La pulsi¨®n mayoritaria
El panorama partidista ha cambiado en Espa?a y otros pa¨ªses de la UE. Y esa modificaci¨®n tiene dif¨ªcil marcha atr¨¢s
El debate de investidura lo ha revelado de nuevo. Los viejos partidos estatales siguen bajo la influencia de una versi¨®n mayoritaria de la din¨¢mica democr¨¢tica. Intentan imponerla sobre la compleja realidad de la sociedad de hoy. En la reciente historia de nuestra democracia, muchos dieron por buena y necesaria la l¨®gica de una pol¨ªtica protagonizada por dos grandes partidos: el titular de un Gobierno monocolor y el que se arrogaba el papel de candidato a sucederle. Las dem¨¢s fuerzas eran contempladas como comparsas y en ocasiones como apoyo de emergencia, incidental y subalterno.
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El problema hoy es que este esquema ya no casa con la situaci¨®n de la sociedad espa?ola. Al igual que en otros pa¨ªses europeos, se han producido cambios de fondo. Al menos, desde que se hicieron evidentes los grandes estragos sociales y econ¨®micos provocados por la financiarizaci¨®n del capitalismo global. Las demandas ciudadanas se expresan con mayor diversidad de matices y con diferentes urgencias. A escala nacional, estatal y europea. Como resultado, la panor¨¢mica partidista se ha modificado sustancialmente, en Espa?a y en otros pa¨ªses de nuestro entorno. Y esta modificaci¨®n tiene dif¨ªcil marcha atr¨¢s, mal que les pese a quienes han hablado del declive de la ¡°nueva pol¨ªtica¡± y del retorno a una presunta normalidad.
Poco ajustado a la realidad me ha parecido, por tanto, el planteamiento del candidato a la investidura, al caer en la trampa de acumular demasiados vetos y limitaciones. Sea por propia decisi¨®n, sea por presi¨®n de su entorno, daba la apariencia de que le costaba admitir la necesidad de un socio para gobernar y otorgarle proporcionada influencia en las decisiones del Ejecutivo. Parec¨ªa contemplarlo como anomal¨ªa, cuando no como claudicaci¨®n. Pesaba la a?oranza est¨¦ril de la din¨¢mica del contraste simplista y tajante entre Gobierno monocolor y minor¨ªa mayoritaria en la oposici¨®n.
La ciencia pol¨ªtica distingui¨® hace tiempo entre la pol¨ªtica del antagonismo ¡ªla adversary politics¡ª y la pol¨ªtica de consenso o concertaci¨®n. Inclinarse por la primera perjudica el asentamiento de pol¨ªticas p¨²blicas, porque impide concitar apoyos sociales m¨¢s s¨®lidos que el de una mayor¨ªa monocolor por amplia que esta sea. Resistirse a la l¨®gica de la concertaci¨®n est¨¢ contraindicado si se quiere asegurar la estabilidad necesaria en materias como la educaci¨®n, las pensiones, el medio ambiente o ¡ªen nuestro caso¡ª la cuesti¨®n territorial.
S¨¢nchez daba la apariencia de que le costaba admitir la necesidad de un socio para gobernar y otorgarle proporcionada influencia en el Ejecutivo
Esta pertinaz pulsi¨®n bipartidista se ha expresado ahora doblemente. Lo ha hecho primero en el empe?o del candidato S¨¢nchez por ganarse la abstenci¨®n del PP, en lugar de la concertaci¨®n activa con quienes pod¨ªa compartir una mayor¨ªa ajustada pero suficiente. Y se ha manifestado tambi¨¦n de modo llamativo en la oferta de reforma del art¨ªculo 99 que hizo el l¨ªder del PSOE. Es h¨¢bil en lo t¨¢ctico porque puede conseguir un aliado en el PP, aspirante a ser antagonista principal en esta danza a dos. Pero parece una propuesta muy arriesgada. Generar¨ªa m¨¢s tensiones porque una l¨®gica mayoritaria como la que se pretende extremar con una reforma de este tipo desemboca en una peligrosa l¨®gica de exclusi¨®n. Margina a quienes se encuentran en posiciones minoritarias, les priva de legitimidad y les impide asumir compromisos en la formaci¨®n de acuerdos amplios en materias socialmente sensibles. Un art¨ªculo 99 reformado seg¨²n el modelo municipal podr¨ªa acelerar la formaci¨®n de Gobierno, pero a costa de dificultar la gobernanza. Dicho Gobierno carecer¨ªa de fuerza para impulsar acciones en los asuntos de trascendencia social.
Es cierto que un patr¨®n bipartidista como el que predomin¨® durante la etapa de la alternancia socialista-popular condujo a la formaci¨®n r¨¢pida del Ejecutivo, apuntalando su estabilidad gracias a la moci¨®n de censura constructiva. Pero no hay que olvidar que este patr¨®n binario debilit¨® al Parlamento, facilit¨® la expansi¨®n de la corrupci¨®n y foment¨® la colonizaci¨®n bipartidista de instituciones centrales del Estado: Tribunal Constitucional, Consejo General del Poder Judicial, Tribunal de Cuentas, etc¨¦tera.
M¨¢s all¨¢ de los graves errores t¨¢cticos de unos y otros en las negociaciones de estos d¨ªas, el hecho es que el cors¨¦ del patr¨®n mayoritario ya no encaja con la realidad compleja de la sociedad espa?ola. Y esta realidad acaba imponi¨¦ndose sobre las ortopedias institucionales. Lo certifican tres elecciones generales en menos de cuatro a?os. Una sociedad m¨¢s fragmentada en lo social y declaradamente plural en lo nacional-territorial, no puede encasillarse ya en el esquema bipartidista y mayoritario que S¨¢nchez y su partido parecen querer conservar.
En lo inmediato, someterse a la pulsi¨®n de esta din¨¢mica mayoritaria ha frustrado la posibilidad de que el pa¨ªs saliera ya de una prolongada interinidad. A medio plazo, puede impedir que el sistema pol¨ªtico espa?ol recupere el equilibrio suficiente para abordar con expectativas favorables los grav¨ªsimos problemas que padece desde hace a?os.
Josep M. Vall¨¨s Casadevall es catedr¨¢tico em¨¦rito de Ciencia Pol¨ªtica de la Universidad Aut¨®noma de Barcelona.
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