Silencio
Hoy, nuevamente, es jornada preelectoral y en teor¨ªa la palabrer¨ªa pol¨ªtica tendr¨ªa que darnos una tregua
Que un autor llegue al olimpo de la Academia ¡ªel sue?o principal de muchos¡ª y su discurso de ingreso lo dedique, en lugar de a las palabras, al silencio da mucho que pensar. Sucedi¨® el domingo pasado en la Real Academia Espa?ola y el protagonista fue Juan Mayorga, un dramaturgo de f¨¦rtil y exitosa trayectoria elegido para representar a los de su gremio, desaparecido el gran Paco Nieva.
Al d¨ªa siguiente, algunos peri¨®dicos se hac¨ªan eco de la singularidad que supone que un escritor, cuya materia de trabajo son las palabras, dedicase su reflexi¨®n al silencio en un pa¨ªs que adem¨¢s se caracteriza por la palabrer¨ªa y el ruido, da igual que sea en las calles que en el Parlamento. A los dos d¨ªas se celebr¨® justamente en este la constituci¨®n solemne de una legislatura nueva y el esc¨¢ndalo fue tan may¨²sculo que todav¨ªa hoy suenan los ecos del griter¨ªo de los diputados. Prueba evidente de que el discurso de Juan Mayorga en la vecina Academia nadie lo escuch¨® y, si lo hizo, lo tom¨® como una boutade de un autor dirigida seguramente a llamar la atenci¨®n del p¨²blico.
En su discurso, el nuevo acad¨¦mico, al que protocolariamente dio la r¨¦plica una poeta cuyos poemas le deben tanto al silencio como al lenguaje, recorri¨® en apoyo de su defensa del silencio como elemento sustancial del texto algunas de las obras cl¨¢sicas que, a su entender, avalar¨ªan aquella. Desde Ant¨ªgona hasta La casa de Bernarda Alba de Lorca, desde Hamlet hasta La gaviota de Ch¨¦jov o hasta la obra cumbre de Samuel Beckett, la desoladoramente vac¨ªa y silenciosa Esperando a Godot, el silencio ha acompa?ado al teatro a trav¨¦s de la historia al igual que al hombre, cuya naturaleza se nutre de ¨¦l tanto como de la comunicaci¨®n. Dice m¨¢s un silencio que cien palabras en muchas ocasiones y, cuando todo acaba, es lo que queda en el universo. Lo dijo Hamlet y lo record¨® Juan Mayorga oportunamente para terminar su brillante presentaci¨®n en la Real Academia: el resto es silencio.
Antes, no obstante, hab¨ªa dicho tambi¨¦n que en el teatro, como en la vida, el silencio permite escuchar el paso del tiempo, algo que por excepcional a m¨¢s de uno le sorprender¨¢. En el griter¨ªo com¨²n, ese que lo llena todo, da igual que sea virtual o audible, ¡°la sombra y la ceniza de las palabras¡±, como defini¨® Mayorga el silencio, apenas son perceptibles salvo por quienes se empe?an en hacerlo contra toda circunstancia ambiente. Pese a la cantidad de sentencias c¨¦lebres que bendicen el silencio como la piedra filosofal de la sabidur¨ªa y la autoridad, del prestigio e inter¨¦s de las personas, lo cierto es que en la realidad no es que brille por su ausencia, es que podr¨ªa consider¨¢rsele en extinci¨®n, como a algunos animales de la tierra, especialmente en pa¨ªses en los que, como en Espa?a, se considera al que calla un raro, y los momentos de silencio colectivo, tiempo muerto, ese que hay que llenar con palabras o con ruido cuanto antes.
Hoy, nuevamente (y van ya no s¨¦ cu¨¢ntas), es jornada preelectoral y en teor¨ªa la palabrer¨ªa pol¨ªtica tendr¨ªa que darnos una tregua, si no ya de silencio, s¨ª al menos de cierta calma en los medios y en los establecimientos p¨²blicos del pa¨ªs. Pero que nadie espere que eso suceda. A la palabrer¨ªa pol¨ªtica le sustituir¨¢ otra diferente, pero el griter¨ªo y el ruido continuar¨¢n con nosotros como en esos trenes en los que la gente habla aunque no tenga nada que decir. Y as¨ª seguiremos hasta que, como dijo Hamlet, el silencio sea lo ¨²nico que quede en el universo, cuando ya no podamos disfrutar de ¨¦l.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.