Los papeles de Kafka
El escritor prefigur¨® las pesadillas del siglo pasado, pero tambi¨¦n las de este
Despu¨¦s de casi un siglo de testamentos traicionados, conflicto de intereses entre pa¨ªses, debates acad¨¦micos y dramas (o vodeviles) judiciales, hace 11 d¨ªas se exhibieron los ¨²ltimos papeles en disputa de Kafka, reci¨¦n llegados a Jerusal¨¦n. Ha sido la culminaci¨®n de m¨¢s de una d¨¦cada de litigios entre la Biblioteca Nacional de Israel, que los reclamaba como ¡°bien cultural del pueblo jud¨ªo¡±, y el Archivo Literario de Marbach, que defend¨ªa su derecho a conservarlos por ser el escritor de Praga un autor en lengua alemana. Es ir¨®nico que en esa batalla legal, como reflexion¨® Judith Butler en ?A qui¨¦n pertenece Kafka?, los manuscritos de un literato que ahond¨® en la condici¨®n del excluido hayan pasado a ser un icono de pertenencia nacional. ?De qui¨¦n es Kafka, pues? ?De Chequia, en cuya capital naci¨®, donde se ha convertido en un potente reclamo tur¨ªstico, a pesar de la aversi¨®n del autor al exhibicionismo? ?Del pa¨ªs en cuyo idioma cre¨® su obra, aunque durante el nazismo prohibieran sus libros y aniquilaran a buena parte de sus allegados? ?De Jerusal¨¦n, el lugar adonde fantase¨® con mudarse junto a su ¨²ltima pareja para montar un restaurante, ¨¦l sirviendo mesas y ella como cocinera?
En Venecia, en la terraza de un hist¨®rico hotel con vistas a la laguna, descubro un ¡°Kafka estuvo aqu¨ª¡±. En la placa se lee que all¨ª, en 1913, escribi¨® una carta de amor a Felice Bauer. ?De amor? Tal vez, si es que se puede calificar as¨ª una misiva rematada con un ¡°tenemos que decirnos adi¨®s¡±. Mejor publicitar a un escritor enamorado, pensar¨ªan los due?os del hotel, que a uno en fuga de su prometida. Kafka, que necesitaba una soledad extrema para crear, le dijo una vez a su sufrida novia: ¡°Uno nunca puede rodearse de bastante silencio cuando escribe. La noche incluso resulta poco nocturna¡±. Abundan los escritores que, con el tiempo, pasan a convertirse en prescriptores accidentales de viajeros en busca de experiencias: ¡°He aqu¨ª las vistas que Jane Austen admiraba¡±, ¡°he aqu¨ª la avenida por la que Proust pase¨®...¡±. No faltan turistas, mojito en mano, que pasan por caja de buena gana para disfrutar de su ¡°momento Hemingway¡±. Kafka, que viaj¨® solo a Italia ¡ªobligado a soportar su propia compa?¨ªa¡ª, no apunt¨® nada en su diario, as¨ª que no existe una ruta con su nombre en esta ciudad-isla definida por algunos como el primer parque tem¨¢tico de Europa. Debemos contentarnos con imaginar su inconfundible figura inmersa en el laberinto flotante de Venecia, suspendida entre dos orillas en alguno de sus m¨¢s de cuatrocientos puentes.
Cuando le diagnosticaron tuberculosis, Kafka se convirti¨® en un turista de sanatorios. Al visitar algunos lugares de Europa durante los primeros compases del turismo de masas, hab¨ªa so?ado con hacerse rico publicando gu¨ªas para viajar con poco dinero. Dos a?os antes de morir se aloj¨® en un balneario de la Monta?a de los Gigantes, un paisaje nevado que se convirti¨® en la localizaci¨®n innombrada de su ¨²ltima novela. El protagonista de El castillo intenta acceder (en vano) a la fortaleza. ?Por qu¨¦? La posadera se lo aclara: ¡°No es usted del pueblo. Es un forastero, alguien que est¨¢ de sobra. Alguien por quien se sufren continuamente molestias, cuyas intenciones se desconocen¡±. Haciendo gala de unas maneras similares, Salvini, con una cruz orgullosamente colgada al cuello, enarbola su doctrina de puertos cerrados para mantener como rehenes en el mar, a merced de las olas, a m¨¢s de un centenar de migrantes. Los quiere fuera del castillo. Kafka prefigur¨® las pesadillas del siglo pasado, pero tambi¨¦n las de este.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.