Los espa?oles de la Luna
Hace medio siglo, un pu?ado de j¨®venes fueron reclutados por la NASA para hacer historia
El lunes al mediod¨ªa, 20 hombres y una mujer de edad avanzada sub¨ªan a duras penas la rampa hacia una enorme antena de radio que apuntaba hacia el cielo. Al llegar arriba el grupo se dispuso a posar para el fot¨®grafo. Muchos de ellos gritaron como aut¨¦nticos adolescentes: ¡°cervezaaaaaaaa¡±.
Son los espa?oles que llegaron a la Luna: ingenieros, t¨¦cnicos, cocineros, camareros, documentalistas, que vivieron un momento hist¨®rico y at¨ªpico para la Espa?a de la ¨¦poca. Trabajaban en las estaciones de seguimiento espacial de la NASA en Robledo de Chavela y Fresnedillas de la Oliva, estrat¨¦gicamente situadas en pleno monte, pero lo suficientemente cerca de Madrid y su aeropuerto. Junto a las antenas de Cebreros (?vila) y Maspalomas (Gran Canaria) y otras dos en Australia y EE UU, eran el nexo de uni¨®n entre la Tierra y los astronautas que pisaron la Luna por primera vez, hace ahora 50 a?os.
La ¨²nica mujer del grupo se llama Mar¨ªa Nieves de la Pe?a. Cuenta que ten¨ªa 17 a?os cuando empez¨® a trabajar de camarera en la base. La noche del 20 de julio de 1969 no ten¨ªa nada que hacer. ¡°Estaba trabajando, pero nadie iba a venir a tomar caf¨¦. Cuando termin¨® mi turno me col¨¦ en la sala donde se estaba siguiendo la misi¨®n. Fue maravilloso¡±, recuerda.
Frente a una de las consolas de comunicaci¨®n estaba Carlos Gonz¨¢lez, un chaval de 22 a?os hijo de campesinos asturianos emigrados a Madrid. En esos momentos Madrid era la ¨²nica estaci¨®n que ten¨ªa contacto directo con los astronautas. ¡°Todos mis sentidos estaban puestos en el equipo que recib¨ªa la se?al del m¨®dulo orbital de [Michael] Collins y el ?guila de [Neil] Armstrong y [Edwin] Aldrin, que deb¨ªan aterrizar en la Luna. Rezaba por lo bajinis para que no fallara la comunicaci¨®n, pues si se romp¨ªa, se paraba la misi¨®n¡±, recuerda Gonz¨¢lez, quien a sus 73 a?os luce un saludable rostro bronceado y una muleta para ayudarse a andar con una cadera lesionada. Este ingeniero tiene el privilegio de haber sido una de las primeras personas en la Tierra que escuch¨® una frase hist¨®rica:
-¡°Houston, aqu¨ª la base Tranquilidad. El ?guila ha aterrizado¡±.
Eran las 21:17 en Madrid y la humanidad acababa de posarse en la Luna. Las palabras del comandante del Apolo 11 Neil Armstrong llegaron primero a Fresnedillas. Medio segundo despu¨¦s fueron rebotadas al resto de estaciones. Gonz¨¢lez se enter¨® del ¨¦xito de la misi¨®n antes incluso que el mism¨ªsimo presidente de los EE UU, Richard Nixon. ¡°Sent¨ª una descarga de electricidad por todo el cuerpo y pens¨¦, t¨ªo, lo hemos conseguido, aunque por encima sigue la responsabilidad de seguir haciendo bien tu trabajo¡±, explica.
Un par de horas despu¨¦s la Luna se puso tras el horizonte. Tom¨® el relevo la antena de Honeysuckle Creek (Australia). En Fresnedillas se brind¨® con vino, un anticipo de otras celebraciones con jamones, langostinos y paellas de cigalas para conmemorar ¨¦xitos posteriores, tal y como relata Jos¨¦ Manuel Grandela en su libro Fresnedillas y los Hombres de la Luna.
