Ni ¡®guarimbas¡¯, ni trampas
Las naciones que tratan de evitar la confrontaci¨®n violenta en Venezuela deber¨¢n acompa?ar el proceso hacia la normalizaci¨®n institucional
Las reuniones de Oslo entre el Gobierno y la oposici¨®n de Venezuela son oportunas, pero conviene refrenar las expectativas porque oposiciones hay muchas y la coaligada con Estados Unidos para derrocar a Maduro viaj¨® a Noruega a rega?adientes, convencida de que all¨ª el r¨¦gimen volver¨¢ a las cabriolas para ganar tiempo sin hacer concesiones sustantivas. Cabe suponer que las asumir¨¢ cuando la direcci¨®n pol¨ªtico-castrense del chavismo llegue al convencimiento de que la cat¨¢strofe nacional es insostenible y la intervenci¨®n militar americana, m¨¢s que probable.
El maximalismo es previsible en el arranque de cualquier negociaci¨®n pero la fragmentaci¨®n opositora resulta preocupante. Gan¨® las legislativas de diciembre de 2015 porque particip¨® agrupada en la Mesa de la Unidad Democr¨¢tica (MUD) despu¨¦s de un per¨ªodo de personalismos y rivalidades internas. Obtuvo 112 de los 167 esca?os de la Asamblea Nacional y su gran primera victoria electoral en 17 a?os. Lejos de permanecer unida se fractur¨® porque el hist¨®rico triunfo multiplic¨® ego¨ªsmos y facciones, fomentadas por la maquinaria gubernamental para impedir que el reagrupamiento se repitiera en las presidenciales.
La divisi¨®n ya no conviene a nadie. El Gobierno necesita interlocutores s¨®lidos en Oslo, Caracas o dondequiera que se negocie, para retener el poder con acuerdos validados internacionalmente, postergando en lo posible la convocatoria de elecciones generales porque teme perderlas. La oposici¨®n necesita aglutinarse para recuperar su potencia en las urnas y acometer cambios consensuados en un sistema que es autoritario desde que los disc¨ªpulos de Ch¨¢vez redactaran una Constituci¨®n a la medida de un proyecto revolucionario.
La rehabilitaci¨®n de Leopoldo L¨®pez y Henrique Capriles y la reinstauraci¨®n del Parlamento, clausurado por un Tribunal Supremo obediente, contribuir¨ªan a destrabar la situaci¨®n. Eso pasa por el cierre de la Asamblea Constituyente que el chavismo se sac¨® de la manga y cuya desaparici¨®n constituir¨ªa una concesi¨®n significativa. La voluntad de consenso ser¨¢ fundamental en la traves¨ªa para recuperar la democracia, asumiendo que la alternancia en el poder, sin guarimbas ni milicias armadas, es rutina y virtud en las consolidadas. Lamentablemente, los usos y costumbres de la mayor¨ªa de las democracias latinoamericanas son frecuentemente tramposos.
Las naciones que tratan de evitar la confrontaci¨®n violenta en Venezuela deber¨¢n acompa?ar el proceso hacia la normalizaci¨®n institucional persuadiendo a EE UU de que la transici¨®n pactada conviene a sus intereses, y el garrotazo militar envenenar¨¢ la convivencia regional y la gobernabilidad de sus aliados en el Grupo de Lima. Despu¨¦s de 20 a?os de tropezones, no debiera ser necesario explicar a la oposici¨®n que sus divisiones la pierden y la hacen dependiente de organismos y pa¨ªses mediadores, en cuyas filas abundan la ignorancia y el simplismo. La clarividencia de EE UU tampoco es mucha, pero no suele necesitarla porque dispone de medios para imponer sus equivocaciones como aciertos.
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