Vientos negros en Europa
La Uni¨®n no puede olvidar que su proyecto surge sobre las ruinas de un continente devastado tras la II Guerra Mundial
La nueva Europa ha empezado ya a moverse despu¨¦s de las ¨²ltimas elecciones. Ursula von der Leyen lleg¨® a la presidencia de la Comisi¨®n de manera poco ortodoxa, los candidatos propuestos no obtuvieron los apoyos suficientes, as¨ª que se pusieron en marcha negociaciones a varias bandas y su nombre termin¨® por imponerse. Para muchos fue un signo de la flexibilidad de las instituciones y de la habilidad de pol¨ªticos experimentados para encontrar salidas a los atolladeros; para otros fue una mala se?al: no se siguieron las reglas de juego y eso es siempre una muestra inequ¨ªvoca de debilidad.
Ha cambiado el panorama. Por primera vez no existe una mayor¨ªa clara con la suma de las dos fuerzas que han gobernado el selecto club de Europa desde su fundaci¨®n, los democristianos y los socialdem¨®cratas. El Parlamento se ha fragmentado, como ocurre en los Estados miembros: entran nuevas fuerzas, otras sensibilidades, se refuerzan partidos que ponen en cuesti¨®n el propio proyecto europeo. Para muchos esto era inevitable y significa que la Uni¨®n es cada vez m¨¢s plural. Para otros es una mala noticia. La fragmentaci¨®n complica habitualmente los acuerdos, la unanimidad que se necesita para dar pasos m¨¢s ambiciosos empieza a ser una quimera, pero sobre todo es que la extrema derecha ha entrado en las instituciones con vigor: con la alharaca previsible y una agenda peligrosamente xen¨®foba y ultranacionalista.
Dentro de poco, Bruselas tendr¨¢ que enfrentarse a la posibilidad de un Brexit sin acuerdo. Los poderosos engranajes de las instituciones europeas van a ser sometidos a una prueba para que la que no est¨¢ escrito el guion, por muchos planes de contingencia que se puedan poner en marcha. Y es ahora cuando se ver¨¢ hasta qu¨¦ punto las costuras que mantienen unido el proyecto resisten el embate. Y, sobre todo, c¨®mo.
La Uni¨®n va a seguir adelante sin el Reino Unido, se vaya como se vaya (si es que se va finalmente). La cuesti¨®n que importa es con cuanta fortaleza y cohesi¨®n afrontar¨¢ el futuro. Los datos econ¨®micos no acompa?an, el crecimiento es fr¨¢gil y las amenazas, cada vez mayores: la guerra comercial y financiera entre Estados Unidos y China, los cambios profundos de un mundo donde reinan los colosos tecnol¨®gicos, las sutiles e irreversibles transformaciones del mercado de trabajo. Tampoco rema a favor la situaci¨®n pol¨ªtica: Trump est¨¢ rompiendo los estrechos v¨ªnculos de Estados Unidos con Europa, el motor alem¨¢n anda un poco averiado, la Rusia de Putin siembra ciza?a cada vez que puede.
La cuesti¨®n que importa es con cuanta fortaleza y cohesi¨®n afrontar¨¢ Bruselas el futuro si finalmente se produce la salida del Reino Unido
En unas circunstancias tan delicadas conviene acordarse c¨®mo empez¨® todo y por eso no queda m¨¢s remedio que volver a las ruinas de la Europa destruida tras la II Guerra Mundial. La inmensa desolaci¨®n, las largas caravanas de gente perdida, la depravaci¨®n moral a la que obliga la necesidad de sobrevivir en un mundo desahuciado, la humillaci¨®n que para tantos signific¨® la derrota. Y es que, entre otras cosas, lo que ocurri¨® entonces es que una parte de Europa combati¨® contra otra parte de Europa. Los desgarramientos y contradicciones que produjo tanto horror quedan ilustrados en una an¨¦cdota que Curzio Malaparte recoge al principio de su novela La piel (1949), que reconstruye lo que sucedi¨® en N¨¢poles tras la llegada de los aliados con las tropas americanas al frente. A los soldados y oficiales italianos que, hasta ese momento, hab¨ªan estado luchando al lado de Hitler tuvieron que cambiarles de uniforme para que hicieran justamente lo contrario: perseguir a los alemanes. ¡°Me sent¨ªa maravillosamente rid¨ªculo con mi uniforme ingl¨¦s¡±, explica aquel escritor que estuvo en el Partido Nacional Fascista, del que fue expulsado por Mussolini a principios de los treinta, y que termin¨® su vida pr¨®ximo al comunismo. Eran uniformes ¡°de los que se hab¨ªa despojado a los soldados brit¨¢nicos ca¨ªdos en El Alamein y en Tobruk¡±. ¡°En mi guerrera¡±, escribe, ¡°se ve¨ªan tres agujeros de proyectiles de ametralladora. Mi camiseta, mi camisa y mis calzoncillos estaban manchados de sangre. Incluso mis zapatos hab¨ªan sido quitados al cad¨¢ver de un soldado ingl¨¦s¡±.
A otro escritor, que entonces segu¨ªa siendo fascista, lo detuvieron los partisanos en su casa de Rapallo el 3 de mayo de 1945. Ezra Pound estaba traduciendo a un fil¨®sofo chino, heredero de Confucio, y les propuso a quienes lo hab¨ªan atrapado hacer un programa de radio. Aqu¨ª las Cenizas de Europa, la Voz de Europa en Cenizas era su t¨ªtulo. Lo cuenta Patricio Pron en su novela No derrames tus l¨¢grimas por nadie que viva en estas calles.
Con el episodio del Open Arms, donde la Italia de Salvini ha hecho bandera del rechazo al otro, ha soplado desde el Mediterr¨¢neo un viento negro. La Europa de ahora no puede olvidarse que surgi¨® de aquellas cenizas que cubrieron otra Europa, la que fue devastada tras una larga guerra que se hizo para frenar las ambiciones que alentaban un proyecto totalitario de unos l¨ªderes que cre¨ªan en la superioridad de su pueblo frente a todos los dem¨¢s.
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