Al final del tablero
?Qu¨¦ podemos hacer con los mensajes pol¨ªticos virales que emponzo?an nuestra vida p¨²blica?
Vivimos en tiempos de crecimiento exponencial. A veces abusamos de este t¨¦rmino. La poblaci¨®n humana, aunque sigue creciendo, ya no lo hace de forma exponencial. Tampoco lo hacen la inmigraci¨®n ni la inseguridad, la psicopat¨ªa ni la inmoralidad. Que algo crezca es asumible y entra dentro de lo normal. Que crezca de manera exponencial suele implicar alg¨²n desajuste, y a menudo un peligro para alguien. La medalla de ¡°viral¡± que merecen ciertos mensajes en la red est¨¢ plenamente justificada: al igual que el virus biol¨®gico de donde toma el nombre, ese mensaje se reproduce entre las masas acr¨ªticas adosadas a un tel¨¦fono con una din¨¢mica exponencial. Cuantos m¨¢s repetidores humanos lo reciben, m¨¢s se propaga en la siguiente ronda de infecci¨®n, hasta generar un mito o una escabechina. Guardaos del crecimiento exponencial.
La f¨¢bula oriental nos ha regalado un buen recurso divulgativo, que casi todo el mundo ha o¨ªdo pero casi nadie ha incorporado a su modelo interior del mundo. Cu¨¦ntase que el visir Sissa Ben Dahir, queriendo quedar bien con el rey Sharim de la India, le regal¨® un tablero de ajedrez hecho a mano y tan hermoso como un amanecer en el mar Ar¨¢bigo. Sharim se qued¨® deslumbrado por la belleza del tablero, y pregunt¨® al visir qu¨¦ pod¨ªa ofrecerle en compensaci¨®n por ¨¦l. Los cortesanos del rey se estaban preparando contra una petici¨®n onerosa cuando el visir se limit¨® a pedir: ¡°Ponga su majestad un grano de arroz en el primer cuadrado del tablero, dos granos en el segundo, cuatro en el tercero y as¨ª hasta el ¨²ltimo cuadrado¡±. Este visir es m¨¢s tonto que una carpa de r¨ªo, pens¨® el rey, y orden¨® a sus ayudantes que satisficieran su pedido. Como es bien conocido, arruin¨® de esta forma a su pa¨ªs, donde no hab¨ªa suficiente arroz para llenar ni el cuadrado 42 (de los 64 que tiene el tablero).
Los bi¨®logos est¨¢n acostumbrados a tratar con esta progresi¨®n exponencial (o geom¨¦trica), porque es la forma natural en que proliferan las c¨¦lulas: una c¨¦lula se divide para dar 2, que se dividen para dar 4, luego 8, 16, 32, 64, 128¡ y as¨ª hasta formar un cuerpo humano. Tambi¨¦n las bacterias crecen as¨ª, que es la raz¨®n por la que la esterilidad es tan dif¨ªcil de alcanzar. Si matas por la noche a todas las bacterias menos a una, la que queda habr¨¢ reconstruido todo el cultivo infecto cuando vuelvas por la ma?ana al laboratorio.
Dice el cosm¨®logo Max Tegmark que nuestro universo naci¨® exactamente igual que un sistema biol¨®gico. A partir de una mota mucho m¨¢s peque?a que un ¨¢tomo, el cosmos empez¨® a duplicar su tama?o una vez tras otra (1, 2, 4, 8, 16, 32, 64, 128¡) y as¨ª a cada instante, hasta generar todo lo que vemos a nuestro alrededor virtualmente de la nada. Ese es el G¨¦nesis seg¨²n la f¨ªsica actual. La raz¨®n de ese comportamiento exponencial, que recuerda al cuento del visir y al crecimiento de un beb¨¦, es que la fuerza que expande el universo est¨¢ contenida en el mero espacio. As¨ª, cuanto m¨¢s espacio se genere, m¨¢s fuerza lo expandir¨¢, m¨¢s espacio se generar¨¢ y as¨ª hasta la habitual pesadilla exponencial.
?Qu¨¦ podemos hacer entonces con los mensajes pol¨ªticos virales que emponzo?an nuestra vida p¨²blica? Pues recordar una cosa: que el crecimiento exponencial requiere unas condiciones ambientales ¨®ptimas. Sin eso, los virus empiezan a competir consigo mismos hasta descomponerse o evolucionar hacia otra cosa.
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