Homenaje debido
Las instituciones que don Juan Carlos contribuy¨® a crear cumplieron su funci¨®n. De ah¨ª nace el homenaje ciudadano
El rey em¨¦rito, don Juan Carlos de Borb¨®n, no realizar¨¢ a partir de este domingo ninguna actividad p¨²blica oficial. As¨ª se lo ha comunicado al actual jefe del Estado, su hijo don Felipe, de quien hab¨ªa actuado como embajador y representante en diversas ocasiones desde su abdicaci¨®n. Este paso adicional en la retirada del primer titular de la Monarqu¨ªa parlamentaria establecida por la Constituci¨®n de 1978 permite comenzar un balance que habr¨¢ de prolongarse en el futuro, porque don Juan Carlos pasa desde esta fecha a ser un poco m¨¢s parte de la historia de Espa?a. De la mejor historia de Espa?a.
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En contra de lo que se ha repetido recurriendo a una media verdad, el origen de su reinado no es el franquismo. No fue este el que reinstaur¨® la continuidad din¨¢stica en la que se inserta el reinado de don Juan Carlos, ni tampoco el que la rescat¨® de la v¨ªa muerta en la que la hab¨ªa colocado la Rep¨²blica al asociar la monarqu¨ªa con un golpe militar, cometido por Alfonso XIII. La maniobra del general Franco para perpetuar su r¨¦gimen fue m¨¢s aviesa: violent¨® la l¨ªnea din¨¢stica a fin de cubrir bajo una fr¨¢gil apariencia de continuidad hist¨®rica una decisi¨®n que solo era una arbitrariedad autoritaria.
El origen de la Monarqu¨ªa parlamentaria se encuentra en la voluntaria renuncia de don Juan Carlos a los poderes dictatoriales que el franquismo puso en sus manos, y la decisi¨®n de facilitar un proceso constituyente. No es pues el designio de ning¨²n dictador el que funda el r¨¦gimen pol¨ªtico de 1978, sino la convicci¨®n de quien, como don Juan Carlos, dio la palabra al sujeto pol¨ªtico silenciado a sangre y fuego: el pueblo espa?ol. Esta decisi¨®n trascendental es la que abri¨® al futuro un horizonte que la dictadura quer¨ªa cerrado.
Decir que al materializarse ese futuro Espa?a conoci¨® la democracia y el progreso bajo el reinado de don Juan Carlos es confundir el significado de su legado, comprometi¨¦ndolo. En realidad, este se resume en haber actuado desde la misma idea que inspir¨® a los republicanos de 1931: no son las formas de Gobierno las que hacen que Espa?a d¨¦ lo mejor de s¨ª, sino sus hombres y mujeres cuando pueden actuar en libertad y en plena disposici¨®n de sus derechos bajo reg¨ªmenes que los respetan.
Don Juan Carlos contribuy¨® a la instauraci¨®n de un r¨¦gimen respetuoso con las libertades y los derechos, y un pa¨ªs educado en el oscurantismo de la idea de naci¨®n abraz¨® la causa de la ciudadan¨ªa en torno a un Estado transparente y justo, abander¨® el cambio de costumbres y asumi¨® que el progreso no es contradictorio con la solidaridad, sino su resultado, tanto a efectos internos como en el ¨¢mbito internacional. Y lo hizo, adem¨¢s, frente a quienes invocaban y a¨²n invocan unas u otras ideas de naci¨®n no menos oscurantistas, o a quienes se declaran obcecadamente incapaces de un acuerdo entre dem¨®cratas cuando ese acuerdo fue posible entre quienes se combatieron desde trincheras reales, no metaf¨®ricas.
Don Juan Carlos abandon¨® la jefatura del Estado acosado por el esc¨¢ndalo. El pensamiento pol¨ªtico medieval resolv¨ªa esta desgarradora contradicci¨®n mediante la doctrina del doble cuerpo del rey, distinguiendo entre su funci¨®n y su persona. En democracia, nadie puede exculpar los errores privados con los aciertos p¨²blicos. Pero s¨ª sostener que las instituciones existen para que las imperfecciones de los seres humanos no sean letales para todos. Las instituciones que don Juan Carlos contribuy¨® a crear han cumplido sobradamente esa funci¨®n, incluso cuando ¨¦l no estuvo a la altura. Ah¨ª es donde radica el tributo ciudadano que le es debido.
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