Hablar mucho sin decir nada
Tal vez llegue el momento en el que nos aburramos de escuchar siempre lo mismo en nuestras c¨¢maras de eco
Escribi¨® Carol Gilligan que leer y escuchar sobre vidas diferentes en lugares donde jam¨¢s hab¨ªa estado, o a los que tal vez nunca ir¨ªa, contribuy¨® a expandir y enriquecer su pensamiento. Y es esto precisamente, poner a dialogar a gente con opiniones distintas, lo que hizo el diario alem¨¢n Die Zeit. Los resultados fueron tan positivos que decidieron experimentar con una versi¨®n continental. Europe talks es el nombre de su propuesta, y su objetivo es fomentar la conversaci¨®n en la ciudadan¨ªa europea, en un momento en el que la escucha o el puro placer del intercambio de impresiones resulta algo realmente ex¨®tico, y en el que la tolerancia hacia el otro empieza a esgrimirse, tambi¨¦n aqu¨ª, como un eufemismo para acusarnos de indiferencia.
Recuperar el di¨¢logo como una virtud democr¨¢tica tiene mucho sentido en un contexto en el que los viejos y embriagantes odres del tribalismo aparecen con ropajes nuevos. La fragmentaci¨®n medi¨¢tica, el impacto de las redes sociales sobre el debate p¨²blico y la polarizaci¨®n pol¨ªtica conducen a eso que hemos convenido en llamar ¡°cierre epistemol¨®gico¡±: el repliegue de los afines, la simpleza de un mundo sin contradicciones donde solo nos resignamos a encontrar cierta comodidad. Pero resulta curioso que, en un momento as¨ª, se reivindique como cura para el sistema la importancia de hablar cara a cara con diferentes, que se pida hablar y dejar hablar. Porque m¨¢s que una cr¨ªtica a las redes o a las fake news, lo que el semanario alem¨¢n propone es el revolucionario reto de enfrentarnos, a trav¨¦s de una conversaci¨®n respetuosa, con puntos de vista distintos. Es, por supuesto, algo a lo que tememos porque desaf¨ªa nuestra identidad, pues la voz, lo sabemos, atraviesa fronteras: entender al otro exige salir de uno mismo para aprender algo nuevo.
Y si es cierto que toda tendencia tiene un efecto pendular, tal vez llegue el momento en el que nos aburramos de escuchar siempre lo mismo en nuestras c¨¢maras de eco; o que dejemos de considerar subversivas las ocurrencias o payasadas de tanto discutidor profesional en estado de adolescencia permanente, y dejemos de premiar con nuestra atenci¨®n a quienes solo producen ruido: los que gritan mucho porque no tienen nada que decir; los que dejan mucho hablado, pero poco dicho. Porque quiz¨¢s ¡ªsolo quiz¨¢s¡ª estemos empezando a vislumbrar de nuevo que la gente razonable es la que, aun pudiendo tener ideas locas, est¨¢ dispuesta a dejarse persuadir por argumentos ajenos. O que solo desde la serenidad se pueden realmente decir cosas, incluso muy radicales, porque, como en el cuento, la aceleraci¨®n no siempre conduce necesariamente al movimiento. @MariamMartinezB
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