Hacia la fusi¨®n de ciudad y naturaleza
El paisaje, la ecolog¨ªa y la agricultura se incorporan a las calles. En un tiempo en el que la habitabilidad y la salud f¨ªsica y c¨ªvica son prioridades, cede el impulso can¨ªbal de la urbe sobre el campo. La periferia se puebla de nuevos fen¨®menos y habitantes. El huerto surge como met¨¢fora de nuevos espacios de calidad. El ciclista, el peat¨®n, el transporte p¨²blico sostenible y el agua conquistan el espacio. Pero la batalla por la fusi¨®n de naturaleza y ciudad contin¨²a
EL PAISAJISTA franc¨¦s Michel Corajoud anunci¨® a finales de siglo pasado que los jardines estaban volviendo a nuestras ciudades, y no con las formas de los parques p¨²blicos del siglo XIX ¡ªm¨¢s pr¨®ximas al estilo paisaj¨ªstico¡ª, sino con unas caracter¨ªsticas contempor¨¢neas pr¨®ximas a la ecolog¨ªa y la agricultura.
?C¨®mo podr¨ªamos explicar este revival de un arte ¡ªel paisajismo¡ª que d¨¢bamos por moribundo o complementario? Podr¨ªamos encontrar una explicaci¨®n en la versatilidad de las modas y en la importancia cada vez mayor que se otorga a las preocupaciones ecol¨®gicas. No obstante, y en el fondo, en el origen de esta preocupaci¨®n podemos encontrar una insatisfacci¨®n. Despu¨¦s de muchos a?os de dominio de la racionalidad, de las explicaciones en t¨¦rminos cuantitativos o de las intervenciones de autor sensiblemente alejadas de las inquietudes de los ciudadanos, se produce una nueva demanda de espacios de calidad; unos espacios m¨¢s pr¨®ximos, m¨¢s ¨ªntimos y m¨¢s vivos que reflejen el paso del tiempo y que transformen nuestras ciudades en unos lugares m¨¢s habitables y saludables.
Y en su regreso, estos jardines modernos impregnan la ciudad y cada uno de los escenarios en los que se desarrollan nuestras actuaciones: desde las intervenciones a escala geogr¨¢fica hasta las peque?as acciones individuales; desde los espacios p¨²blicos urbanos que podemos reconquistar hasta las geograf¨ªas abandonadas que podemos recuperar; desde la biodiversidad que podemos fomentar en cada rinc¨®n hasta las agriculturas que podemos implementar por toda la ciudad.
El espacio p¨²blico como estrategia
En los ¨²ltimos 40 a?os, las ciudades europeas se han centrado en la reconquista de aquello que las identificaba m¨¢s profundamente: el car¨¢cter p¨²blico de sus espacios urbanos y su capacidad para fomentar la cohesi¨®n social. Hemos sido capaces de recuperar infinidad de espacios p¨²blicos, colonizando ¨¢mbitos que se hab¨ªan cedido al veh¨ªculo privado, permitiendo as¨ª a los ciudadanos volver a las plazas y las calles para sus actividades c¨ªvicas cotidianas. Nuestros entornos urbanos se han llenado de nuevos proyectos que recuperan espacios antes anodinos, sin car¨¢cter, muchas veces enclaves que hab¨ªan sido abandonados, degradados u olvidados, para devolverles su valor y permitirnos volver a pasear por la ciudad como era habitual antes de convertirla en un conjunto de v¨ªas r¨¢pidas y aparcamientos.
