La vida breve
Agosto es una ficci¨®n para los pueblos de la Espa?a vaciada
Durante el mes de agosto, incluso durante algunos d¨ªas de julio y septiembre, miles de pueblos de esa Espa?a llamada vaciada de la que tanto hablan ¨²ltimamente los medios, viven un vida breve, casi un sue?o de ficci¨®n, que les hace pensar a sus vecinos que el tiempo ha vuelto hacia atr¨¢s varios a?os. Durante unas semanas, las casas de esos pueblos cerradas durante todo el invierno vuelven a abrir sus puertas y a llenarse con sus antiguos pobladores, concedi¨¦ndoles una vida ef¨ªmera que dura lo que dura el mes de agosto. En las calles se vuelven a ver ni?os, regresan los antiguos ruidos, los bares abren sus puertas y por las noches, aparte de verse luces en las ventanas y humo en las chimeneas cuando la temperatura baja, se oye la m¨²sica de las verbenas que hace pensar que la vida ha vuelto a un mundo agonizante o muerto, pese a lo que la imaginaci¨®n haga creer o so?ar.
El mes de agosto es una ficci¨®n. Tanto en las zonas tur¨ªsticas como en las ciudades la vida cambia de ritmo, pero es en la Espa?a vac¨ªa donde ese cambio se nota m¨¢s merced a la breve vida que adquiere y que apenas dura lo que un suspiro. Semanas culturales y festejos, conciertos en las perdidas iglesias, actividades organizadas para celebrar la vuelta (y para combatir el aburrimiento tambi¨¦n) hacen pensar a los antiguos vecinos que la vida sigue en sus pueblos y que todo vuelve a ser lo que era antes de que ellos se fueran de all¨ª. Pero, a poco que uno se fije, observar¨¢ que todo es una ficci¨®n, un intento bienintencionado y voluntarioso de negar lo que la realidad les muestra y que los pocos vecinos que resisten en sus casas todo el a?o conocen bien: que el pueblo es un decorado y el verano una teatralizaci¨®n forzada de una vida que se fue y que ya no va a regresar, porque nada es lo que era, comenzando por los actores mismos. Y que, cuando se termine agosto, la representaci¨®n teatral concluir¨¢, como sucede en todos los escenarios.
La vida breve se podr¨ªa titular esa obra teatral que se representa estos d¨ªas por media Espa?a con los veraneantes como protagonistas y los vecinos como espectadores, evocando la ¨®pera de Manuel de Falla del mismo t¨ªtulo y la novela del uruguayo Onetti tambi¨¦n hom¨®nima. Algo hay de estas en la representaci¨®n (ese estribillo que se repite a modo de melod¨ªa a lo largo de toda la obra de Falla: ¡°?Malhaya el hombre, malhaya,?/?que nace con negro sino!?/??Malhaya quien nace yunque?/?en vez de nacer martillo!¡±. o esa doble personalidad del protagonista de la c¨¦lebre novela de Onetti, que sustituye con sus enso?aciones lo que la vida le ha arrebatado) y, en cualquier caso, la vida breve no deja de ser la definici¨®n mejor de lo que sucede en miles de pueblos de toda Espa?a en el mes de agosto, especialmente en esas provincias a las que la emigraci¨®n ha diezmado sus censos. Quienes regresan, como quienes permanecen en ellos, son conscientes de esa brevedad, pero viven el verano como si fuera a durar siempre, igual que esos adolescentes que se enamoran en ¨¦l creyendo que el verano y el amor son infinitos.
Hay que dejarlos que lo disfruten. Que piensen que sus pueblos seguir¨¢n vivos cuando ellos vuelvan a abandonarlos al llegar el final de sus vacaciones. Que los que se quedan todo el invierno no les echar¨¢n en falta porque la vida sigue como en verano, como si la soledad y el olvido fueran imaginaci¨®n.
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