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Columna
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Enfermo de Brasil

C¨®mo resistir a la enfermedad en un pa¨ªs (des)controlado por la perversi¨®n de la autoverdad

Eliane Brum
El presidente Jair Bolsonaro durante la ceremonia del cambio de guardia.
El presidente Jair Bolsonaro durante la ceremonia del cambio de guardia.EVARISTO SA (AFP)

Jair Bolsonaro es perverso. No est¨¢ loco: esta denominaci¨®n es injusta (y prejuiciosa) con los que efectivamente est¨¢n locos, muchos de ellos incapaces de hacer mal al pr¨®jimo. El presidente de Brasil es perverso, un tipo de persona que solo mantiene los dientes (temporalmente, al menos) lejos de quienes son de su sangre o de quienes le menean el rabo a sus ideas. Y solo mientras est¨¦n meneando el rabo: si paran, tambi¨¦n los mastica. Un tipo de persona sin l¨ªmites, a quien no le preocupa poner a otros en peligro, aunque sean funcionarios del Estado, como los inspectores del Instituto Brasile?o del Medio Ambiente y de los Recursos Naturales Renovables; ni le importa mentir descaradamente cuando le conviene sobre los n¨²meros generados por las propias instituciones gubernamentales, como ha hecho con las estad¨ªsticas alarmantes de deforestaci¨®n en la Amazonia. Brasil est¨¢ en manos de este perverso, que re¨²ne en torno a ¨¦l a otros perversos y a muchos oportunistas. Sometidos a un d¨ªa a d¨ªa dominado por la autoverdad ¡ªfen¨®meno que convierte la verdad en una elecci¨®n personal y, por lo tanto, destruye la posibilidad de la verdad¡ª, los brasile?os est¨¢n enfermando. Una enfermedad mental, que deriva en una disminuci¨®n de la inmunidad y otros s¨ªntomas f¨ªsicos, ya que el cuerpo es uno solo.

Son as¨ª los relatos que he recogido en los ¨²ltimos meses con psicoanalistas y psiquiatras, y tambi¨¦n m¨¦dicos de familia, especialistas en medicina interna y cardi¨®logos, a quien la gente acude quej¨¢ndose de taquicardias, mareos y falta de aire. Uno de estos m¨¦dicos, cardi¨®logo, confes¨® que estaba exhausto, porque actualmente m¨¢s de la mitad de sus consultas corresponden a quejas que no est¨¢n relacionadas con problemas del coraz¨®n, el ¨®rgano, y s¨ª con la ansiedad extrema y/o depresi¨®n. Trabaja m¨¢s, haciendo consultas m¨¢s largas, y se siente inseguro sobre c¨®mo lidiar con algo para lo que no se siente preparado.

No hay normalidad ni juego democr¨¢tico cuando un perverso gobierna administrando odio y mentiras

El fen¨®meno empez¨® a notarse en los consultorios en los ¨²ltimos a?os de polarizaci¨®n pol¨ªtica, que dividi¨® a familias, destruy¨® amistades y corroy¨® relaciones en todos los espacios de la vida, a la vez que la crisis econ¨®mica se agravaba, el desempleo aumentaba y las condiciones de trabajo se deterioraban. Se agudiz¨® enormemente a partir de la campa?a electoral de 2018, basada en la incitaci¨®n a la violencia por parte de Jair Bolsonaro. Con un presidente que, desde enero, gobierna administrando odio, parece que no da tregua. Al contrario. Crece el n¨²mero de personas que dicen que est¨¢n ¡°enfermas¡±, sin saber c¨®mo buscar la cura.

Insisto, una vez m¨¢s, en este espacio, que tenemos que llamar a las cosas por su nombre. No solo porque es lo m¨¢s correcto, sino porque es una forma de resistir a la enfermedad. Tener a un hombre como Jair Bolsonaro en la presidencia no forma parte del ¡°juego democr¨¢tico¡±. De la misma forma que no era ¡°normal¡± tener a Adolf Hitler en el comando de Alemania. No se puede tratar lo que vivimos como algo que simplemente se puede administrar, porque no se puede administrar la perversi¨®n. ?Qu¨¦ m¨¢s tiene que hacer o decir Bolsonaro para que percibamos que es imposible administrar a un perverso en el poder? Bolsonaro no es ¡°aut¨¦ntico¡±. Bolsonaro es un mentiroso.

