Historiadores contra genetistas
La ausencia de huella gen¨¦tica ¨¢rabe en los andaluces actuales reedita la tirantez entre la historia y la ciencia
Materia presenta esta semana un estudio gen¨¦tico de resultados chocantes. Tras ocho siglos de dominaci¨®n musulmana que empezaron y acabaron por el sur de la pen¨ªnsula Ib¨¦rica, cabr¨ªa esperar que los genes de origen ¨¢rabe y norteafricano hubieran dejado su huella en los actuales habitantes del sur mucho m¨¢s que en los del norte. Y la investigaci¨®n de la Universidad de Granada no ha encontrado la menor evidencia de ello. Los andaluces actuales son tan parecidos al resto de los espa?oles, y de hecho al resto de los europeos, que un genetista marciano que no supiera nada de historia habr¨ªa pasado por alto la ocupaci¨®n ¨¢rabe de la pen¨ªnsula. El estrecho de Gibraltar, seg¨²n estos resultados, ser¨ªa tanto una frontera gen¨¦tica como lo es geogr¨¢fica, una l¨ªnea roja que ha impedido el mestizaje entre su norte y su sur durante cerca de un milenio. Algunos historiadores ya han expresado quejas contra esta investigaci¨®n. Y no es la primera vez que esto ocurre. Ni ser¨¢ la ¨²ltima.
Un centenar de cient¨ªficos internacionales publicaron hace tres meses en Science las (aplastantes) evidencias gen¨®micas, obtenidas de 400 muestras de ADN antiguo, de que una poblaci¨®n llegada de las estepas rusas hace 4.500 a?os reemplaz¨® al 40% de la poblaci¨®n ib¨¦rica anterior, incluidos casi todos los hombres de la pen¨ªnsula. Se llamaban los yamnaya, y seguramente inventaron la rueda de radios, y con ella los carros tirados por caballos que les permitieron conquistar media Europa. Una tumba verdaderamente ilustrativa de hace 3.800 a?os, hallada en Castillejo del Bonete, Ciudad Real, exhibe a una pareja de la ¨¦poca, obviamente de gama alta, donde la mujer tiene el genoma local, y el hombre el de un yamnaya. Lo t¨ªpico de la ¨¦poca.
Todo esto es ciencia de primera divisi¨®n, coordinada por uno de los genetistas m¨¢s brillantes de nuestro tiempo, David Reich, de Harvard y el Instituto M¨¦dico Howard Hughes. Pero su publicaci¨®n estuvo precedida por una tormenta fragorosa que, con la perspectiva del tiempo (unos meses), parece girar en torno al concepto de migraci¨®n, de invasi¨®n, en torno al efecto de la influencia externa en los mitos nacionales de permanencia y arraigo en el territorio. Mientras los genetistas acumulan petabytes de datos que demuestran esos movimientos de poblaci¨®n en todo el Viejo Mundo, los arque¨®logos, prehistoriadores e historiadores parecen resistirse a esa cascada incesante de realidad armados con unas preconcepciones que resultan no solo d¨¦biles, sino tambi¨¦n dif¨ªciles de introducir en el debate cient¨ªfico.
Uno de los genetistas que ha conocido m¨¢s de cerca esas renuencias de los prehistoriadores es el propio Reich y, como buen cient¨ªfico, ha examinado a fondo el problema y ha encontrado la clave que lo explica (la expone en su libro reci¨¦n editado en espa?ol Qui¨¦nes somos y c¨®mo hemos llegado hasta aqu¨ª, Antoni Bosch editor). Haciendo brutalmente corta una larga historia, la idea es la siguiente: como las ideas de una migraci¨®n desde Europa central hasta India que habr¨ªa propagado la raza aria y la disciplina germ¨¢nica fueron utilizadas por Hitler para justificar sus propias migraciones por Polonia o Francia, las ciencias humanas de la segunda mitad del siglo XX decidieron tirar el ni?o con el agua del ba?o. Hay un problema entre genetistas e historiadores. ?D¨®nde pondr¨ªas tu dinero?
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