Abril
Deber¨ªamos dedicar esta jornada de reflexi¨®n a leer poes¨ªa
Abril es el mes m¨¢s cruel: engendra / lilas de la tierra muerta, mezcla?/recuerdos y anhelos, despierta?/ inertes ra¨ªces con lluvias primaverales. / El invierno nos mantuvo c¨¢lidos, cubriendo?/ la tierra con nieve olvidadiza, nutriendo?/ una peque?a vida con tub¨¦rculos secos¡¡±.
La pausa impuesta por ley de la que los espa?oles disfrutamos hoy, la primera en una larga campa?a electoral que dura ya varios a?os y que continuar¨¢ ma?ana, pues tiene una segunda vuelta en un mes, deber¨ªamos dedicarla a leer poes¨ªa, ese env¨¦s de lo real que es lo ¨²nico que permanecer¨¢ en el tiempo. Por ejemplo, a ese libro maravilloso al que pertenecen los versos con los que he abierto este art¨ªculo, que el norteamericano T. S. Eliot dedic¨® a su amigo Ezra Pound y que forma parte ya del patrimonio moral y po¨¦tico de la humanidad, La tierra bald¨ªa: ¡°?Cu¨¢les son las ra¨ªces que arraigan, qu¨¦ ramas crecen?/ en estos p¨¦treos desperdicios? Oh hijo del hombre,?/ no puedes decirlo ni adivinarlo; t¨² solo conoces?/ un mont¨®n de im¨¢genes rotas, donde el sol bate,?/ y el ¨¢rbol muerto no cobija, el grito no consuela?/ y la piedra seca no da agua rumorosa. Solo?/ hay sombra bajo esta roca roja (ven a cobijarte bajo esta sombra roja)¡¡±.
Lo prescindible no deja ver lo importante, lo cotidiano e inmediato anula nuestro entendimiento tanto como para no reparar en que las estaciones siguen su curso ajenas a nuestros desvelos y que el tiempo, lo verdaderamente irrecuperable y valioso de todo lo que tenemos, se nos va de entre las manos mientras discutimos sobre esto y lo otro, sobre cuestiones que a veces no nos importan m¨¢s all¨¢ de quedarnos con la raz¨®n, ese mito creado por la inteligencia que de inteligente tiene muy poco a menudo. Abril, el mes de las lilas y de las ra¨ªces nuevas, la estaci¨®n en la que la tierra muerta renace despu¨¦s de un invierno largo incluso en este pa¨ªs de suaves temperaturas, se nos va un a?o m¨¢s de los calendarios y la mayor¨ªa de los espa?oles lo hemos perdido, aturdidos por las procesiones y los tambores de la Semana Santa nacional y por la sobreexposici¨®n a una propaganda electoral que no conoce l¨ªmites y que llena de ruido y de furia a una poblaci¨®n convencida de que la vida ha de ser as¨ª, pues lo ¨²nico importante para muchos es qui¨¦n ha de gobernar el pa¨ªs y de qu¨¦ manera. Por eso, este d¨ªa llamado de reflexi¨®n que verdaderamente habr¨ªa que decir de despresurizaci¨®n colectiva de palabras y de consignas electorales, muchos lo ven como un agujero negro, un d¨ªa de espera absurdo y sin contenido, cuando para lo que deber¨ªa servirles es para darse cuenta de que los verdaderamente absurdos e insustanciales han sido todos los anteriores, en tanto en cuanto les han impedido apreciar lo que m¨¢s importa: el renacer de la vida y de la naturaleza un a?o m¨¢s despu¨¦s del oscuro invierno, la llegada de las lluvias a un pa¨ªs que tanto las necesita, el despertar de los sentimientos y las pasiones en las personas por encima de las ideolog¨ªas, la algarab¨ªa de los jardines y de unos p¨¢jaros a los que la organizaci¨®n del mundo les trae sin preocupaci¨®n mientras existan ¨¢rboles en los que posarse. Escucharlos mientras leemos los versos de T. S. Eliot o de cualquier otro poeta al lado de un vermut o una cerveza es la mejor reflexi¨®n que podemos hacer hoy, ¨²ltimo s¨¢bado de un mes de abril que se nos va como todos sin darnos cuenta: ¡°Me sent¨¦ en la orilla?/ a pescar, con la ¨¢rida llanura a mi espalda?/ ?Pondr¨¦ por lo menos orden en mis tierras?...¡±.
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