Podemos ¡ªy debemos¡ª discutir c¨®mo llegamos a tener a un presidente que utiliza, como estrategia, la guerra contra todos los que no sean ¨¦l mismo y su clan. C¨®mo llegamos a tener a un presidente que miente sistem¨¢ticamente sobre todo. Podemos ¡ªy debemos¡ª discutir c¨®mo llegamos a tener a un antipresidente. Al igual que podemos ¡ªy debemos¡ª darnos cuenta de que la experiencia brasile?a est¨¢ dentro de un fen¨®meno global, que se reproduce, con particularidades propias, en diferentes pa¨ªses.

Este esfuerzo de entendimiento del proceso, de interpretaci¨®n de los hechos y de producci¨®n de memoria es insustituible. Pero tambi¨¦n es necesario responder a lo que nos est¨¢ enfermando ahora, antes de que nos mate.

El 10 de julio, el psiquiatra Fernando Ten¨®rio escribi¨® una publicaci¨®n en Facebook que se hizo viral y se replic¨® en varios grupos de WhatsApp. He aqu¨ª un fragmento: ¡°Acabo de atender a un hombre de 45 a?os, negro, sin escolaridad. En los ¨²ltimos cinco a?os, ha visto como sus colegas han sido despedidos uno a uno y ha pasado a acumular las funciones de todos. Me ha dicho que no se ha quejado por miedo a ser el pr¨®ximo de la fila. Tiene s¨ªntomas de agotamiento que derivan en ansiedad. ?Cu¨¢l es el diagn¨®stico? Brasil. Ha enfermado de Brasil. Si tuviera alg¨²n poder, sugerir¨ªa que el Manual diagn¨®stico y estad¨ªstico de los trastornos mentales incluyera este nuevo diagn¨®stico. Enfermar de Brasil es lo que m¨¢s prevalece. Acabo de entrar en Internet y he visto que la reforma del sistema de pensiones se aprobar¨¢ sin sorpresas. El pueblo, enfermo, permanece inerte. Trabajar¨¢ sin derecho a la jubilaci¨®n hasta morir de Brasil¡±.

Crece en los consultorios el n¨²mero de casos de depresi¨®n provocada y alimentada por el contexto pol¨ªtico y social

Nacido en la peque?a Maribondo, en el estado de Alagoas, Fernando Ten¨®rio hizo la residencia y ejerci¨® en la red p¨²blica de salud mental de R¨ªo de Janeiro. Actualmente, tiene un consultorio en esa ciudad y atiende a trabajadores de un sindicato del sector hotelero. El psiquiatra me cuenta, por tel¨¦fono, que ha crecido mucho el n¨²mero de personas que llegan a su consultorio con s¨ªntomas como taquicardia, desmayos en la calle, se?ales de agotamiento corporal, dolores de cabeza frecuentes, sentimientos depresivos. Eran personas que estaban objetiva y subjetivamente agotadas por la precarizaci¨®n de las condiciones de trabajo, como jornadas excesivas, acumulaci¨®n de funciones, metas imposibles de cumplir, falta de perspectivas de cambio, inseguridad extrema. Ten¨ªan un ¡°trabajo de mierda¡± y, a la vez, miedo de perder ese ¡°trabajo de mierda¡±, como vieron que les pas¨® a otros colegas.

El psiquiatra dice que ¨¦l mismo se descubri¨® enfermo hace unos meses. ¡°Estaba muy mal, porque me sent¨ªa casi un traficante de drogas legales. Estaba tratando una crisis, que es social, en el individuo. Y, en cierta manera, al darle medicamentos, hac¨ªa que esa persona sufriera m¨¢s, porque la mandaba de vuelta al trabajo¡±. En su criterio, la enfermedad est¨¢ relacionada con la precarizaci¨®n del mundo laboral en los ¨²ltimos a?os, acentuada por la reforma laboral aprobada en 2017 y agravada por la ascensi¨®n de un gobierno ¡°que ha declarado la guerra a su pueblo¡±. ¡°Brasil hoy es t¨®xico¡±, afirma.

Tras la publicaci¨®n del texto en la red social, Ten¨®rio sinti¨® todav¨ªa m¨¢s el nivel de toxicidad cotidiana del pa¨ªs: recibi¨® insultos y amenazas. Uno de los agresores le record¨® que su hija, cuya foto vio en una red social, un d¨ªa podr¨ªa ser violada. La ni?a es un beb¨¦ de menos de 2 a?os.

