C¨ªborgs
Los problemas t¨¦cnicos siempre se acaban resolviendo si hay financiaci¨®n, y aqu¨ª es donde entra en escena Elon Musk
Absortos como hemos estado con las celebraciones del pasado de la Luna, casi se nos escapan las del futuro de la mente. S¨ª, amigos, ha vuelto Elon Musk, el empresario m¨¢s audaz del mundo, due?o y fundador de la factor¨ªa de coches el¨¦ctricos Tesla y de la firma de cohetes reciclables SpaceX. Pero esta vez vuelve para ponernos al d¨ªa sobre su tercera empresa, Neuralink, que seguramente es la m¨¢s ambiciosa de todas. El objetivo ¨²ltimo de Neuralink es convertirnos en c¨ªborgs, organismos h¨ªbridos de cerebro y m¨¢quina que aspiran a un nivel superior de inteligencia e interacci¨®n con el entorno, a reunir lo mejor de dos mundos. Pero ni siquiera Musk sue?a con hacer eso de una tacada. Y los pasos intermedios tienen un notable inter¨¦s.
Los c¨ªborgs, en el sentido d¨¦bil de interfaces mente/m¨¢quina, ya existen. No son otra cosa los implantes cocleares que est¨¢n ayudando a miles de sordos a recuperar parte del o¨ªdo. Son atajos de electrodos que saltan por encima del proceso normal de audici¨®n, da?ado en estas personas, y mandan se?ales el¨¦ctricas directamente al nervio auditivo, que es parte del cerebro. Lo mismo cabe decir de las rejillas de electrodos que se implantan en algunas personas ciegas, y que tambi¨¦n emiten se?ales directamente al nervio ¨®ptico, otra parte del cerebro.
Los antecesores de los c¨ªborgs tambi¨¦n son cada vez m¨¢s interesantes en los esfuerzos m¨¦dicos para devolver algo de movilidad a las personas paralizadas. Todo lo que ocurre en nuestra mente ¡ªnuestros pensamientos, recuerdos y deseos¡ª es consecuencia de la activaci¨®n de ciertos circuitos neuronales, formados durante la experiencia y consolidados por su coherencia con otros correlatos neurales del mundo. Esta correlaci¨®n estricta entre la mente y los circuitos vale tambi¨¦n para la voluntad de mover las piernas, los brazos, el dedo ¨ªndice de la mano derecha y cualquier otra cosa que podamos mover voluntariamente.
Las rejillas de electrodos, por tanto, pueden leer nuestra intenci¨®n de mover un brazo y, salt¨¢ndose de nuevo la lesi¨®n medular que le impide al paciente traducir esa voluntad en el movimiento que pretende hacer, estimula directamente desde el cerebro un sistema electr¨®nico para mover el cursor de un ordenador, un brazo mec¨¢nico, un exoesqueleto o incluso ¡ªen muy raras condiciones experimentales¡ª las piernas de carne y hueso del paciente. Es evidente que estas l¨ªneas de investigaci¨®n son a¨²n insatisfactorias, pero tambi¨¦n que prometen grandes avances futuros. Lo que nos separa de devolver la movilidad a un paral¨ªtico no es una cuesti¨®n de principio, sino un mero problema t¨¦cnico. Los problemas t¨¦cnicos siempre se acaban resolviendo si hay financiaci¨®n, aunque tarden cuatro siglos, como en la llegada de los astronautas a la Luna.
Y aqu¨ª es donde entra Elon Musk, ¡°el Trump de la tecnolog¨ªa¡±, como se le conoce en Silicon Valley, seg¨²n el corresponsal de The Economist en San Francisco. All¨ª donde los dem¨¢s ponen 16, 49 o como mucho 64 electrodos en un chip de un cent¨ªmetro cuadrado, Musk ha conseguido encajar 3.072 electrodos en un dispositivo microsc¨®pico; all¨ª donde otros utilizan electrodos r¨ªgidos, Musk los inventa flexibles para que no da?en el cerebro; all¨ª donde los cirujanos humanos no dan abasto, Musk ha creado un robot cirujano que inserta seis chips por minuto en un cerebro (de mono, por el momento). El c¨ªborg est¨¢ cerca.
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