Solsticio
Pese a los muchos siglos de religiones modernas, en el fondo de nuestras conciencias alienta un animismo primitivo que tiene que ver con lo natural m¨¢s que con la filosof¨ªa y la ciencia
A coger el tr¨¦bole (el tr¨¦bol de cuatro hojas, ese que da buena suerte), encender y saltar hogueras o ba?arse en los r¨ªos o en el mar bajo la Luna: millones de personas en el mundo saldr¨¢n un a?o m¨¢s de sus casas la noche de este domingo, cumpliendo con un rito pagano para unos y cristiano para otros. La noche de San Juan, aunque no coincide exactamente con el solsticio de verano (el de invierno en el hemisferio sur) tiene su origen en ¨¦l y como tal es tomado por much¨ªsimas personas, que consideran la fiesta una celebraci¨®n pante¨ªsta. Pese a los muchos siglos de religiones modernas, en el fondo de nuestras conciencias alienta un animismo primitivo que tiene que ver con lo natural m¨¢s que con la filosof¨ªa y la ciencia.
A la vez que el mundo avanza hacia la tecnificaci¨®n rob¨®tica, que la inform¨¢tica y la astronom¨ªa conectan el conocimiento humano y el universo, cada vez menos ignoto, la humanidad sigue teniendo necesidad de misterio, de algo que la haga sentir viva por encima de la tecnolog¨ªa. Enganchados a m¨®viles y a ordenadores, necesitamos a la vez sentir que estos no lo solucionan todo y que hay algo que se les escapa, algo que nos pertenece y que ya estaba dentro de nuestros esp¨ªritus antes de que aparecieran ellos. Algo que tampoco tiene que ver con la religi¨®n como nos la presentan, en todo caso con sus antecedentes m¨¢gicos. En el fondo de todos nosotros, lo queramos o no, hay un eco de la historia de ese tiempo en el que las preguntas a¨²n no ten¨ªan respuestas, o por lo menos no todas ellas.
La noche de San Juan en Occidente va unida a la superstici¨®n, una r¨¦mora para quienes consideran que todo tiene una explicaci¨®n cient¨ªfica. Posiblemente est¨¦n en lo cierto, pero eso no les faculta para descalificar a quien necesita creer en algo diferente de lo que la tecnolog¨ªa y la ciencia nos presentan como ¨²nico real. Sin entrar en creencias milenaristas o en fantas¨ªas heterodoxas, de esas que las televisiones tambi¨¦n nos venden como si fuera una publicidad m¨¢s, hay gente que necesita seguir pensando para vivir que no todo tiene explicaci¨®n y que cabe a¨²n el misterio en este mundo, ll¨¢mese poes¨ªa o representaci¨®n sin m¨¢s. Por eso, en noches como estas, la de San Juan o la de Navidad, la m¨¢s corta y la m¨¢s larga dependiendo de los hemisferios terrestres, todos sentimos un estremecimiento y un desasosiego que tratamos de convertir en fiesta, para no reconocer que nos asusta el misterio del tiempo y nuestro desvalimiento como especie, en medio del gran enigma del universo y de la eternidad que intuimos detr¨¢s de ¨¦l. ¡°El mayor de los soles en un lado?/?y del otro luna nueva?/?lejos de la memoria como aquellos pechos?/?Y en medio el abismo de la noche estrellada,?/?el cataclismo de la vida¡±, escribi¨® el poeta griego Yorgos Seferis mirando el cielo de Atenas un solsticio de verano, sin saber que esa noche quedar¨ªa para siempre prendida de su poema como de tantos poemas escritos por tantos hombres y mujeres a lo largo de la historia, la mayor¨ªa de ellos perdidos para siempre con las luces de la noche, con las hogueras y las ilusiones brotadas al calor de su fantas¨ªa, tan fugaz. Otro poeta, este de la pintura, lo escribi¨® con sus pinceles en un lienzo cuyo t¨ªtulo, Noche estrellada, resume todos esos poemas, los conocidos y los por escribir. ¡°Las piedras de molino muelen todo?/?y todo en astros se convierte?/?En v¨ªsperas del d¨ªa m¨¢s extenso¡±, dej¨® escrito Seferis.
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