Durante las ¨²ltimas d¨¦cadas del siglo XX, muchas ciudades centraron sus estrategias urbanas en la recuperaci¨®n del elemento geogr¨¢fico que hab¨ªa definido su origen, pero que hab¨ªan olvidado, degradado, abandonado. La experiencia de la Barcelona ol¨ªmpica abri¨¦ndose al Mediterr¨¢neo fue extraordinaria y lleg¨® a ser referente para muchas otras ciudades: el caso de Bilbao recuperando su r¨ªa, de Madrid redescubriendo el Manzanares o los casos de Zaragoza utilizando el r¨ªo Ebro como argumento para la Exposici¨®n Universal de 2008, de Londres reinvent¨¢ndose sobre el T¨¢mesis con el Millenium o el de Nueva York, que sigue trabajando para transformar el que fue el mayor puerto del mundo en un malec¨®n verde y continuo y fusionar as¨ª la ciudad con la naturaleza.
En la actualidad, cuando ya se habla de que vivimos en un Mundo de Ciudades y que, como respuesta a los desaf¨ªos del futuro, debemos comenzar a construir desde ellas y no desde los Estados, est¨¢ renaciendo con fuerza la idea de Ciudad Verde, m¨¢s habitable, saludable, m¨¢s natural y atenta a las preocupaciones de sus ciudadanos. Preocupaciones micro que apuntan a diversidad de temas, como la necesidad de puntos de encuentro social y de convivencia en los que sentir de cerca el poder de la naturaleza, pero tambi¨¦n preocupaciones macro que pretenden aportar medidas para corregir el calentamiento global y tratar de salvar el planeta.
Como ya anunci¨® Richard Rogers en su libro Cities for a Small Planet (Ciudades para un peque?o planeta), la sostenibilidad llegar¨¢ a ser la filosof¨ªa dominante de nuestra ¨¦poca y las ciudades ¡ªel h¨¢bitat humano¡ª podr¨¢n entretejerse otra vez con el ciclo de la naturaleza. Para acercarnos a esta condici¨®n necesitamos construir un sistema de movilidad basado en una combinaci¨®n de las mejores condiciones para peatones y ciclistas y un eficiente e integrado sistema de transporte p¨²blico que nos permitan alcanzar la mejor calidad de vida posible. Copenhague combina diversas soluciones para convertirse en 2025 en la primera ciudad del mundo Carbon Neutral: movilidad verde, transporte p¨²blico, reducci¨®n de las emisiones de CO2, reciclaje total de sus residuos, mejora de la calidad del agua del puerto, aprovechamiento del agua de lluvia, producci¨®n de toda la energ¨ªa necesaria en la ciudad, incremento de la biodiversidad urbana y, por supuesto, infinidad de nuevos proyectos para configurar el espacio p¨²blico en concordancia con estos criterios.
El verde como infraestructura
Las calles y las plazas de nuestras ciudades y tambi¨¦n los balcones, cubiertas y fachadas de nuestros edificios pueden renaturalizarse, conectar con los parques y jardines que ya tenemos en la ciudad e incluso conectar con los espacios agr¨ªcolas y naturales que todav¨ªa conservamos en la metr¨®polis. Un nuevo paradigma, desde la perspectiva urbana, est¨¢ reivindicando con fuerza los valores ¨¦ticos y est¨¦ticos del mundo rural; la ciudad quiere ser m¨¢s campo, y el campo, m¨¢s ciudad.
Nuestras ciudades disponen ya de un conjunto de estructuras verdes muy complejas que ocupan una parte importante de su territorio y su entorno. Muchas proceden de la geograf¨ªa que a¨²n pervive entre sus diferentes tejidos urbanos ¡ªcolinas, r¨ªos, rieras, playas, humedales¡¡ª o de remanentes de su estructura productiva agraria ¡ªparques agrarios, espacios agr¨ªcolas intersticiales, ganader¨ªa resiliente, huertos comunitarios y personales¡ª. Otras configuran el sistema de espacios p¨²blicos de las ¨¢reas urbanas: desde las calles hasta los parques, desde los paseos hasta las plazas.