El sufrimiento se agrava por la constataci¨®n de que las instituciones no impiden la violencia del gobierno y del gobernante

¡°T¨®xico¡± es una palabra que los brasile?os utilizan con frecuencia al describir el sentimiento de vivir en un pa¨ªs donde ya no consiguen respirar. Al constatar que el gobierno de Bolsonaro ha aprobado 290 pesticidas en tan solo siete meses, al envenenamiento hay que a?adirle otro nivel de significado. Es como si los cuerpos fueran objetos que estuvieran siendo atacados por todos los lados. Siendo un pa¨ªs que ha sobrepasado la posibilidad de las met¨¢foras, la toxicidad de Brasil abarca todas las acepciones.

Pero ?qu¨¦ es lo que Tenorio denomina ¡°enfermo de Brasil¡±? Un psicoanalista que prefiere no identificarse por temer las represalias explica que en los consultorios han aumentado mucho los cuadros depresivos provocados por el momento vivido en el pa¨ªs, en que principalmente personas vinculadas a la izquierda, pero no necesariamente al Partido de los Trabajadores, sienten una total p¨¦rdida de sentido y horizonte. ¡°Para la psiquiatr¨ªa, la depresi¨®n es la tristeza sin contexto. O sea, est¨¢ relacionada a la estructura ps¨ªquica de cada persona, a los fundamentos y cimientos construidos en la infancia¡±, explica. ¡°Lo que vivimos hoy en los consultorios es el aumento de la depresi¨®n con contexto, que no tiene que ver con la estructura del individuo y que no mejorar¨¢ en el div¨¢n. La utilizaci¨®n de medicamentos solo servir¨¢ para oscurecer la elucidaci¨®n de las cuestiones. Solo podr¨¢ curarse con cambios sociales¡±.

La ruptura de los lazos, como la divisi¨®n de las familias provocada por la polarizaci¨®n pol¨ªtica, ha hecho que las personas est¨¦n todav¨ªa m¨¢s sujetas a la enfermedad mental y tengan menos herramientas para lidiar con ella. Como dijo un fil¨®sofo, nadie deja de dormir porque haya una guerra al otro lado del mundo, solo los que viven la guerra. Lo que quer¨ªa decir es que las personas pierden el sue?o mucho m¨¢s por peque?os dolores y preocupaciones corrientes con las que se identifican, como las que est¨¢n relacionadas con la familia y el mundo de los afectos, que por enormes barbaries que ocurren del otro lado del mundo.

Lo que los brasile?os han presenciado es una inversi¨®n: la pol¨ªtica, que siempre ha sido algo del ¨¢mbito p¨²blico, ha invadido el ¨¢mbito privado y ha pasado a ser un factor ¨ªntimo, un primer factor de identificaci¨®n. Hace unos d¨ªas, una amiga presenci¨® una conversaci¨®n en la que dos chicas decid¨ªan cu¨¢les ser¨ªan los criterios para compartir piso. ¡°No soportar¨ªa compartir piso con alguien del Partido de los Trabajadores¡±, dijo una de ellas. Esta conversaci¨®n, excepto en el caso de militantes m¨¢s radicales, dif¨ªcilmente tendr¨ªa lugar hace unos a?os: nadie sol¨ªa preguntar cu¨¢l era la orientaci¨®n pol¨ªtica antes de compartir piso con alguien.

La cotidianidad de excepci¨®n se ha infiltrado y materializado en millones de peque?os gestos de autocensura, silencio y ausencia en Brasil

Las elecciones, que sol¨ªan ser un acontecimiento puntual, de la esfera p¨²blica, se han vuelto algo crucial en la esfera privada. Del mismo modo, tambi¨¦n ha sucedido lo contrario. Cuestiones ¨ªntimas, como la orientaci¨®n sexual de cada uno, como lo que sucede en la cama de cada uno, han pasado a ser discutidas p¨²blicamente. Este fen¨®meno ha afectado profundamente a los lazos que cada uno consideraba incondicionales, como los familiares, lazos con los que se contaba para enfrentar la dureza de la vida. Y ha acentuado todav¨ªa m¨¢s los cuadros depresivos y persecutorios, aumentando la ansiedad y la angustia, corroyendo la salud.

