Crimen sin castigo
Las torturas infligidas al capit¨¢n Rafael Acosta Ar¨¦valo son inconcebibles en un pa¨ªs que se proclama comprometido con el Estado de derecho
Las torturas infligidas al capit¨¢n de corbeta opositor Rafael Acosta Ar¨¦valo son propias de dictaduras africanas y estalinistas e inconcebibles en un pa¨ªs que se proclama comprometido con el Estado de derecho. El delito no debiera quedar impune, pero probablemente no se haga justicia porque la divisi¨®n de poderes en Venezuela es simulada o inexistente, seg¨²n convenga. Solo el convencimiento de los torturadores de que ten¨ªan barra libre para arrancar confesiones explica el salvajismo de fracturas, desolladuras, latigazos, politraumatismos y edema cerebral, seg¨²n la autopsia publicada por el periodista de ?ltimas Noticias Eligio Rojas, no desmentida oficialmente.
Tan incalificable es el martirio al que fue sometido el oficial como incomprensible que la jefatura de la Direcci¨®n General de Contrainteligencia Militar siga al mando, amparada por un Gobierno que pretende justificar lo injustificable y desviar la atenci¨®n liberando a presos que no hubieran debido ser encarcelados o lo fueron sin respetar sus derechos. Esas maniobras son frecuentes. Hace menos de un a?o, el opositor Fernando Alb¨¢n muri¨® en la sede del Servicio de Inteligencia. Solicit¨® ir al ba?o y se lanz¨® al vac¨ªo desde un d¨¦cimo piso. El fiscal general y militante chavista, Tarek Saab, convalid¨® la versi¨®n policial y dio carpetazo al asunto. Ah¨ª qued¨® la ¡°exhaustiva¡± investigaci¨®n prometida.
Poco cabe esperar de la pr¨®xima a su cargo, que probablemente dedique m¨¢s esfuerzos a enfriar el delito y construir coartadas que a esclarecer los hechos, cristalinos a juzgar por el informe forense. Remota la depuraci¨®n de responsabilidades con prontitud e independencia, audiencias internacionales deber¨ªan abordar la muerte del capit¨¢n y las 6.800 atribuidas a los cuerpos de seguridad y milicias parapoliciales, entre enero de 2018 y mayo de 2019, en el informe de Michelle Bachelet, Alta Comisionada para los Derechos Humanos de la ONU. El n¨²mero de ejecuciones extrajudiciales del documento se antoja exagerado y se omite material que debiera ponderarse, pero el comportamiento gubernamental negando la mayor aporta relevancia al recuento de Naciones Unidas aun corrigi¨¦ndolo a la baja. El Ejecutivo alega que el 82% de las entrevistas corresponden a personas que no viven en el pa¨ªs, cuando debiera preguntarse por el origen de esa desproporci¨®n, por el silencio de quienes callan por miedo a represalias. Llegar¨¢ un momento en que el 100% de los entrevistados responder¨¢ desde Colombia, Espa?a o EE?UU: desde el exilio.
Las invocaciones a cerrar filas arguyendo que Estados Unidos amenaza la soberan¨ªa nacional todav¨ªa movilizan a los militares nacionalistas, pero la muerte a palos de un compa?ero de armas es harina de otro costal. La acusaci¨®n de que tramaba un magnicidio nada cambia porque, como apunta el informe, la complicidad de leyes, pol¨ªticas y pr¨¢cticas redujo el ¨¢mbito de la democracia y la justicia en Venezuela, desmont¨® el control institucional sobre el Ejecutivo y franque¨® el paso a graves violaciones de derechos fundamentales.
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