Esta red de infraestructuras verdes deber¨ªa configurarse como un sistema de espacios libres de caracter¨ªsticas diversas pero objetivos comunes: que fomente todas las conectividades posibles, territoriales y sociales; que est¨¦ colmada de valores ecol¨®gicos, posibilidades de uso para el ocio y capacidades productivas. Una red ambiental y social que se consolide como la columna vertebral de nuestros territorios urbanos; un conjunto de espacios donde preservar y fomentar la biodiversidad urbana, conservar y proteger la conectividad ecol¨®gica y social entre sus partes, reivindicar su capacidad productiva y fomentar su papel en la construcci¨®n de una sociedad consciente del incalculable valor de sus activos sociales y territoriales.
La recuperaci¨®n de nuestros espacios agr¨ªcolas y forestales y la priorizaci¨®n del consumo de proximidad encajan con las recomendaciones del pacto de pol¨ªtica alimentaria urbana que se firm¨® en 2015 entre 116 ciudades del mundo (Milan Urban Food Policy Pact) para promover nuevas pol¨ªticas urbanas sobre c¨®mo se tienen que alimentar las ciudades; garantizar dietas saludables, equidad social y econ¨®mica en materia de alimentaci¨®n; velar por la producci¨®n de alimentos de calidad y la distribuci¨®n de alimentos de escala local para poder competir con la distribuci¨®n global y reducir los impactos en el medio ambiente.
La agricultura urbana es el sistema de mantenimiento m¨¢s econ¨®mico para un espacio verde, es la imagen de un paisaje que a?oramos y puede llegar a ser una filosof¨ªa de ciudad, como en el caso del movimiento Incredible Edible, que ha transformado todos los espacios libres de la ciudad inglesa de Todmorden en espacios productivos kil¨®metro cero. Los paisajes productivos recuperan la biodiversidad, limpian el aire, establecen un uso m¨¢s racional del agua, favorecen la creaci¨®n de nuevas energ¨ªas, pueden permitir el uso de nuevos materiales y producen gran diversidad de alimentos, desde los huertos personales hasta los urbanos, desde las agriculturas comunitarias hasta las intensivas.
Pero nuestras ciudades est¨¢n llenas tambi¨¦n de l¨ªmites infranqueables, aut¨¦nticas murallas que impiden la conectividad entre las partes. La resoluci¨®n de estas interrupciones se convierte en el proyecto m¨¢s estrat¨¦gico que podemos desarrollar. Se trata de prestar m¨¢s atenci¨®n al lugar dif¨ªcil, en lugar de recrearse en uno de sus dos lados. Estos lugares se convierten en el eslab¨®n que le falta a la cadena, son el pasaje entre dos situaciones fragmentadas y, como describe Richard T. T. Forman en Land Mosaics, son proyectos que han de concentrar toda la intensidad de nuestra actividad, porque con ellos conseguiremos que un gran territorio est¨¦ a nuestro alcance. Necesitamos actuaciones que promuevan la continuidad ecol¨®gica y social entre las diversas partes de la ciudad. Requerimos puentes que nos permitan recoser las conectividades perdidas y que nos ayuden a conseguir uno de los objetivos estrat¨¦gicos m¨¢s importantes para nuestro futuro: que los caminantes, los ciclistas, el transporte p¨²blico, el agua, los alimentos, el aire y la vida puedan fluir libremente por nuestras metr¨®polis.
Un reba?o de ovejas pasta en un nuevo espacio p¨²blico de Barcelona
Ver ovejas pastando en un parque de la ciudad podr¨ªa parecer un hecho casual, parecido a aquellos que podemos contemplar en la periferia urbana, en aquellos lugares donde la urbanizaci¨®n ya ha llegado pero no se ha consolidado lo suficiente como para impedir que las ¡°naturalezas exteriores¡± se infiltren en ella. En el caso del parque de Finestrelles, un enclave urbano lim¨ªtrofe a las ciudades de Barcelona y de Esplugues de Llobregat y en contacto con el parque natural de Collserola, es habitual.