Una psicoanalista de S?o Paulo, que tambi¨¦n prefiere no identificarse, cree que la enfermedad de Brasil de 2019 expresa la radicalizaci¨®n de la impotencia. Hoy, las personas no saben c¨®mo reaccionar al rompimiento del pacto civilizador que represent¨® la elecci¨®n de una figura violenta como Bolsonaro, que no solo predica la violencia, sino que violenta a la poblaci¨®n todos los d¨ªas, ya sea con actos, con alianzas con grupos criminales ¡ªcomo hace con los deforestadores y los ladrones de tierras p¨²blicas en la Amazonia¡ª o con mentiras compulsivas. Tampoco saben c¨®mo parar esa fuerza que los atropella y aplasta. Sienten como si lo que los ataca fuera ¡°imparable¡±, porque perciben que no pueden contar con las instituciones, una constataci¨®n grav¨ªsima para la vida en sociedad. Y entonces pasan a sentirse como rehenes y, despu¨¦s, a actuar como rehenes.

¡°?C¨®mo reaccionamos a la violencia de alguien como Bolsonaro, que hace y dice lo que quiere, sin que las instituciones se lo impidan?¡±, cuestiona. ¡°Toda nuestra experiencia nos muestra que la vida en sociedad est¨¢ regulada por instancias que determinan lo que se puede y lo que no se puede, que tienen el poder de impedir que se rompa el pacto civilizador, el pacto que permite que podamos convivir. En esta experiencia de que hay un regulador, si una persona es racista, se la denunciar¨¢, no se convertir¨¢ en presidente del pa¨ªs. Lo que vivimos ahora con Bolsonaro es el rompimiento de cualquier regulaci¨®n. Y eso tiene un impacto enorme en la vida subjetiva. Nadie sabe c¨®mo reaccionar a eso, c¨®mo vivir en una realidad en la que el presidente puede mentir y puede incluso inventarse una realidad que no se corresponde con los hechos¡±.

La documentaci¨®n de las experiencias de autoritarismo en diferentes ¨¦pocas y pa¨ªses suele relatar el sufrimiento f¨ªsico y ps¨ªquico de las v¨ªctimas, pero generalmente en condiciones expl¨ªcitas. Como, por ejemplo, un jud¨ªo en un campo de concentraci¨®n nacista. O una de las mujeres torturadas por la agencia brasile?a de inteligencia durante la dictadura militar (1964-1985). Percibir esta violencia expl¨ªcita como violencia es inmediato. Lo que la experiencia autoritaria del bolsonarismo ha demostrado es c¨®mo puede ser dif¨ªcil resistir (tambi¨¦n) a la violencia cotidiana, la que se infiltra en los d¨ªas, en los peque?os gestos, en la par¨¢lisis que se transforma en una forma de ser, en las cobard¨ªas que dejamos de cuestionar.

Lo que vivimos no es malestar, sino horror

Hay miles, quiz¨¢ millones, de peque?os gestos de resignaci¨®n que suceden en este exacto momento en Brasil. En silencio. Peque?os movimientos de autocensura, ausencias no siempre percibidas. Una autora me cuenta que ha conseguido que su libro siga en el cat¨¢logo de la editorial no utilizando la palabra g¨¦nero para hablar de... g¨¦nero y sexualidad. Una directora me dice que ha vestido los cuerpos de sus actrices, hasta entonces desnudas, en una obra de teatro. Una profesora de una de las m¨¢s importantes universidades p¨²blicas del pa¨ªs me relata que muchos colegas ya han dejado de analizar determinados temas en clase por miedo al ¡°poder de polic¨ªa¡± de los alumnos, que graban las clases y se comportan de forma todav¨ªa m¨¢s violenta que la polic¨ªa formal. Un curador de eventos prefiri¨® no hacer un evento. Cambi¨® de tema. Otro dej¨® de invitar a una pensadora que sin duda har¨ªa que los bolsocreyentes fueran a atacarlo a su puerta. Nunca sabremos lo que podr¨ªa suceder, porque el evento se impidi¨® para no correr el riesgo de que fuera impedido.

Hay tantos que ya prefieren ¡°no comentar¡±. O que dicen, simp¨¢ticamente: ¡°no me metas en eso¡±. As¨ª tambi¨¦n se infiltra el autoritarismo, o es principalmente as¨ª que se infiltra el autoritarismo. Y as¨ª tambi¨¦n enferma una poblaci¨®n por lo que ya tiene miedo de hacer, porque anticipa el gesto del opresor y se calla antes de ser callada. Y en breve quiz¨¢ tambi¨¦n tenga miedo de susurrar dentro de casa, en un mundo en que los aparatos tecnol¨®gicos pueden utilizarse para vigilar. Llega un d¨ªa en que el propio pensamiento se convierte en enfermedad autoinmune. As¨ª tambi¨¦n vence el autoritarismo antes incluso de vencer.

