La cutrez del mal
El robo de obras de arte perpetrado por los nazis es solo un apunte glamuroso de una s¨®rdida maquinaria del expolio
Semana s¨ª, semana no, en la prensa internacional o nacional aparece alguna noticia sobre el expolio de obras de arte y bienes culturales que los nazis emprendieron a lo largo de toda Europa durante la Segunda Guerra Mundial. Son muchos los museos y coleccionistas envueltos en conflictos sobre la restituci¨®n de obras saqueadas entonces, y muchos los pa¨ªses implicados. Valga como ejemplo el pleito que hoy sostienen los herederos de Lilly Cassirer y el Museo Thyssen, de Madrid, sobre el cuadro de Camille Pissarro Rue Saint-Honor¨¦ por la tarde. Efecto de lluvia, incautado por el Tercer Reich en 1939.
Desde los a?os noventa del pasado siglo, el tema ha adquirido una v¨ªvida repercusi¨®n medi¨¢tica, que tiene su reflejo en el cine y en la literatura, como demuestran la pel¨ªcula de George Clooney Monuments Men o la novela de Almudena Grandes Los pacientes del doctor Garc¨ªa. Tres cuartos de siglo despu¨¦s de la Segunda Guerra Mundial, este es uno de los problemas heredados que goza de mayor presencia cotidiana.
El expolio de obras de arte, sin embargo, es solo la parte m¨¢s visible y glamurosa de un proceso mucho m¨¢s amplio y complejo, que se enmarca en el proyecto ¨¦tnico nacionalsocialista. ¡°Europa no es una entidad geogr¨¢fica, es una entidad racial¡±, anunci¨® Adolf Hitler en agosto de 1941, cuando ya gobernaba un vasto territorio que abarcaba desde el Atl¨¢ntico hasta las estepas rusas, y desde el B¨¢ltico hasta el Mediterr¨¢neo. Conforme a este principio, el Tercer Reich trat¨® de reordenar jer¨¢rquicamente aquel conglomerado de razas, entremezcladas en una cohabitaci¨®n que, a ojos de sus ide¨®logos, resultaba tan repugnante como peligrosa. En el Nuevo Orden Europeo, escrito as¨ª, con may¨²sculas, la raza aria ser¨ªa hegem¨®nica; los eslavos, un pueblo sometido; los jud¨ªos y los gitanos, exterminados.
Cualquier art¨ªculo, no importa cu¨¢n ¨ªnfimo fuera o cu¨¢l fuese su estado, era carne de reciclaje: juguetes, libros, vajillas, ropa... incluso bombillas
El Partido Nacionalsocialista comenz¨® a perseguir a los jud¨ªos inmediatamente despu¨¦s de acceder al poder. El periodo que se extiende desde las primeras normas segregacionistas hasta el asesinato en masa fue acompa?ado de una larga y compleja serie de medidas dirigidas a privarles de todas sus propiedades. Esta pol¨ªtica de requisas persigui¨® un fin absolutamente pragm¨¢tico: transferir sus bienes a los ciudadanos e instituciones alemanas. Una vez decidida su aniquilaci¨®n, el expolio tambi¨¦n pretendi¨® borrar su memoria, liquidar su cultura, cualquier rastro de su presencia.
El saqueo se estructur¨® en tres etapas. La primera comenz¨® mediados los a?os treinta, mientras a¨²n resid¨ªan en sus hogares. En el marco de los decretos de arianizaci¨®n, que otorgaron una cobertura legal al trasvase forzado de sus propiedades, los jud¨ªos fueron privados de sus activos m¨¢s valiosos: empresas, cuentas, inmuebles u obras de arte.
Despu¨¦s, las viviendas que dejaron tras de s¨ª al partir hacia el exilio, al ser asesinados o deportados a los campos de concentraci¨®n, fueron sistem¨¢ticamente vaciadas. Todas: desde las m¨¢s fastuosas hasta las m¨¢s modestas, y con independencia de que sus habitantes hubieran sido obreros, funcionarios o magnates. Cuanto qued¨® en ellas fue inventariado y almacenado en el seno de la M?bel Aktion, una campa?a iniciada durante la guerra, destinada a proveer a los ciudadanos alemanes de los bienes perdidos durante los bombardeos aliados.
La M?bel Aktion abarc¨® todo tipo de enseres. Los nazis documentaron con minuciosos informes y fotograf¨ªas el saqueo. Las im¨¢genes muestran miles de objetos cotidianos clasificados y apilados en almacenes: muebles, pinturas, ajuares de dormitorio, juguetes, libros, vajillas, utensilios de cocina, ropa... incluso bombillas. Cualquier art¨ªculo, no importa cu¨¢n ¨ªnfimo fuera o cu¨¢l fuese su estado, era carne de reciclaje. Sastres jud¨ªos, por ejemplo, remendaban la ropa vieja antes de empaquetarla y enviarla a Alemania.
El pillaje prosigui¨® hasta el final. La ¨²ltima fase acaeci¨® en los campos de exterminio. Cada objeto que llevaron all¨ª consigo fue clasificado, almacenado, empaquetado y trasladado a Alemania: ropa, calzado, gafas, bisuter¨ªa, maletas..., todo era propiedad del Reich, como hac¨ªan saber los guardias a los deportados. ¡°El repertorio de andrajos es muy alto, lo cual, naturalmente, disminuye la suma de material vestimentario recuperable¡±, se lamentaba un bur¨®crata en el informe adjunto a una remesa de ropa interior y vestidos procedente de Auschwitz.
Al analizar el fr¨ªo y meticuloso trabajo de los funcionarios nacionalsocialistas implicados en el Holocausto, Hannah Arendt acu?¨® el concepto de banalidad del mal. Informes como el arriba citado demuestran que el mal no solo fue banal. Tambi¨¦n era terriblemente cutre. La raza superior reutiliz¨® las bragas y los calzoncillos, las palanganas y los orinales de las gentes a las que extermin¨®. Las obras de arte fueron un objeto m¨¢s en un reciclaje extremo y sistem¨¢tico. Quiz¨¢s el m¨¢s glamuroso, pero su requisa solo puede comprenderse ¨ªntegramente en este contexto de harapos, bacinas y vajillas desportilladas.
Miguel Martorell Linares es catedr¨¢tico de Historia del Pensamiento y de los Movimientos Sociales y Pol¨ªticos en la UNED.
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