La madrina de las ciudades
Se publican conjuntamente cuatro entrevistas a Jane Jacobs que retratan a la autora de 'Muerte y vida de las grandes ciudades', la intelectual que urgi¨® a recuperar la vida en la calle para humanizar la ciudad
¡°Querida Jacobs: Haga siempre lo que de verdad le gustar¨ªa hacer. Hay media docena de editores que se pelear¨ªan por un manuscrito suyo sobre la ciudad, y aunque no puedo aventurar c¨®mo lo recibir¨¢ el p¨²blico, es su deber escribir ese libro. No hay nadie que tenga tantas cosas frescas y sensatas que decir sobre la ciudad y ya es hora de que se digan y se discutan, as¨ª que p¨®ngase a trabajar¡±. En 1958, tres a?os antes de que Jane Jacobs publicara su obra maestra Muerte y vida de las grandes ciudades, otro humanista, Lewis Mumford encabez¨® as¨ª la carta que le envi¨®¡±.
Cuarenta a?os despu¨¦s, Jacobs hab¨ªa abandonado Nueva York para instalarse en Toronto. Lo hizo siguiendo a sus hijos. Por entonces, Estados Unidos estaba asustado por la crisis del Sputnik (reacci¨®n estadounidense al ¨¦xito del programa espacial sovi¨¦tico). Y los chavales estaban en edad de reclutamiento y no quer¨ªan ir a Vietnam. El mayor hab¨ªa conseguido una beca para hacer un doctorado en f¨ªsica. Y ambos ten¨ªan claro que prefer¨ªan ir a la c¨¢rcel que a la guerra. Fue el marido de Jacobs quien decidi¨® que no hab¨ªan criado a sus hijos para que terminaran en la c¨¢rcel. Se fueron. ¡°Me he dado cuenta de que quienes se consideran a s¨ª mismos exiliados nunca consiguen rehacer su vida. Nosotros nos consider¨¢bamos inmigrantes. Se trataba de una aventura y est¨¢bamos todos juntos¡±. Le dijo Jacobs al periodista James Howard Kunstler que la entrevist¨® en Toronto para la revista Metropolis. Lo que cont¨® Kunstler entonces, cuando Jacobs ten¨ªa 84 a?os, o Roberta Brandes en la revista New York, o sus opiniones poco antes de morir sobre Quebec y la independencia constituyen otra cara, m¨¢s personal, pero seguramente igual de urbana, de la gran dama que defendi¨® la vida en la calle como condici¨®n sine qua non de la humanizaci¨®n de las ciudades. Esas charlas est¨¢n reunidas ahora, y por primera vez traducidas al castellano por Mar¨ªa Serrano, en el impagable volumen Jane Jacobs, cuatro entrevistas (Gustavo Gili).
A Howard Kunstler, que titul¨® su entrevista La madrina de las ciudades, Jacobs (Scranton Pensilvania, 1916, Toronto, 2006) le cont¨® que vio por primera vez Nueva York con 12 a?os, antes del Crack del 29. Lleg¨® en ferri, desde Nueva Jersey y vio aparecer el sur de Manhattan. Lo que le llam¨® la atenci¨®n no fueron los edificios ¡ªno hab¨ªa apenas rascacielos¡ª ni siquiera los caracter¨ªsticos dep¨®sitos de agua. Se fij¨® en las personas ¡°hab¨ªa gente por todas partes¡±. A?os m¨¢s tarde, regresar¨ªa y se instalar¨ªa en casa de su hermana para buscar trabajo. ¡°Le¨ªa en el peri¨®dico los anuncios de empleo. Cruzaba andando el puente de Brooklyn hasta Manhattan, y luego, cuando me rechazaban en todos aquellos trabajos, me pasaba el resto del d¨ªa curioseando por el lugar donde hab¨ªa pasado, o, si acababa en alg¨²n sitio que ya conoc¨ªa, me gastaba cinco centavos en un billete de metro, me iba a alguna parada al azar e investigaba por otro sitio. Por las ma?anas buscaba trabajo y por las tardes me dedicaba a deambular por la ciudad¡±. Una ma?ana le toc¨® el gordo y consigui¨® trabajo en una f¨¢brica de caramelos. Pero fue el tiempo, presumiblemente perdido lo que termin¨® por darle una profesi¨®n: ¡°Al haber pasado tardes observando diferentes zonas de la ciudad, empec¨¦ a escribir art¨ªculos que compr¨® la revista Vogue¡±. Eso s¨ª, ella los adaptaba a los lectores: el barrio de las pieles, por ejemplo, fue su primer escrito. Le pagaban 40 d¨®lares la pieza. Ganaba 12 a la semana en la f¨¢brica de caramelos.
Aunque fue un par de a?os a la Universidad de Columbia, Jacobs se form¨® por las calles. Desprejuiciada, ¡°perdiendo el tiempo¡± y anotando lo que ve¨ªa: ¡°Fui un tiempo a una asignatura de Sociolog¨ªa y me pareci¨® una idiotez¡±, apunta en la entrevista. En Canad¨¢, Jacobs se dio cuenta de que ¡°los estadounidenses no se creen de verdad que haya otros lugares tan reales como Estados Unidos¡±.
Pocas personas han hecho m¨¢s por el activismo ciudadano que Jane Jacobs. Y pocas conocen tan bien su capacidad de cambiar las cosas como la dificultad de hacerlo. En 1950, ella misma recog¨ªa firmas para impedir que una carretera atravesara Washington Square. Ped¨ªan firmas entre quienes se sentaban al sol, jugaban all¨ª con sus hijos, le¨ªan un libro o paseaban a perros. El caso es que muchos de los ciudadanos que usaban la plaza rehusaron firmar la petici¨®n de salvarla. Estaban convencidos de que firmar la petici¨®n podr¨ªa resultar peligroso. ¡°Fue en esa ¨¦poca cuando aquel extra?o temor lo invadi¨® todo, pero tambi¨¦n recuerdo cuando se disip¨®, estando en plena lucha por salvar un barrio¡±.
Jacobs termin¨® nacionaliz¨¢ndose canadiense porque no le parec¨ªa normal no poder votar ni participar en las decisiones del lugar donde viv¨ªa. La relaci¨®n con Mumford acabar¨ªa en discusi¨®n. Dos a?os despu¨¦s de la carta, en 1960, ella hab¨ªa terminado su inolvidable libro. Ver¨ªa la luz un a?o despu¨¦s. Y Mumford, un hombre que, seg¨²n Jacobs, cambiaba de car¨¢cter volvi¨¦ndose ansioso al entrar en Nueva York, pas¨® a defender la ciudad jard¨ªn, la idea de vivir cerca de la ciudad con los beneficios del campo, una utop¨ªa para Jacobs que ni cuidaba la ciudad ni proteg¨ªa el campo.
Babelia
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