Uno de los s¨ªntomas de la cotidianidad de excepci¨®n que vivimos es la colonizaci¨®n de nuestras mentes. Incluso personas que vivieron la dictadura militar no recuerdan ning¨²n momento de su vida en que pensaran todos los d¨ªas en el presidente de la Rep¨²blica. Bolsonaro administra el horror de los d¨ªas, con sus violencias y mentiras, de un modo que lo vuelve omnipresente. Hagan la prueba: ?cu¨¢ntas horas pueden estar sin pensar en Bolsonaro, sin citar alguna bestialidad de Bolsonaro? Eso es el autoritarismo. Pero pocos lo dicen.

Si Bolsonaro encarna la vanguardia mesi¨¢nica-apocal¨ªptica del mundo, hay que destacar que los brasile?os no est¨¢n solos. Un amigo extranjero me cuenta que, desde que Donald Trump asumi¨® el cargo, lo primero que hace cuando se despierta es ver qu¨¦ barbaridad ha escrito el presidente estadounidense en Twitter, porque siente que afecta directamente a su vida. Y lo hace.

Mario Corso, psicoanalista y escritor gaucho, se?ala que no se puede pensar en lo que denomina ¡°ethos depresivo¡± de este momento fuera del contexto de Occidente. ¡°F¨ªjate en el Reino Unido. El nuevo primer ministro [refiri¨¦ndose al pro-Brexit Boris Johnson] es un payaso. ?Y eso que ya tuvieron a Churchill!¡±, ejemplifica. ¡°El problema, en Brasil, es que adem¨¢s de toda la crisis global, hemos elegido a un cretino como presidente¡±, dice el psicoanalista. ¡°Lo que asusta es que no hay frenos para impedirlo. Y, as¨ª, sigue atacando a los m¨¢s fr¨¢giles. Como Bolsonaro es cobarde, no se mete con los que son mayores que ¨¦l¡±.

Boris Johnson no llega a ser un Donald Trump. Ni Donald Trump llega a ser un Jair Bolsonaro. Pero la mayor diferencia est¨¢ en la calidad de la democracia. Tanto en los Estados Unidos como en el Reino Unido, las instituciones han conseguido ejercer su papel. En Brasil, no llega a ser un siniestro total. O no se han necesitado (todav¨ªa) ¡°un cabo y un soldado¡± para cerrar el Supremo Tribunal Federal, como sugiri¨® el futuro posible embajador del pa¨ªs en Estados Unidos, Eduardo Bolsonaro, el chico cerotr¨¦s. Pero la precariedad ¡ªy a menudo la omisi¨®n¡ª de las instituciones ¡ªcuando no es connivencia¡ª son evidentes. ¡°Mientras Bolsonaro no consigue una dictadura total, porque eso es lo que quiere, pero todav¨ªa no lo ha conseguido, anticipa la dictadura por medio de las palabras¡±, dice Corso. ¡°Bolsonaro utiliza lo que has definido como autoverdad para anticipar la dictadura. Los hechos no importan, lo que ¡®yo¡¯ digo es lo que es¡±.

La guerra surge cuando la palabra, como mediadora, se extingue

Para Rinaldo Voltolini, profesor de psicoan¨¢lisis de la Universidad de S?o Paulo, la autoverdad es la amputaci¨®n de la palabra en sentido pleno. ¡°Es un gran disparador del sufrimiento de las personas, cuando constatan que est¨¢n fuera en el nivel m¨¢s importante. No es que est¨¦s fuera porque no tienes una casa o un coche, est¨¢s fuera de las posibilidades de lectura del mundo. Lo que dices no tiene valor, no tiene sentido, no tiene significado. Es como si, de repente, no tuvieras lugar en la gram¨¢tica¡±, dice el psicoanalista. ¡°?Qu¨¦ es la guerra? La guerra surge cuando la palabra, como mediadora, se extingue. Sucede entre dos personas, entre pa¨ªses. Sin la mediaci¨®n de la palabra, se pasa directamente al acto violento¡±.

La autoverdad, como escrib¨ª aqu¨ª, determin¨® la elecci¨®n de Bolsonaro. Y sigui¨® moldeando su forma de gobernar por medio de la guerra, lo que implica la destrucci¨®n de la palabra. As¨ª, desde el inicio de su gobierno, Bolsonaro tacha los ¨®rganos oficiales de mentirosos siempre que no le gustan los resultados de los estudios. Como cuando el Instituto Brasile?o de Geograf¨ªa y Estad¨ªstica mostr¨® que el n¨²mero de desempleados hab¨ªa aumentado en su gobierno.

