El fracaso humano (Porto Velho, Rond?nia)
Vale postear fotos y declarar el dolor y plantarse ante la embajada de Brasil en Colombia a exigir l¨ªderes que lo sean para la gente que a¨²n no ha nacido
El jueves pasado, ante el devastador mapamundi de los incendios forestales que public¨® la NASA, un se?or muy inteligente que conozco me dijo ¨Cy me repiti¨® la idea un par de veces con otras palabras¨C ¡°pero de qu¨¦ puede servirnos el melodrama a estas alturas: yo s¨ª soy un pragm¨¢tico¡±. Yo acababa de decir que la frase ya no debe ser ¡°el mundo se nos va a acabar¡±, como resign¨¢ndonos a ese lejano d¨ªa del fracaso humano que nosotros no vamos a ver, sino la sentencia ¡°el mundo ya se est¨¢ acabando¡±. Y, mientras tanto, el se?or se encog¨ªa de hombros ante su certeza de que ¡°estos pa¨ªses solo son capaces de sostenerse con ganados, con tierras, con gas y con petr¨®leo¡±. Son tr¨¢gicas las quemas en el Amazonas, acept¨®, pero de nada va a servir rezar, ni inventarse hashtags, ni renegar del salvaje Bolsonaro ¡°como los ambientalistas hist¨¦ricos¡±.
Por supuesto, no hay que perder de vista los escuetos hechos, no hay que dejarse nublar por la rabia ni siquiera ante estos souvenirs del Apocalipsis. Hay que saber que en Porto Velho, en el estado brasilero de Rond?nia, los incendios forestales usuales en estas ¨¦pocas secas y fr¨ªas ¨Cque en tantos pa¨ªses de la Tierra son aprovechados e impulsados por acaparadores y depredadores para montar su ganader¨ªa¨C han aumentado en un 190%. Hay que saber que, como lo ha hecho ver el competente ministro de medioambiente de Colombia, este a?o ha sido menos f¨¢cil que se d¨¦ y se oficie el desastre en nuestra Amazonia porque ha estado lloviendo en el sur del pa¨ªs, pero no hay que perder de vista que por culpa de los aumentos de las temperaturas ¨Cy de los criminales¨C en 160 municipios colombianos hay alerta roja por posibles incendios forestales.
Y, sin embargo, no hay que menospreciar el melodrama, tan latinoamericano, como m¨¦todo: no hay que desestimar su efectismo, ni mucho menos su modo de apelar a las emociones a partir de los hechos, pues en pa¨ªses como estos sigue siendo prueba de un vitalismo que se sobrepone a las versiones oficiales de los poderosos. Vale enfurecerse porque, como suelen hacer los populistas reaccionarios, el incompetente de Bolsonaro tard¨® en buscar una soluci¨®n urgente e importante lo que tard¨® en echarles la culpa a sus predecesores, a sus cr¨ªticos y a sus fantasmas. Vale rezar por el Amazonas. Vale llamar a econom¨ªas que sobre todo exploten la preservaci¨®n de la naturaleza. Vale postear fotos y declarar el dolor y plantarse ante la embajada de Brasil en Colombia a exigir l¨ªderes que lo sean para la gente que a¨²n no ha nacido.
Puede que suene exagerado decir que el cuerpo del planeta est¨¢ perdiendo un pulm¨®n a esta hora, que uno debe vivir y obrar en la Tierra como pretende que vivan y obren todos los dem¨¢s en la Tierra, y que, tal como los millones de millones de usuarios de las turbulentas redes sociales y los millones de millones de seres de la naturaleza, por el simple e inexplicable hecho de estar vivos en este mapamundi lleno de puntos rojos estamos conectados los ambientalistas, los animalistas, los fachos, los cient¨ªficos de la NASA, los depredadores, los acaparadores, los incompetentes, los pragm¨¢ticos y los melodram¨¢ticos de todos los pa¨ªses del mundo desde las humaredas de Porto Velho, Brasil, hasta las cenizas de Pigeon Valley, Nueva Zelanda. Puede que suene sensacionalista y lacrimoso, pero tambi¨¦n es verdad.
El antih¨¦roe de la novela La vor¨¢gine vuelve de la explotada espesura colombiana a decir que solo el hombre es su propio depredador, pero tambi¨¦n que la selva no es un escenario para montar lo peor de lo humano, sino una vida ¨Cy una red de cuerpos y de esp¨ªritus¨C que hay proteger de la ambici¨®n, de la violencia, de la barbarie que apenas vemos en los otros. S¨ª, hay que gritar.
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