Efectos del cicl¨®n Meghan Markle
Un a?o despu¨¦s de su boda con el pr¨ªncipe Enrique, Isabel II disfruta de la presencia de su nieta pol¨ªtica mientras los mon¨¢rquicos se escandalizan con ¡°do?a independiente¡±
Casi al mismo tiempo en que los brit¨¢nicos ve¨ªan la primera foto del encuentro de la reina Isabel II con su bisnieto Archie, la BBC echaba a una de sus estrellas de la radio por su mofa descarnada del primog¨¦nito de los duques de Sussex. Hasta el contraste crom¨¢tico ayuda a subrayar la iron¨ªa y la tragedia. La imagen del castillo de Windsor es una explosi¨®n de colores y sonrisas. La felicidad de los bisabuelos, Isabel y Felipe; la cara embobada ante el beb¨¦ del pr¨ªncipe Enrique; el cansancio feliz de Meghan Markle y la mirada protectora y serena de su madre, Doria Ragland. As¨ª desean verse reflejados en el espejo muchos ciudadanos del Reino Unido. La otra foto, la que le cost¨® el puesto al locutor Danny Baker, es una imagen en blanco y negro de una pareja de los a?os 20, bajando las escaleras de la mano de un chimpanc¨¦ disfrazado grotescamente con abrigo, bomb¨ªn y bast¨®n. El tuit dec¨ªa: ¡°El beb¨¦ real abandona el hospital¡±. As¨ª de zafios se han mostrado muchos medios populares en el primer a?o de matrimonio de Enrique Windsor y Meghan Markle.
La irrupci¨®n de la actriz estadounidense en la familia real brit¨¢nica, y el nacimiento del beb¨¦ Archie Harrison Windsor, s¨¦ptimo en la l¨ªnea de sucesi¨®n al trono, han puesto a prueba la pretendida modernidad de la sociedad del Reino Unido, de sus instituciones, y especialmente de sus medios de comunicaci¨®n. Celebrada como un soplo de aire fresco a su llegada, actriz, influencer, activista y para rematar, hija de un matrimonio interracial con sangre holandesa y afrojamaicana. La monarqu¨ªa brit¨¢nica, que arrastraba el drama de la abdicaci¨®n de Eduardo VIII por su amor irrenunciable a la socialit¨¦ Wallis Simpson, y sobrevivi¨® a duras penas al conato de divorcio de la reina con sus s¨²bditos que provoc¨® la princesa del pueblo, Diana Spencer, ten¨ªa la oportunidad perfecta para redimir su frialdad. Daba igual que, a efectos constitucionales y pr¨¢cticos, la llegada de Meghan no alterara en absoluto el orden dispuesto. Carlos de Inglaterra ser¨¢ el pr¨®ximo Rey, y su sucesor directo, el pr¨ªncipe Guillermo, cuya vida reglada y decorosa con Kate Middleton ¡ªas¨ª los ha dibujado para el p¨²blico la prensa convencional¡ª se amolda como un guante a las expectativas del hipot¨¦tico ciudadano brit¨¢nico. Pero la monarqu¨ªa es m¨¢s que una instituci¨®n. En el caso de la brit¨¢nica, es un reclamo de atenci¨®n para el resto del mundo, y se alimenta de mitos y leyendas. Meghan Markle ha llenado el espacio que Lady Di dej¨® vac¨ªo.
Y basta con leer entre l¨ªneas algunas piezas period¨ªsticas para detectar los prejuicios hacia la ¡°reci¨¦n llegada¡± de muchos de los que celebraron con entusiasmo su aparici¨®n en escena. Libby Purves, en una tribuna de opini¨®n del diario The Times, criticaba el desorbitado coste de la baby shower (la celebraci¨®n previa a la llegada del beb¨¦ que tanto gusta a los estadounidenses) que Meghan hab¨ªa celebrado con sus amigos en Nueva York. No habr¨ªa nada que objetar al fondo del argumento. El tono, sin embargo... ¡°El problema llega cuando una famosa de la televisi¨®n estadounidense, que gasta a todo trapo, do?a independiente Markle, se convierte en la nieta pol¨ªtica de la reina de Inglaterra y se une a la decoraci¨®n m¨¢s sobria que adorna la repisa de la chimenea de m¨¢rmol quebrado que supone la antigua realeza¡±, escrib¨ªa Purves con un tufo clasista apenas disimulado.
En el primer a?o de Meghan bajo el manto de la realeza, la prensa ha dibujado un personaje intratable que habr¨ªa provocado la huida de hasta tres miembros de su personal administrativo. Uno de ellos, se explicaba de un modo que se pretend¨ªa escandaloso y sonaba rid¨ªculo, hab¨ªa llegado a recibir ?de madrugada! un correo electr¨®nico de la duquesa de Sussex con peticiones concretas.
El pr¨ªncipe Enrique lleg¨® a denunciar en Facebook el tono racista de algunos periodistas hacia la que entonces era su prometida, y pidi¨® respeto. La cuenta de Instagram de los duques de Sussex tuvo millones de seguidores de un modo casi instant¨¢neo, nada m¨¢s aparecer. Quiz¨¢ ah¨ª est¨¦ la clave del enfrentamiento. Enrique y Meghan, que a mediados de su primer a?o decidieron abandonar el Palacio de Kensington que compart¨ªan con Guillermo y Kate por la residencia campestre de Frogmore Cottage, en Windsor, van por libre. Y del mismo modo que marcan distancia con las costumbres de la casa real, mandan el mensaje a los medios de que ya no dependen tanto de su intermediaci¨®n. Ellos decidieron cu¨¢ndo y c¨®mo presentar¨ªan al p¨²blico a su primer hijo.
La llegada de Meghan ha provocado una divertida esquizofrenia en la sociedad brit¨¢nica. Isabel II disfruta de la presencia de su nieta pol¨ªtica estadounidense mientras los m¨¢s mon¨¢rquicos se escandalizan. Y la prensa de izquierdas, republicana por principios, se desga?ita en defender frente a los ataques rancios de la competencia los aires de supuesta renovaci¨®n que trajo a la Casa de Windsor una actriz de California.
L¨ªos familiares y falsas pol¨¦micas
Se han aireado los desencuentros de Markle con su padre y su hermana, de los que ambos han hecho buena caja. Alg¨²n tabloide ha llegado a sugerir que, reci¨¦n embarazada, hab¨ªa dejado usar, por prescripci¨®n m¨¦dica, cremas para aclarar la piel. Y sobre todo, se ha buscado cada gesto y cada mirada para construir una rivalidad entre Meghan y su cu?ada, Kate Middleton. La misma prensa que presentaba a la duquesa de Cambridge como una ¡°plebeya cazamaridos¡± la ensalza ahora como el ep¨ªtome de la compostura y la sobriedad frente a Meghan.
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