Podr¨ªa considerarse esta estampa tambi¨¦n fruto de la crisis econ¨®mica de los ¨²ltimos a?os: el barrio de Finestrelles se estaba urbanizando para albergar en ¨¦l un centro de negocios y un barrio residencial de alto ?standing; despu¨¦s del estallido de la burbuja inmobiliaria, fue abandonado sin haberse construido un solo edificio. Las calles y los espacios p¨²blicos del sector ?estaban terminados y en funcionamiento, pero, a consecuencia de este abandono, no han recibido ning¨²n tipo de mantenimiento en todos estos a?os.
La arquitecta Julia Schulz-Dornburg recoge en su magn¨ªfico libro Ruinas Modernas. Una topograf¨ªa del lucro varios ejemplos de lugares parecidos repartidos por toda la geograf¨ªa espa?ola. Se trata de urbanizaciones inacabadas que presentan tres caracter¨ªsticas comunes: un tama?o enorme que en muchas ocasiones es superior al del n¨²cleo urbano del cual dependen, una localizaci¨®n aut¨®noma que se separa convenientemente de la ciudad existente y la pretensi¨®n de recrear un ¡°nuevo para¨ªso¡± que, evidentemente, renunciar¨¢ a todas las caracter¨ªsticas naturales y agr¨ªcolas del paisaje previo.
En el caso que nos ata?e concurren dos circunstancias diferentes que permiten albergar esperanza sobre su futuro inmediato. Una proviene del hecho de que la urbanizaci¨®n est¨¢ situada en el l¨ªmite de la ciudad existente, prolongando sus calles y organiz¨¢ndose alrededor de un gran parque que, como una cu?a verde, extiende los espacios naturales hacia el interior de la ciudad. El parque ya es utilizado como un corredor que permite a los ciudadanos acceder desde el centro hasta la red de caminos que se adentra en el parque natural.
La otra caracter¨ªstica diferencial se gest¨® a partir de la decisi¨®n de utilizar exclusivamente vegetaci¨®n aut¨®ctona en la configuraci¨®n del nuevo parque. Se trataba de conseguir que la monta?a ¡ªy su biodiversidad¡ª penetra?ra en la ciudad, y para reforzar esta idea se decidi¨® establecer en el centro de la urbanizaci¨®n un gran prado natural que se plant¨® con una mezcla de semillas donde predominaba la alfalfa. Las elecciones vegetales se pueden considerar muy acertadas, dado que el lugar se ha conservado bastante bien a pesar de que durante muchos a?os no ha sido cuidado ni regado por nadie.
La mayor sorpresa lleg¨® el d¨ªa en que descubrimos que, peri¨®dicamente, un reba?o bajaba desde la monta?a cercana a pastar en el nuevo prado urbano. Nos reunimos con su pastor para conocer la situaci¨®n e idiosincrasia de su gremio. Descubrimos as¨ª que todav¨ªa existen pastores en nuestra periferia urbana, que todav¨ªa es una actividad rentable a peque?a escala, pero tambi¨¦n que los pastos libres escasean en este magma incontrolado de infraestructuras desbocadas, grandes equipamientos y tramas urbanas inacabadas que denominamos ciudad. Cayetano, nuestro pastor, tambi¨¦n tuvo una sorpresa al descubrir que la ciudad le ofrec¨ªa, gratuitamente, una comida tan suculenta para su reba?o.
Ciudad y campo se han relacionado tradicionalmente muy mal. La ciudad fagocita todo el territorio que necesita imponiendo sus leyes y eliminando todos los sistemas que en ¨¦l, previamente, se desarrollaban. Quiz¨¢ la crisis nos ha ofrecido un periodo de reflexi¨®n que hemos podido aprovechar para aprender nuevas formas de actuar. La imagen del reba?o de ovejas solo pretende ser una alegor¨ªa de una ciudad que se podr¨ªa relacionar bien con su entorno, una peque?a muestra de que quiz¨¢ podemos encontrar nuevos modelos de convivencia entre la ciudad y la naturaleza.?