Revolucionario

Ahora mismo, llamar a las cosas por su nombre es un acto revolucionario. Esa es una de las mayores virtudes de la sentencia que ha condenado a La Manada por violaci¨®n. Nadie que hubiera le¨ªdo con atenci¨®n el relato de los hechos habr¨ªa podido llegar jam¨¢s a otra conclusi¨®n. Que fue una violaci¨®n era desde el principio tan evidente como que la intimidaci¨®n excluye por s¨ª misma el libre consentimiento. Pero la Audiencia de Navarra retorci¨® los t¨¦rminos, se erigi¨® en diccionario, se opuso a la sociedad con una soberbia inaudita. Conviene recordarlo, recordar a los miembros de La Manada bailando en la Feria de Sevilla, recordar a las otras manadas que, en Sabadell, en Villalba, en Alicante, siguieron los pasos de aquellos violadores ic¨®nicos, estrellas medi¨¢ticas perseguidas por las c¨¢maras. Luego lleg¨® la bochornosa actuaci¨®n de Cayetana ?lvarez de Toledo que podr¨ªa interpretarse como una burla hacia las v¨ªctimas y, hace s¨®lo unos d¨ªas, el alegato del portavoz de Vox en Andaluc¨ªa, afirmando que a este paso la ¨²nica v¨ªa segura de tener sexo para los hombres ser¨¢ la prostituci¨®n, como si la violaci¨®n fuera un m¨¦todo corriente entre los indicados para saciar el deseo masculino. Ahora, cuando todo vale, cuando todos mienten, cuando la derecha agita la palabra ¡°ideolog¨ªa¡± como si fuera una infamia izquierdista, feminista, ecologista, como si el factor que conforma su pensamiento no fueran las ideas tradicionalistas y reaccionarias de toda la vida, sino la palabra de Dios, es m¨¢s importante que nunca llamar a las cosas por su nombre. La sentencia del Supremo significa que, por m¨¢s que a nuestro alrededor tantas voces lo nieguen a diario, la realidad existe. Y en los diccionarios de la realidad, s¨®lo s¨ª significa s¨ª.