Sin embargo, en los ¨²ltimos d¨ªas, el antipresidente ha radicalizado la perversi¨®n de la verdad, la que convierte la verdad en una elecci¨®n personal. Decidi¨® que la periodista M¨ªriam Leit?o no fue torturada. Y lo fue. Insinu¨® que el padre del presidente del Colegio de Abogados de Brasil habr¨ªa sido ejecutado por la izquierda, cuando desapareci¨® por obra de agentes del Estado durante la dictadura militar. Decidi¨® que ya nadie pasa hambre en Brasil, lo cual ha sido desmentido no solo por las estad¨ªsticas como tambi¨¦n por la experiencia cotidiana de los brasile?os. Decidi¨® que los datos que se?alan la explosi¨®n de la deforestaci¨®n en la Amazonia, generados por el reputado Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales, eran mentirosos. Eso porque solo en el mes de julio de 2019 se ha deforestado un ¨¢rea de selva mayor que la ciudad de S?o Paulo, el triple que durante el mismo mes del a?o pasado. Y Bolsonaro tambi¨¦n decidi¨® que ¡°solo a los veganos que comen vegetales¡± les importa el medio ambiente.

Bolsonaro controla el d¨ªa a d¨ªa porque est¨¢ fuera de control. Bolsonaro domina el noticiario porque ha creado un discurso que no necesita estar anclado en hechos. La verdad, para Bolsonaro, es la que ¨¦l quiere que sea. As¨ª, adem¨¢s de las palabras, Bolsonaro destruye la democracia al utilizar el poder que conquist¨® por el voto para destruir no solo derechos conquistados a lo largo de d¨¦cadas y todo el sistema de protecci¨®n del medio ambiente, sino tambi¨¦n para destruir la posibilidad de la verdad.

¡°Narrar la historia es siempre el primer acto de dominaci¨®n. No es casualidad que Bolsonaro quiera adulterar la historia. La historia de la dictadura la construyen muchos documentos, es una producci¨®n colectiva. Pero ¨¦l decide que sucedi¨® otra cosa y no presenta ning¨²n documento para demostrar lo que dice¡±, analiza Voltolini. ¡°No es que estemos viviendo el malestar en la civilizaci¨®n. Siempre ha habido. La cuesti¨®n es que, para que haya malestar, tiene que haber civilizaci¨®n. Y hoy, lo que est¨¢ en juego es la propia civilizaci¨®n. Eso no es una cuesti¨®n de malestar, sino de horror¡±.

?C¨®mo enfrentar el horror? ?C¨®mo impedir la enfermedad provocada por la destrucci¨®n de la palabra como mediadora? ?C¨®mo resistir a una cotidianidad en que la verdad la destruye d¨ªa tras d¨ªa la m¨¢xima figura del poder republicano? Rinaldo Voltolini recuerda un di¨¢logo entre Albert Einstein y Sigmund Freud. Cuando Einstein le pregunta a Freud c¨®mo podr¨ªa detenerse el proceso que lleva a la guerra, Freud responde que todo lo que favorece la cultura combate la guerra.

Los bolsonaristas lo saben y, por eso, atacan la cultura y la educaci¨®n. La cultura no es algo distante ni algo que pertenece a las ¨¦lites, sino lo que nos hace humanos. Cultura es la palabra que nos apalabra. Tenemos que recuperar la palabra como mediadora en todos los rincones donde haya gente. Y hacerlo colectivamente, conjugando el nosotros, reatando los lazos para hacer comunidad. La ¨²nica manera de luchar por lo com¨²n es creando lo com¨²n, en com¨²n.

Hay que decirlo: las cosas no se van a poner m¨¢s f¨¢ciles. Ya no luchamos por la democracia. Luchamos por la civilizaci¨®n.?

Eliane Brum es escritora, reportera y documentalista. Autora de los libros de no ficci¨®n Coluna Prestes ¨C o Avesso da Lenda, A Vida Que Ningu¨¦m v¨º, O Olho da Rua, A Menina Quebrada, Meus Desacontecimentos, y de la novela Uma Duas. Sitio web: desacontecimentos.com. E-mail: elianebrum.coluna@gmail.com. Twitter: @brumelianebrum.Facebook:@brumelianebrum

Traducci¨®n de Meritxell Almarza

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