La piedra angular del derecho internacional humanitario
Los Convenios de Ginebra, piedra angular contra los estragos de la guerra, cumplen 70 a?os
El pasado 12 de agosto el mundo conmemorar¨® el 70 Aniversario del nacimiento de un conjunto de cuatro tratados internacionales, de los pocos que han sido ratificados universalmente por los Estados: los Convenios de Ginebra de 1949. La efem¨¦ride no es menor en la regi¨®n latinoamericana ya que los pa¨ªses del subcontinente mantienen un compromiso inquebrantable con el derecho internacional humanitario (DIH), la rama del derecho que establece que en toda guerra hay l¨ªmites que no pueden ser propasados.
¡°Sin los Convenios, estar¨ªamos peor. A setenta a?os de su firma, siguen siendo adecuados en muchos aspectos, pero necesitan m¨¢s apoyo, defensores m¨¢s ac¨¦rrimos y un esp¨ªritu de innovaci¨®n para incursionar en nuevas formas de avanzar hacia una mejor protecci¨®n de las personas¡±, ha se?alado el presidente del CICR, Peter Maurer. Uno de esos aliados en el camino hacia esta meta es sin duda Am¨¦rica Latina.
Los Convenios de Ginebra son la piedra angular del derecho internacional humanitario, es decir, del conjunto de normas jur¨ªdicas que regulan las formas en que se pueden librar los conflictos armados y que buscan limitar los efectos de ¨¦stos.
Protegen especialmente a las personas que no participan en las hostilidades (civiles, personal sanitario, miembros de organizaciones humanitarias) y a los que ya no pueden seguir participando en las hostilidades (heridos, enfermos, n¨¢ufragos, prisioneros de guerra). Establecen que quien no participe o que haya dejado de participar activamente en las hostilidades tiene derecho a recibir protecci¨®n y asistencia. Todas las personas, incluido los pertenecientes a una parte adversa, deben recibir protecci¨®n.
En 1949, por iniciativa del CICR, los Estados acordaron revisar tres tratados ya existentes (que abarcaban la protecci¨®n de heridos y enfermos de las fuerzas armadas en el campo de batalla; heridos, enfermos y n¨¢ufragos de las fuerzas armadas en el mar; y los prisioneros de guerra) y agregar un cuarto para regular la protecci¨®n de la poblaci¨®n civil en general, cuya carencia hab¨ªa acarreado crueles consecuencias para ella durante la Segunda Guerra Mundial.
?Tambi¨¦n acordaron incluir un art¨ªculo 3 com¨²n en los cuatro Convenios de Ginebra, un texto breve pero poderoso al establecer normas fundamentales para la protecci¨®n de las personas en conflictos armados no internacionales. Esta protecci¨®n sigue siendo de suma importancia hoy.
En el siglo XXI el modo de hacer la guerra est¨¢ cambiando radicalmente, afectando a m¨¢s de 50 millones de personas en la actualidad. Asimismo, la tecnolog¨ªa se desarrolla r¨¢pidamente, genera nuevos frentes en el ciberespacio y nuevas formas de combatir, como los sistemas de armas aut¨®nomas y las tecnolog¨ªas remotas. No obstante, los conceptos b¨¢sicos del DIH siguen vigentes. Este contexto ha exacerbado las voces de quienes cuestionan la vigencia de los convenios.
Esta es la batalla que nos toca librar hoy: las violaciones del derecho no son aceptables ni inevitables, y no debemos otorgar una atenci¨®n desmedida a los episodios que evidencian violaciones al DIH. Cuando se respeta el derecho internacional humanitario, se reducen dr¨¢sticamente las consecuencias humanitarias para las personas civiles. Todos los d¨ªas, vemos al DIH en acci¨®n, a trav¨¦s de una multiplicidad de casos en los que es respetado: cuando hospitales y sistemas de agua no son atacados; cuando una persona herida atraviesa un puesto de control, cuando un ni?o recibe alimentos y otros socorros, cuando se mejoran las condiciones de vida de las personas detenidas o cuando pueden establecer contacto con sus familiares¡ A quienes cuestionan la vigencia del derecho internacional humanitario hay que responderles que minimizar la capacidad protectora del DIH puede llevarnos a entrar en un c¨ªrculo vicioso donde las violaciones del derecho se vean como banales e inherentes a la guerra.
Am¨¦rica Latina lo ha entendido perfectamente al contribuir decisivamente al desarrollo de esta rama del derecho, impulsando por ejemplo el Tratado de Tlatelolco (1967), que fue pionero en el mundo para tener en Latinoam¨¦rica y el Caribe un ¨¢rea libre de armas nucleares, y precursor del Tratado sobre la Prohibici¨®n de las Armas Nucleares, cuyo texto adoptado en 2017 en el seno de las Naciones Unidas fue impulsado con tes¨®n por Estados de la regi¨®n, como Costa Rica y M¨¦xico, que tambi¨¦n jugaron un papel clave en la elaboraci¨®n del Tratado sobre el Comercio de Armas (2013).
Al celebrar este aniversario, no debemos perder de vista el ideal que subyace a los Convenios: se trata de proteger a las personas de los peores efectos de las guerras que se libran hoy en d¨ªa; para ello, los Convenios establecen reglas de vital importancia y aplicabilidad para el presente, que no deben ser tomadas como enunciando simples compromisos del pasado. El desaf¨ªo colectivo que tenemos ante un discurso dominante cada vez m¨¢s deshumanizante es el de buscar formas de aumentar el respeto dentro de la din¨¢mica cambiante de los conflictos. Es lo que intentamos hacer diario desde el CICR en esta regi¨®n y en todo el mundo en favor de aquellos ni?os, mujeres, hombres, que sufren de las consecuencias de conflictos armados y en otras situaciones violencia.
Instamos a los Estados a renovar su compromiso con los Convenios de Ginebra de 1949 y sus Protocolos adicionales de 1977 y 2005, as¨ª como con su aplicaci¨®n y respeto en la guerra moderna. Mientras los conflictos armados sigan siendo una realidad, es preciso poner un l¨ªmite al sufrimiento.
Jordi Raich Curco es jefe de la Delegaci¨®n del CICR para M¨¦xico y Centroam¨¦rica.
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