?Ha dimitido ya Pablo Iglesias?
Ajeno al doble escarmiento electoral, el l¨ªder de Unidas Podemos se aferra a los ministerios
No, no ha dimitido Pablo Iglesias. S¨ª lo han hecho en cadena unos cuantos l¨ªderes regionales y se lo han reclamado impl¨ªcitamente otros, pero el l¨ªder de Unidas Podemos hace autocr¨ªtica de los dem¨¢s y se sustrae a la cat¨¢strofe electoral del domingo como si la hubiera provocado una conspiraci¨®n de las fuerzas de la naturaleza.
La responsabilidad es de Pablo Iglesias. Pol¨ªtica, t¨¢ctica y conceptualmente, entre otras razones porque la noci¨®n del hiperliderazgo, del cesarismo, tanto desdibuja el compromiso asambleario del movimiento como se ha convertido en un argumento desintegrador. Ni siquiera funciona el ardid de atribuir el hundimiento dominical al fratricidio en diferido de ??igo Errej¨®n. Y no solo porque Iglesias deb¨ªa haber calculado la represalia a la masacre de Vistalegre II, sino porque Podemos tambi¨¦n se ha desfigurado o extinguido lejos de la batalla de Madrid. Ha perdido en ultramar el 70% de su envergadura. Y se ha confirmado que el varapalo de las generales anticipaba la angustia existencial del proyecto pol¨ªtico en el umbral de sus primeros cinco a?os.
Pedro S¨¢nchez ha identificado el hedor funerario de sus ¡°aliados¡±. Y ha convertido el escarmiento electoral de Iglesias en un recurso providencial para excluirlo del Gobierno. No puede el l¨ªder de Unidas Podemos encubrir su fracaso pol¨ªtico con el premio de unos ministerios. Es verdad que S¨¢nchez lo necesita para la investidura y que Irene Montero ha amenazado con levantar una barricada en el Congreso si el l¨ªder socialista desplaza el tim¨®n hacia el centro y se entrega a las garras del IBEX, pero la apertura de negociaciones con Ciudadanos y la hip¨®tesis de algunos acuerdos ¡ªCastilla y Le¨®n, Arag¨®n, Madrid¡ª predisponen un nuevo clima parlamentario.
S¨¢nchez gobernar¨ªa en solitario. Conservar¨ªa al deprimido Iglesias como principal costalero, pero la holgura de sus ¨²ltimas victorias ¡ªdel 28-A al 26-M¡ª tanto le permiten explorar otras aritm¨¦ticas como le consienten distanciarse del chantaje soberanista. Sirva como ejemplo el consenso de socialistas, populares y naranjas respecto a la suspensi¨®n de los diputados presidiarios en la Mesa del Congreso. Y la discrepancia premonitoria, categ¨®rica de Iglesias en su afinidad al lazo amarillo. Alojarlo en el Gobierno expondr¨ªa el Consejo de Ministros a las fricciones del modelo territorial, al refer¨¦ndum de autodeterminaci¨®n, a las disonancias del programa econ¨®mico, al euroescepticismo, incluso a la pulsi¨®n republicana, aunque es verdad que Pablo Iglesias lleva ahora como un breviario la Constituci¨®n del ¡°r¨¦gimen del 78¡±.
Instalado entre las paredes del b¨²nker, Iglesias se resiste a abdicar. Y encara una crisis de legitimidad a la que se a?aden las emancipaciones territoriales del partido, el malestar de un sector de IU por el vasallaje de Garz¨®n y la irrupci¨®n de Errej¨®n como alternativa estimulante entre los escombros de la conquista de los cielos.
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