experimental que muestra c¨®mo la exposici¨®n a la informaci¨®n superficial que circula en las redes sociales genera una confianza excesiva sobre el grado y la calidad del propio conocimiento. Las redes nos ense?an cosas ¨²tiles sobre pol¨ªtica, pero parece que sobre todo nos hacen creer que sabemos. Esta sobrestimaci¨®n de nuestra propia competencia pol¨ªtica fomenta la arrogancia y erosiona la humildad intelectual necesaria para asegurar la tolerancia y el respeto hacia quien tiene una visi¨®n del mundo diferente.
La polarizaci¨®n afectiva conduce a rechazar la legitimidad del otro dentro del sistema
Llevada a su m¨¢xima expresi¨®n, la polarizaci¨®n afectiva conduce a rechazar la legitimidad del otro dentro del sistema. Y de aqu¨ª saltamos al tercer elemento que vemos en Espa?a al igual que en otros pa¨ªses: la dificultad de las democracias para gestionar situaciones en las que el mismo juego democr¨¢tico es cuestionado. Es un lugar com¨²n decir que en democracia el desacuerdo sobre los objetivos pol¨ªticos ha de ser compatible con el acuerdo respecto a las formas, los procedimientos y algunos principios b¨¢sicos. En la democracia liberal estos procedimientos son el voto, pero tambi¨¦n la libertad de informaci¨®n, expresi¨®n y protesta, el reconocimiento de la legitimidad del adversario, la posibilidad de llegar a acuerdos con quienes no comparten el mismo proyecto pol¨ªtico, y el respeto de los derechos de las minor¨ªas. Negar estos principios o pretender limitarlos atenta contra la esencia de la democracia liberal. Como la polarizaci¨®n, estos ataques tampoco son exactamente sim¨¦tricos, y se encuentran en diferentes modalidades. Proceden de quienes toman la parte por el todo y consideran que su visi¨®n es la ¨²nica leg¨ªtima y aceptable para el pa¨ªs y para la democracia. Proceden muy especialmente de quienes incitan al odio, al miedo y al desprecio al otro. Y, lamentablemente, se originan tambi¨¦n cuando desde las instituciones se sobre-rreacciona y se limita la pluralidad y la expresi¨®n pac¨ªfica de la discrepancia.
Sobre estas amenazas es dif¨ªcil contar con que una democracia militante nos proteja, porque entonces tendr¨ªamos una democracia a¨²n m¨¢s recortada. Limitar la libertad de expresi¨®n es deslizarse por una pendiente que no sabemos d¨®nde termina. Los argumentos morales que podamos desarrollar aqu¨ª sobre las virtudes de la democracia son necesarios, pero seguramente tambi¨¦n insuficientes. La salida, si es que existe, pasa posiblemente por que cada uno de nosotros asumamos la parte que nos corresponde a la hora de contener el da?o en espacios compartidos para la discusi¨®n, por muy dif¨ªciles y hostiles que estos sean. Necesitamos periodistas y pol¨ªticos responsables, que sepan poner l¨ªmites a lo inaceptable y que no contribuyan a erosionar m¨¢s las reglas del juego por conseguir clics o votos. Necesitamos maestras y padres que transmitan el valor de vivir en un sistema democr¨¢tico que, a pesar de ser limitado y vulnerable, frente a otras alternativas sigue siendo lo mejor que tenemos de momento. Y necesitamos tambi¨¦n una ciudadan¨ªa capaz de reaccionar ante el peligro y asumir su responsabilidad en distintas situaciones que van desde los chats de WhatsApp hasta el voto. El entorno, por desgracia, no es especialmente favorable, pero precisamente por eso decirlo es m¨¢s necesario.
Eva Anduiza es profesora de Ciencia Pol¨ªtica en la UAB.
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