Los indios, los negros, Laura Ingalls y John Wayne
Las costuras necesitan un relato y ¨¦ste no puede ser monopolio de manipuladores ni de parte
Tyrion Lannister nos ha recordado que el relato es la base para fundamentar el liderazgo y los giros en el poder. As¨ª lo aprendimos tambi¨¦n en cursillo r¨¢pido con el independentismo catal¨¢n o el Brexit, art¨ªfices de un relato m¨¢s facil¨®n que el de la inclusi¨®n, pero hoy no vamos a hablar de eso. Hay pueblos que ni siquiera han tenido uno y siglos despu¨¦s siguen presos de la imagen que forjaron sus vencedores, Laura Ingalls y John Wayne mediante.
Es el caso de los negros latinoamericanos, que? crecieron privados de historia, por ejemplo, y que se sienten a a?os luz de distancia de los negros de EEUU, que han protagonizado batallas y generado iconos que reverberan para todos, desde Martin Luther King al propio Obama. La escritora costarricense Shirley Campbell tiene por misi¨®n po¨¦tica construir un relato compartido con sus semejantes, los hijos del esclavismo. Es una opci¨®n.
Los indios norteamericanos tambi¨¦n tienen mucho trabajo para revertir la herencia de las pel¨ªculas del Oeste y hay quien lo est¨¢ haciendo. La peque?a tribu aseje se convirti¨® en la comunidad m¨¢s rica del mundo hace un siglo, cuando sus tierras resultaron estar flotando en petr¨®leo, pero ah¨ª se acabaron las buenas noticias. Sus miembros empezaron a ser v¨ªctimas de asesinatos en serie mientras la prensa libre se mofaba de que aparcaran sus cochazos junto a la fogata. Lo ha novelado de forma extraordinaria David Grann en Los asesinos de la luna (Literatura Random House), un true crime (o gran reportaje de toda la vida, vamos) que nos sirve para conocer esta historia de olvido colectivo. Tambi¨¦n lo hizo Tommy Orange, indio cheyene, quien novel¨® en Ni aqu¨ª ni all¨ª (AdN) la fr¨¢gil construcci¨®n de una identidad machacada por el desarraigo de las reservas o la integraci¨®n urbana siempre cojeante.
Estos son casos extremos con buena literatura ya en marcha. Pero: ?nos hemos planteado qui¨¦n est¨¢ construyendo nuestro relato, qui¨¦n narra nuestras heridas? La literatura y el cine saben cavar hondo en las costuras de nuestro tiempo y en eso EE?UU siempre llev¨® la delantera. En Espa?a pasaron d¨¦cadas para que una novela como Patria, por mencionar una de nuestras grandes llagas, triunfara en las librer¨ªas. Pero nuestro relato, si no espabilamos, corre el peligro de ser hoy monopolio de pol¨ªticos, manipuladores o gentes con sus propios intereses, en suma. Laura Ingalls narr¨® en La casa de la pradera c¨®mo su beat¨ªfico padre le justific¨® la expulsi¨®n de los osage: ¡°Por eso vinimos aqu¨ª, Laura. Los blancos vamos a colonizar toda la regi¨®n y podremos elegir las mejores tierras¡±. La historia, lo sabemos, la escriben los vencedores. Pero merece la pena luchar por volver a ella y no conformarnos con las versiones parciales e interesadas.
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