Grandela llevaba apenas unos meses trabajando en la estaci¨®n de la NASA cuando el Apolo 11. ¡°Aquella noche hubo un momento que pensamos que no iban a aterrizar¡±, recuerda. El piloto autom¨¢tico estaba guiando a los dos astronautas a una zona de rocas peligrosa para una nave fr¨¢gil como el ?guila. Armstrong tom¨® en control manual de la nave y consigui¨® posarla en un llano a unos seis kil¨®metros del lugar original. ¡°Ve¨ªamos que sus pulsaciones estaban disparadas. Charlie Duke, que era el ¨²nico autorizado para dirigirse directamente a los astronautas desde el centro de control de Houston dijo: os o¨ªmos desde la Tierra. Hab¨ªa aqu¨ª un mont¨®n de gente a punto de ponerse azul. Ahora volvemos a respirar¡±, relata Grandela, que durante d¨¦cadas trabaj¨® como radiotelegrafista en la estaci¨®n y ha recopilado al detalle la intrahistoria del grupo de los espa?oles de la Luna. Armstrong pis¨® la Luna a las 3:56 del 21 de julio hora de Madrid. Diez millones de espa?oles lo segu¨ªan por televisi¨®n. Unas horas despu¨¦s Fresnedillas volvi¨® a tomar el relevo en el momento en el que los astronautas encendieron el motor del ?guila para regresar al m¨®dulo orbital y preparar el regreso a la Tierra.
El complejo de la NASA en las afueras de Madrid era como un peque?o pueblo de las estrellas. "Cuando el Apolo 11, en el edificio especial para las operaciones del Apolo eran todos yanquis menos yo¡±, recuerda Gonz¨¢lez, cuyos recuerdos han sido recopilados en El gran salto al abismo (Next Door Publishers). La estaci¨®n ten¨ªa veh¨ªculos propios para ir depositando a cada trabajador en su casa. Hab¨ªa equipos de voleibol y f¨²tbol. Algunos incluso encontraban a las parejas de su vida, como la camarera Mar¨ªa Nieves, que se cas¨® con el ingeniero David Villena, quien posaba a su derecha el lunes bajo un sol de justicia.
El panorama fue cambiando en misiones sucesivas. ¡°Cada vez dejaban entrar a m¨¢s espa?oles y lleg¨® un Apolo, ya no me acuerdo cu¨¢l, en el que nos quedamos solo espa?oles en algunos equipos¡±, recuerda el radiotelegrafista Jos¨¦ Antonio Perea, de 84 a?os, un hombre espigado al que las gafas de sol negras le dan un aire de vieja estrella de rock.
¡°Todo lo que llegaba a la estaci¨®n se grababa en cintas magn¨¦ticas que yo guardaba en latas, etiquetaba y enviaba a toda prisa al aeropuerto de Barajas, donde un avi¨®n las esperaba para llev¨¢rselas a EEUU. Aqu¨ª solo quedaban las copias¡±, explica Jos¨¦ Cast¨¢n, de 78 a?os, documentalista, quien entr¨® en la estaci¨®n con 26 a?os en pleno Apolo 8, la primera misi¨®n que orbit¨® la Luna, en 1968.
El gran ausente el d¨ªa de la foto es Luis Ruiz de Gopegui, un f¨ªsico madrile?o que lleg¨® a ser director de Fresnedillas y quien a sus 91 a?os est¨¢ demasiado mayor para ir a Robledo. Al tel¨¦fono desde su casa, con la cabeza a¨²n l¨²cida, recuerda aquel d¨ªa. ¡°Entonces era un soldado raso m¨¢s. Ten¨ªa 41 a?os y estaba a cargo del sistema de la antena. No tengo muchos recuerdos espectaculares. No nos d¨¢bamos cuenta de lo cr¨ªtico que era lo que est¨¢bamos haciendo. A ninguno se nos pas¨® por la cabeza que pasados 50 a?os no se habr¨ªa vuelto a la Luna¡±, reconoce.
Cuatro meses despu¨¦s del ¨¦xito lunar lleg¨® uno de los momentos m¨¢s surrealistas de la carrera espacial. Armstrong, Aldrin y Collins vinieron de visita a Espa?a y las autoridades franquistas les prepararon una apretada agenda en Madrid: recepci¨®n de Franco en El Pardo, desfile triunfal por la Gran V¨ªa en descapotable, rueda de prensa. Hasta hubo tiempo para regalarles a los astronautas un traje luces e invitarles a calarse la montera frente a las c¨¢maras, lo que hicieron reticentes. No hubo tiempo en cambio de ir a Robledo ni Fresnedillas y conocer a los espa?oles que hab¨ªan ayudado a que la misi¨®n fuese un ¨¦xito. Gopegui pudo asistir a uno de los actos sociales de los astronautas. ¡°Llegu¨¦ a saludar a Armstrong, pero no a conocerle. Se les trataba como a dioses. Me dieron la mano, pero ninguno sab¨ªa qui¨¦n era yo¡±, recuerda.
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