Vaya cambio
En s¨®lo uno, este pa¨ªs se ha saltado cinco siglos. Aunque no en todo
El hermano de don P¨ªo, Ricardo Baroja, pertenec¨ªa al Cuerpo de Archiveros. A comienzos del siglo XX se present¨® a oposiciones para servir en alg¨²n archivo de museo provincial, pero tuvo la mala suerte de que todos estaban ¡°ocupados por recomendados de los que mangoneaban en el Ministerio¡± y fue destinado al archivo de Hacienda de Teruel. El viaje de Madrid a Teruel que cuenta en su desaparecido libro Gente del 98 es ¨¦pico. Hasta Cuenca hab¨ªa ferrocarril. All¨ª toma la diligencia de Ca?ete, donde coincide con un maderero que lleva su mismo destino. Hab¨ªa que apearse en Salvaca?ete y luego atravesar la sierra a pie o en mula para llegar a Albarrac¨ªn. Y de all¨ª a Teruel. El viaje, ya de por s¨ª g¨®tico, se le complic¨® al pobre Baroja por culpa del maderero y sus trajines sexuales. El caso es que, para cruzar la sierra, Baroja hubo de alquilar una mula y un gu¨ªa. El gu¨ªa cae borracho en plena sierra y queda el viajero perdido, de noche, en la oscura nada. Mont¨® la mula y sigui¨® desesperado hasta que horas m¨¢s tarde unas luces le orientaron y lleg¨® a la posada de Narro, en Albarrac¨ªn.
Podr¨ªa haber seguido viaje a Teruel, pero, desfallecido, conoce en la posada a un acuarelista ingl¨¦s cuyo nombre Baroja dice ser Jos¨¦ Stratford Gibson y la historia de este tipo extravagante ocupa la segunda mitad del relato. Es todo tan absurdo que parece una novela de su hermano, pero resulta que figura, en Internet, un Joseph Stafford Gibson, acuarelista irland¨¦s que, por la edad, fortuna y otros detalles, coincide con el personaje. As¨ª que es muy posible que cuanto narra Baroja sobre su infernal viaje para ocupar la plaza de archivero en la Hacienda de Teruel sea enteramente ver¨ªdico. En s¨®lo uno, este pa¨ªs se ha saltado cinco siglos. Aunque no en todo.
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