El club de la discordia
Los desencuentros entre los pa¨ªses son cada vez mayores, pero a pesar de todo la UE sigue funcionando pasablemente bien
La solidaridad rec¨ªproca entre los distintos pa¨ªses de Europa no pasa por su mejor momento. Numerosos europeos occidentales reniegan de la derecha nacionalista de Polonia y Hungr¨ªa. Ya durante la crisis del euro, cuando en Grecia se exhib¨ªan im¨¢genes de la canciller Angela Merkel en uniforme nazi y se quemaban en p¨²blico banderas alemanas, se endureci¨® el tono contra la supuesta arrogancia de una Alemania econ¨®micamente todopoderosa. La pol¨ªtica de fronteras abiertas de Merkel ha azuzado todav¨ªa m¨¢s los ¨¢nimos contra Alemania en muchos lugares. El ministro del Interior italiano, Matteo Salvini, se ha despachado verbalmente contra los buenistas alemanes que, a sus ojos, desprecian la soberan¨ªa y las leyes italianas.
Podr¨ªa seguir y seguir con la lista de conflictos intraeuropeos: muchos catalanes desprecian a la Uni¨®n Europea (UE) porque no ha querido zanjar su conflicto con el poder central. Incluso en Bruselas, funcionarios y pol¨ªticos se indignan con los ¡°europeos orientales¡± que se embolsan mucho dinero de los fondos estructurales, pero no muestran solidaridad alguna a la hora de acoger a inmigrantes.
Sin embargo, en las cumbres de la Uni¨®n Europea no se oye nada de que estos mismos pa¨ªses pierden de forma masiva a sus m¨¦dicos e ingenieros, que los abandonan por trabajos mejor remunerados en los Estados de Europa septentrional y occidental, lo que amenaza con la miseria a muchas zonas de Bulgaria, Ruman¨ªa y Croacia.
En estos tiempos turbulentos, la Uni¨®n Europea act¨²a ¡ªincluso dejando fuera el caos del Brexit¡ª como un club de la discordia organizada. Si la UE fuera un club de f¨²tbol, las disputas entre la delantera y la defensa, los entrenadores y el presidente hace ya tiempo que habr¨ªan precipitado su descenso. De forma sarc¨¢stica, tambi¨¦n se puede defender la conclusi¨®n contraria: que a pesar de la rampante desconfianza y los reproches mutuos, la Uni¨®n Europea sigue funcionando pasablemente; adem¨¢s, el hecho de que pese a toda la gresca se hayan podido poner de acuerdo para elegir una nueva presidenta de la Comisi¨®n es casi un milagro y un indicio de que la formidable idea b¨¢sica de la cooperaci¨®n transnacional es m¨¢s fuerte que el ego¨ªsmo nacional.
No hay ¡°polacos populistas¡±, porque no todos los ciudadanos de Polonia, ni de lejos, han votado al partido Ley y Justicia
Y, al contario, tambi¨¦n podr¨ªamos preguntarnos alguna vez con calma si, personalmente, somos ajenos a los prejuicios nacionales que se deslizan en las noticias e incluso en los comunicados gubernamentales. Hace poco me pregunt¨® ir¨®nicamente una francesa qu¨¦ tal me iba, como alem¨¢n, en Italia, ¡°el pa¨ªs de Salvini¡±. Mi digna respuesta ¡ª¡°en las elecciones presidenciales francesas el Frente Nacional de Marine Le Pen ha recibido el doble de votos que la Liga Norte de Salvini en Italia¡±¡ª fue rechazada con grandeur por la dama: ¡°Son cosas completamente distintas¡±, observ¨®.
Es precisamente esta manera de pensar la que termina socavando la Uni¨®n Europea. Quien considera que para s¨ª y para los suyos rigen otras normas que para ¡°los otros¡±, quien quiere solo para s¨ª lo ancho del embudo, est¨¢ profundamente preso de una estrecha forma de pensar nacional.
Por eso no deber¨ªa ser ninguna sorpresa que los italianos teman m¨¢s a la inmigraci¨®n masiva a trav¨¦s del Mediterr¨¢neo que los irlandenses, daneses o letones. Es en Italia donde desembarcan los migrantes. Lo mismo puede decirse de la solidaridad que se exige a los europeos orientales a la hora de acogerlos. ?Por qu¨¦ Estados como Bulgaria, que sufre la sangr¨ªa demogr¨¢fica de sus ciudadanos mejor formados, debe hacerse cargo de numerosas personas sin formaci¨®n, que a fin de cuentas acuden atra¨ªdos por Europa occidental? Todos debemos cuidarnos de las c¨®modas generalizaciones nacionales.
Un ejemplo m¨¢s: no hay ¡°polacos populistas¡±, porque no todos los ciudadanos de Polonia, ni de lejos, han votado al partido Ley y Justicia. Y, al mismo tiempo, una ojeada al sangriento pasado polaco, con las ocupaciones nazi y sovi¨¦tica, nos ayuda a entender la mayor desconfianza de Polonia a un poder central que d¨¦ ¨®rdenes desde el extranjero. Lo mismo ocurre con todas las naciones de la UE y sus historias divergentes. Cada pa¨ªs es distinto, funciona de forma distinta, reacciona de manera distinta. Eso es precisamente lo fascinante de la UE. Si reducimos esto a un tosco relato sobre Oriente y Occidente, sobre derecha e izquierda, sobre el bien y mal, la Uni¨®n Europea ya ha perdido su diversidad.
Dirk Sch¨¹mer es corresponsal para Europa de Die Welt.
Traducci¨®n de Jes¨²s Albores.
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