Atreverse
Algo falla en nuestra cultura pol¨ªtica cuando la independencia se convierte en algo excepcional
Fue Unamuno quien nos advirti¨® contra el dogmatismo como uno de los males de la humanidad: ¡°Quien nunca ha hecho de su fuero interno campo de pelea ser¨¢ un fan¨¢tico intolerante siempre¡±. Enunciaba as¨ª la inevitable conexi¨®n entre una caracter¨ªstica personal y los rasgos sociales, pues sab¨ªa que la duda individual es el requisito previo para abrir espacios a nuevos dilemas pol¨ªticos, para la independencia de juicio, para la ciudadan¨ªa activa y, finalmente, para la calidad democr¨¢tica. Por eso dec¨ªa Isaiah Berlin que si no hubiera disidentes tendr¨ªamos que inventar argumentos contra nosotros mismos, como una forma de asegurar que ejercitamos de veras nuestras cualidades intelectuales.
Pero hay siempre un paso previo a la disidencia propiamente dicha, incluso la que ejercemos frente a nuestro mismo reflejo: perder el miedo a sentirnos solos. Para autoafirmarnos, para atrevernos a alzar la voz, para exponer argumentos genuinos ante fuerzas m¨¢s poderosas que nuestras palabras, primero hemos tenido que interiorizar la posibilidad de quedarnos solos, tal vez porque, al cabo, buscamos el refuerzo del grupo para no experimentar ese asilamiento. Estamos tan acostumbrados a perseguir la aceptaci¨®n de ¡°los nuestros¡± que es noticia que alguien decida salirse del redil. Y algo falla en nuestra cultura pol¨ªtica cuando la independencia, que no es m¨¢s que la predisposici¨®n a asumir riesgos en aras de lo que defendemos como verdadero, se convierte en algo excepcional. Pero as¨ª es, y lo cierto es que tiene un efecto democr¨¢tico: cuando hay un desacuerdo p¨²blico se produce un efecto en cascada que hace que otros pierdan el miedo a dar su opini¨®n. Al primer disidente le suceder¨¢n otros, quiz¨¢s porque comprueban que no est¨¢n tan solos.
Probablemente est¨¦n pensando en el gesto de Toni Rold¨¢n: ¡°Me voy para seguir reconoci¨¦ndome en mis convicciones¡± fue, en esencia, lo que vino a afirmar. Pero fueron a¨²n m¨¢s llamativas las palabras de su mentor Garicano: ¡°Me quedo para seguir defendi¨¦ndolas¡±. Ambas posiciones son leg¨ªtimas, y las dos muestran abiertamente su discrepancia. La primera nos habla de por qu¨¦ es necesario cultivar el esp¨ªritu de disconformidad en una democracia: la disidencia nos libera del miedo. Pero la segunda muestra un ¨¢ngulo interesante desde el punto de vista del sistema. ?Se puede mantener una relaci¨®n de combate dial¨¦ctico con un proyecto pol¨ªtico y sentir a la vez que formas parte del mismo? Nos convendr¨ªa darle una vuelta a esto porque quiz¨¢s ah¨ª est¨¦ la clave para entender muchas cosas de nuestra historia reciente, como, por ejemplo, por qu¨¦ diablos, para verg¨¹enza nuestra, no tenemos a¨²n un acuerdo de gobierno.
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